El chico del violín.
La melodía no cesaba. Seguía allí, latente e hipnotizante; viajando entre la penumbra.Ya era la décima cuarta noche consecutiva en la que el niño despertaba a medianoche encontrándose con aquel suave y delirante sonido. Se preguntaba de donde venía y por que sus padres no lograban escucharlo, se preguntaba porque le atraía de esa manera; y quizás si hubiese tenido más de nueve años también se hubiera preguntado porque su mirada se cristalizaba y un sentimiento de tristeza y vacío lo inundaba cuando escuchaba aquellas melancólicas notas.
El menor se sentaba en su cama, encendía la lámpara y apretando con fuerza el almohadón de pluma cerraba los ojos para dejarse llevar por aquella extraña música de medianoche. Ya se había acostumbrado a levantarse a eso de las doce y agarrar el sueño nuevamente cuando el reloj marcaba las tres de la madrugada y la melodía se desvanecía dejando apenas un inaudible eco en la estela de la lejanía.
Ya no lo comentaba como en la semana anterior, ese sonido que lo despertaba era un secreto que callaría, porque sus padres lo habían tratado de una forma muy extraña cuando él les habló sobre aquello que solía escuchar y al día siguiente lo llevaron a un lugar que él desconocía, y lo dejaron en una oficina con paredes llenas de dibujos que no entendía y diplomas que apenas podía distinguir desde su asiento frente aquel hombre que le hacía pregunta trás pregunta. No le gustó la experiencia, fué incómoda y le asustó bastante.
En el colegio fué aún más impactante para él, sus compañeros se rieron en su cara y lo llamaron demente y mentiroso. Y cuando entre bufidos gritó que estaba diciendo la verdad lo tacharon de extraño y decidieron no ser más sus amigos, no por un día sino por y para siempre.
Ya era un poco más de medianoche, la extraña melodía se encontraba en la cúspide de su intensidad cuando el infante Owen salió de su cama, con una linterna de juguete que apenas emitía un poco de luz titubeante y sus pies descalzo porque temía encontar un mounstro debajo de la cama en la búsqueda de sus pantuflas. En silencio, tropezando incluso con la gran pijama de avioncitos que dejaba arrastrar por el gélido suelo, así salió de su habitación en búsqueda del nacimiento de esa música.
Se ajustó sus cuadriculados anteojos y previno rápidamente que no era en el segundo piso que debía buscar. La melodía provenía de abajo, quizás del salón principal o la cocina. Descendió con sumo cuidado por las escaleras pensando que en el mejor de los casos esa melodía que oía todas las noches no era más que la señora Francys tocando cualquier instrumento y que lo había negado frente a sus padres para evitarse un regaño. Él no la delataría, simplemente le pediría a la empleada con todas las ganas que le enseñara a tocar de esa misma forma aunque fuera en secreto. Siempre le había atraído la música, incluso llegó a comentarle a su madre que quería ingresar a la orquesta de la escuela pero su padre comentó que eso era para chicas y le obligó a integrarse en el equipo de soccer. Y aunque al principio le pareció interesante sus compañeros de equipo le enseñaron a golpes y burlas a odiar incluso hasta al balón.
Dejó atrás el último escalón de la escalera, observando cuidadosamente cada rincón del lugar. Fué decepcionante para él cuando se encontró en pleno salón principal y notó que aquella melodía venía de la dirección contraria a la cocina y los cuartos de servicio, era obvio que no podía ser Francys así que no iban a existir aquellas clandestinas clases de música que se había imaginado, amenos que ella entrara sin permiso al despacho de su padre. Esa era una buena posibilidad.
Lo pensó por un par de segundos, se debatía entre seguir y atravesar el umbral hacía el despacho al que nunca se le permitía entrar o regresar a su habitación con la sensación de que estuvo cerca de descubrir de donde provenía aquella melodía. Estaba allí paralizado, la oscuridad era consumidora y aunque trataba de bloquear pensamientos aterradores igual terminaba por imaginarse que en cada rincón de ese lugar habían mounstro que amenazaban con comérselo o en peor de los casos llevárselo al mundo de las almas perdidas.
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Noches de Penumbra y Melodía [BL]
Mystery / ThrillerÉl y yo estábamos destinados a estar juntos... más que destinados estábamos maldecidos ♪