Roces.
Sus manos juntas se apretaban con fuerza, recordándose que estaban allí, unidos sobre aquella litera; devorando sus labios en deseo y cometiendo un acto tan impío como perfecto.
El sudor recorría sus cuerpos y sus miradas detonaban todo aquello que sus voces habían silenciado, cada movimiento hablaba, mil sensaciones acudían al roce de sus pieles y cada gemido era el compás de la melodía que emitían dos cuerpo al encontrarse. Era su canción, una que sólo ellos podían sentir; así fuese entre la penumbra.
Owen no entendía como había llegado a eso, a un acto que desconocía por completo, a estar comiéndose a Asher con tanta ferocidad, insaciable, queriendo más de él; ansiando todo lo que pudiese recibir. El dolor que sentía era mínimo ante el éxtasis de aquella unión, el miedo muy poco ante todas las sensaciones que le brindaba su piel, esa que de ser muy cálida poco a poco se convertía en la nieve misma, tan gélida que hacía daño... Tan, ¿fría?
Sus ojos se abrieron de golpe y se estremeció ante aquella figura que presenció, no era Asher quién se encontraba sobre él, quién le embestía era un joven de mirada de fuego y cicatrices en el rostro, sonrisa cautivadora; un ser magistral y oscuro que aún estando cerca parecía distante.
Tan lejano como el cielo, inmaculado como la oscuridad y atractivo como la lujuria.
Lucas Pierre, el violinista fantasma que le brindaba clases en el oscuro despacho de la mansión Brown, ése del que ya no tenía recuerdos.
—¿Quién eres? —Soltó Owen de golpe, estremeciéndose, queriendo apartarle pero manteniéndose estático.
Aquel jóven solo sonrió de lado, emitiendo la pregunta que para él en verdad importaba:
—¿Me extrañaste, niño tonto?
Y con una carcajada haciendo eco en su inconsciente despertó, de un salto y ahogándose, con la respiración agitada y la sensación de que aquella piel fría aún se encontraba en contacto con la suya.
Todo había sido un sueño, una pesadilla.
Sin poder quitarse de la mente aquellas escenas que le habían parecido tan reales dejó la manta de Asher a un lado y se incorporó con rapidez sentándose en la litera, pensando en todo y a la vez en nada; porque nadie puede pensar en aquello que creé desconocer.
Tuvo miedo, aquel sueño le causaba temor desde el inicio hasta el final, no sólo era aquel rostro desconocido que le había despertado con brusquedad. Era lo anterior, lo que hacía con Asher, lo que deseaba, como le besaba; eso era lo que realmente le estaba consumiendo.
Y no podía olvidarlo, aunque quisiese, no podía hacerlo.
Ya lo había intentado.
No era la primera vez que soñaba algo similar, y aunque había jurado en las ocasiones anteriores olvidarlo, era imposible, cada vez que ocurría o cada vez que le miraba o escuchaba su voz nuevamente todos aquellos sueños regresaban y se hacían realidad ante sus ojos, una vez más, silenciosos y letales.
Y se sentía amordazado ante un sentimiento que quemaba y dolía muy dentro de sí. Ante la incertidumbre del bien y el mal, lo conocido y lo que se desconoce, entre lo ficticio de aquello y lo real de sus sentimientos.
—No hubo pesadilla. No hubo sueño... —susurró, cayendo ante la necesidad de decirse mentiras para adormecer la dolorosa verdad—. No hay nada, tú puedes, no hay nada.
Pero su cuerpo era inmune a los engaños de sus labios, cada fibra que lo conformaba como ser humano seguía necesitando; deseando que Asher siquiera lo tocase. Le correspondiese.
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Noches de Penumbra y Melodía [BL]
Mystery / ThrillerÉl y yo estábamos destinados a estar juntos... más que destinados estábamos maldecidos ♪