Capítulo III

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Me moví entre las sábanas, abrí un ojo despacio ya que la luz me cegaba y no reconocí dónde me encontraba. Dí un salto de la cama y me espabilé de golpe, todos mis sentidos estaban alertas en intentar descrubrir que hacía yo allí, cuando una leve punzada en mis entrañas me dió la solución, ayer me acosté con Alex. Él no estaba en la cama, así que decidí recoger toda mi ropa, me vestí en el baño dónde estaba mi vestido, me peiné el pelo con los dedos y salí pitando de esa habitación

Mientras intentaba recordar dónde estaba la salida, iba caminando por el pasillo haciendo el menor ruido posible para que nadie se percatara de mi huída.

Cuando conseguí llegar a la puerta de salida, tras topar con varias puertas que se le parecían pero eran armarios, la cerré tras pasar muy silenciosamente. Que raro, ¿Dónde estaba todo el mundo?

Cogí el ascensor y bajé junto a un señor de avanzada edad que me miraba preguntandose de que cuento de hadas, con ese vestido, había salido. Solo cuando paré y me subí al primer taxi que pasó, fue cuando respiré aliviada, indiqué la dirección al taxista y me sumergí en mi mundo. Revisé el móvil, vi que eran las 2 de la tarde, si que había dormido ¿No?. Tenía un mensaje de Melissa: 

   "Querida wolf, cuando despiertes y leas esto, si es antes de las 12.30 que sepas que Roger y yo estaremos esperandote en el bar de abajo de casa para almorzar, llamame si cambias de idea.
                                                                   Besos, Mel." 

Cuando estabamos llegando a casa, preparé el dinero para pagarle al taxista, apenas aparcó se lo entregué y le dije que se quedara con el cambio. 

Llegué al apartamento y el pobre Buster no sabía que juguete entre tántos traerme, a veces me da pena, quizás debería adoptar otro así le haría compañía cuando no estamos ni Mel ni yo.

-¿Vamos a correr Buster?- le pregunté esperando que me respondiera- ¿Quieres ir al parque de perros y despues comer unos donuts?

Pareció alegrarle la palabra "donuts", así que fuí a ponerme unos pantalones cómodos, una sudadera ancha y mis deportivas, me recogí el pelo en una coleta muy alta y tirante, me puse mi Ipod nano sujetado a una banda elastica en el brazo junto a un bolsillo con la llave del piso, los auriculares, Buster y me fuí a correr.

Después de una media hora a paso ágil, Buster ya iba con la lengua fuera persiguiendome y cruzándose por delante mio con la intención de que dejara de correr.

-¿Hacía tiempo que no salíamos ehh?- dije mientras apoyaba mis manos en las rodillas e intentando controlar las respiraciones- ¿Parque o donuts, Buster?

El pequeño perro me ladró dos veces y lo quise interpretar como mi me hubiese entendido y me estuviera pidiendo donuts. ¿Quién soy yo para negarle donuts a mi perro?

Nos dirigimos caminando tranquilos de nuevo hacia el apartamento, de paso paré en la tienda de donuts y entré con Buster en brazos, era tan pequeño que lo sujetaba en un brazo.

Los clientes de la tienda les maravilló que Buster se portara tan bien y unos niños se acercaron a acariciarlo. Pedí lo de siempre, un donut clásico, para Buster, y uno relleno de crema para mí.

Los donuts tenían tan buena pinta que no pude resistirme a pellizcar el donut de Buster comiendome un buen trozo mientras el dueño me gruñía sabiendo que le había estafado un trozo de su postre. Le dí un trocito a Buster y este se relamió despues de comerselo.

Al llegar me dió mucha pereza bañarme enseguida, así que primero preparé spaghettis con salsa, que compartí con mi fiel compañero, acompañados con un buen vino que me había mandado mi madre junto a la carta diciéndome que se volvía a casar.

-Muy apropiado mama- dije.

Al acabar era la hora del postre, cogí la bolsita marron que contenía los donuts y me senté en el suelo delante de la televisión , la prendí y dejé el donut de Buster en el suelo encima de la bolsita de papel y yo con mi donut en la mano fuí haciendo zápping.

Observé al pequeño can que yacía con la panza al aire hinchada de la cantidad de comida que se había zampado.

-Glotón- le dije negando con la cabeza y él movió la cola alegremente sabiendo que me refería a él, hizo el intento de levantarse pero la barriga le pesaba demasiado y quedó enseguida sumido en un profundo sueño.

Reflexioné un momento y me concedí el lujo de desatar a mi diva interior que me suplicava por un baño de agua caliente. Me levanté y miré la copa vacía en la mesada de la cocina.

-Creo que me llevaré eso- refiriendome a la botella y la copa de vino- me lo merezco- dije para no sentirme culpable.

Me desnudé y me metí en la bañera llena de espuma, me recordó al baño con Alex. Alargué el brazo y cogí la copa, le dí un buen trago y la sensación fría del vino bajando por mi garganta en contraste con el agua caliente hizo que me relajara de golpe sumergiendome hasta la barbilla en el agua caliente, dejando la mano apoyada en el borde de la bañera sujetando la copa.

Cuando noté que me empezaba a subir el efecto del alcohol, miré de reojo la botella y quedaba tan solo una cuarta parte de vino.

-Uy, creo que va siendo hora de irse a dormir- dije tras acabarme lo que quedaba en la copa de un trago.

Llevé la copa y la botella de vuelta a la cocína, y sí que notaba los efectos de falsa felicidad del alcohol.

Me puse el pijama y me acosté.

-Mañana es domingo- me dije a mi misma- mañara iré al gimnasio de Zack haver si tengo suerte y me marco un entreno de kick boxing con él, como en los viejos tiempos- dije como rascandome una barba ficticia-...si, por los viejos tiempos.

Me dejé llevar por la liberación de energía que supuso ir a correr, el reconfortante baño caliente, los sueves mimos del alcohol y me dormí.


Emily Wolf ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora