Capítulo XLV

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El lunes fue un caos, sentimientos encontrados acudían a mí. Me decepcioné al no despertarme un día más en la pacífica costa del Mar Caribe, pero me alegré de estar de vuelta en mi ciudad. En el fondo se echa de menos el ritmo frenético de las mañanas, la variedad de gente por las aceras, los vendedores en sus puestos de comida. Todo esto a cualquiera le resultaría estresante, y no digo que a veces no lo sea, pero en todo ello encuentras el espíritu de Nueva York.

Entré por el ascensor de la oficina con unos pantalones amplios de color beige y una camiseta de tirantes blanca, junto a mi ahora inseparable amuleto y unos pendientes de madera que había comprado en el viaje.

Enseguida Buster vino a mi encuentro corriendo desde la mesa de Paul.

-Mi niño- dije alzándolo- ¿Me has echado de menos? Mamá a ti mucho- dije acariciándolo- ¿Te ha cuidado bien el tío Paul? ¿Te ha malcriado? ¿Qué te ha hecho?- dije mirando el collar de cuero negro con tachas que llevaba.

-Oye, el “niño” también va a la moda- dijo levantándose de su silla- Vienes muy morena- dijo mirándome de arriba abajo- la vida de casada de sienta bien- dijo evaluándome.

-Me lo he pasado genial- dije dejando a Buster en el suelo- pero ahora es momento de volver a la cruda realidad.

-Verás, está todo organizadísimo, Sandra ha estado esta semana aquí como supervisora y lo ha dejado todo listo para que tu tan solo le eches un vistazo y des tu aprobación- dijo acompañándome hasta mi despacho.

Me senté y encendí el ordenador, le di varios recados para hacer a Paul, cómo ir a buscar las fotos de la boda, y este lo apuntó en su tablet.

-Por cierto- dijo mirando a su alrededor- no viene el gorila albino contigo- haciendo referencia a Anatoli.

-Tiene cosas de las que ocuparse, ya le he prometido que no me movería de la oficina sin decirle a dónde iba- dije desparramando papeles por la mesa.

Las horas pasaban sin que me acabara de percatar de ello, comí en la oficina y me extrañó que Alex no me llamara, así que decidí hacerlo yo: no contestó, pero me envió un mensaje varios minutos después.

Para: Emily Green

De: Alex Williams

Nos vemos esta tarde nena.

Al menos se había dignado a escribir rápidamente un mensaje, pensé. Esta noche lo castigaría por tardar en enviarme una respuesta.

Durante la tarde recorrí la oficina hablando con algunos empleados sobre avances que habían hecho y apuntando y rectificando trabajos.

A media tarde volví a llamar a Alex, y cómo tampoco me lo cogió decidí llamar a su asistente.

La rubia antipática con la que me topé varias veces cuando fui a la oficina de Alex contestó el teléfono.

-Despacho del señor Williams ¿Dígame?-

-Soy la señora Williams, ¿Está mi marido en la oficina?- pregunté secamente.

-Lo siento señora Williams- escupió ella- su marido salió hace unas horas hacia una reunión.

-Gracias- y antes de que pudiera decir algo más colgué el teléfono.

Enseguida llamé a Anatoli.

-Dime Emily- dijo mientras lo oía caminar- estoy a una manzana de la oficina.

Emily Wolf ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora