23 ♪

3.1K 420 154
                                    

Lúgubre.

Parecía como si de algún modo el tiempo nunca hubiese avanzado, como si los días se hubieran desvanecido y los segundos se esforzaron en mantenerse congelados. Sentado uno al lado del otro sobre el regazo de aquel duro escritorio, cayeron en cuenta que después de la última vez había pasado tanto y se sentía tan poco.

Owen Brown había madurado mucho últimamente, tanto física como mentalmente; aún así dentro de aquél despacho se reducía a ser el niño risueño y curioso que empedernido soltaba una pregunta trás otra, y al escuchar miraba con una tierna inquietud cualquier respuesta que fuese a recibir.

Y era muy extraño porque aunque el tiempo parecía haber pasado por encima de su íntima relación, esa en la que el pequeño Owen desnudó su alma y soltó sus miedos al único que quiso escucharle, la forma en que se miraban en el momento era tan diferente a la manera en que se observaban en el pasado; parecían un par de desconocidos dispuestos a perderse en un placentero reencuentro.

—Debiste haberme dicho que no te comías los sándwich —alegó el menor, acomodándose en su asiento.

Ya después de haberle contado la mayoría de lo que vivió fuera de la mansión Brown a Lucas, el escritorio le parecía una tortura. Sentía el trasero entumecido.

El violinista volteó a mirarle antes de responderle, sonriendo levemente, ya que los recuerdos de Owen llevándole desastrosos sándwich le azotaban con ternura.

—¿Y privarte de la emoción que te hacía alimentarme? —cuestionó Lucas, para él mismo responderse—. No, creo que te hacía bien sentir que tenías a una mascota adicta a los sanduise.

Owen no reaccionó en los siguientes segundos. ¿En serio dijo sanduise?, pensó, ¡Claro que lo dijo! ¡Qué tierno!

—¿Sanduise? —cuestionó ensanchando sus finos labios en una sonrisa. Lucas asintió sin ningún problema, aceptando que después de tanto tiempo igual no sabía pronunciar aquella complicada palabra—. No recordaba que le dijeras así, además tampoco te veía como mascota —negó Owen, en un par de cortas carcajadas—, sólo creí tenías hambre.

—¿Qué te hizo pensar eso, eh? —interrogó el fantasma, uniendo sus cejas mientras le miraba atento.

—No lo sé —Owen respondió con una sonrisa—. ¿Quizás porque insinuaste que me comerías si te seguía molestando?

De nuevo llegaron las carcajadas, aunque en esa ocasión el menor cesó antes para admirar con dulzura la forma en que reía Lucas, tan gélida y cálida, un hermoso caos entre sus labios ensanchados y su ronca voz hecha melodía.

Si algo le atraía de Lucas, seguro era su sonrisa. Esa forma en la que sus oscuras cicatrices se acentuaban en el contorno de su labio erguido, sus ojos que se apagaban al grado de que parecía tenerlos cerrados y la superioridad en que salía sus graves carcajadas.

El fantasma previno temprano como Owen le miraba cautivado, así que volteó a mirarle alzando sus cejas en un gesto divertido y cuestionador, dejando de reír de inmediato. Y aunque era el momento perfecto para que el menor reaccionara y no dejara al descubierto lo maravilloso que le había parecido su forma de sonreír, en vez de eso le miró atento y en sus opacos e inexpresivos ojos sintió que caía suavemente en un dulce cautiverio.

Cayó en un hechizo en el que todo su cuerpo se estremecía, en donde sus manos temblaban cautelosamente y sus labios ansiaban que se rompiera la distancia para saciarse en un deseo que apenas nacía.

Sin advertencia el recuerdo de Asher se hizo presente en sus dispersos pensamientos, cayendo en cuenta que aquello era un error, no sólo por el hecho de que tenía una pareja a la que sentía que amaba y debía respetar, sino también porque era imposible. Un Lucas y Owen era realmente imposible, debía serlo.

Noches de Penumbra y Melodía [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora