El abrazo.
Aunque parecía mirar serenamente el camino apenas iluminado por los focos del auto, entre penumbras; estaba obstinado con el recuerdo de su pequeño hijo.Míster Brown era conocido dentro del pelotón del ejército británico como el Teniente de hierro, su fortaleza, sus hazañas y aquél carácter de mando corroboraba el apodo. No se daba por vencido, no había guerra o batalla en el que no conseguía el triunfo, no conocía de derrotas; solo sabía de éxitos.
Lo que los soldados a su orden no sabían era que él solía tener terribles pesadillas, unas que lo hacían lanzar fuertes gruñidos y lo despertaban empapado en sudor y temblando de miedo, a punto de orinar en sus pantalones. Era un signo de debilidad que lo mantenía asqueado de sí mismo. Si hubiera podido desprenderse de la necesidad de dormir sin titubear lo hubiera hecho.
Sangre, tanto que podría llenar hasta el tope un estadio. Alaridos, tan miserables que se podrían confundir con el llanto de las almas condenadas al fuego eterno del infierno. Su ejército, cada uno de los soldados que apreciaba, se encontraban muertos a su alrededor. La pesadilla que recurría sus noches no era un sueño, era el latente recuerdo de la operación “Rescue”; de la cual fué el único que no murió a manos del grupo terrorista islámico que había secuestrado al Mayor Teniente del ejército británico. Haber sobrevivido se había convertido en su maldición, pero antes, mucho antes de que los fantasmas del pasado le pasaran factura, fué el inicio de su gran ascenso.
Era frívolo, un hombre calculador que haría todo por conseguir el éxito, matar al Mayor Teniente en su supuesto rescate para luego tomar su lugar en el ejército británico simplemente fué un escalón que tuvo que forjar para subir a lo más alto. Era la única operación en la que había fallado, pero para él nunca fué un fallo.
Ésa eran cosas que le hubiera gustado enseñar a su primogénito, pero el frío invierno de 1978 cambió todo sus planes. Owen, o el pequeño gran hombrecito Brown, como él solía llamarlo, enfermó. Según el médico de cabecera era un resfriado normal, pero el pequeño era débil, tenía apenas cinco años y lo que comenzó como una simple gripa se complicó, se estaba muriendo con neumonía.
Mucho dinero fué el que gastó en su recuperación, pero aunque lo vió reanimado meses después a su parecer nunca se recuperó.
Quizás lo que detonó ese creciente rechazo hacía su hijo fué el chiste de su hermano en el verano siguiente, hacían una parrillada en el jardín de su mansión cuando el hombre miró a su sobrino en la lejanía, flaco y débil, plácidamente persiguiendo una mariposa. Y comentó con gracia:
—Owen cada vez más se está pareciendo a un par de afeminados que me encontré el año pasado —rió—. ¿No serían ésos chicos también hijos tuyo, Oswaldo?
Míster Brown sintió la necesidad de entrar a su recamara, buscar el arma y borrarle de un disparo esa sonrisita al hermano, pero en vez de eso fingió recibir una llamada para alejarse de todos los que se encontraba allí reunidos.
Es increíble como un simple comentario puede crear en las personas un gran cambio, para mal o para bien. Fueron días en los que el Teniente observó a su hijo, lo analizó llegando al punto de arrepentirse por haberlo hecho, pensó que quizás su hermano tenía razón ¡Owen era un maldito afeminado! Y se lo reprochaba a su esposa.
Odiaba verle tan delicado, se estresaba por no recibir quejas de su hijo en ningún lado, ansiaba con todas sus fuerzas que el pequeño cambiara, hiciera desastres, se comportara como un muchacho de su edad. Estaba asqueado de tanto escucharle pedir disculpas hasta cuando no fuese necesario y de verle siempre nervioso, con miedo a todo su alrededor.
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Noches de Penumbra y Melodía [BL]
Mystery / ThrillerÉl y yo estábamos destinados a estar juntos... más que destinados estábamos maldecidos ♪