19 ♪

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La misión militar.

Cayden Davies, el chico obsesionado por las constelaciones y el cielo, se encontraba esa noche sentado sobre el tejado del salón ignorando a las estrellas, por primera vez no le interesaban; o al menos no de la misma forma que le importaba Owen Brown. El joven sentado frente a él, su mejor amigo, quién se encontraba distante, tanto o aún más que la luna.

Nunca le había visto así, tan mal, con la mirada ferviente y cristalizada, fingiendo jugar con sus dedos pero haciéndose daño, llorando silenciosamente mientras se secaba las lágrimas con disimulo y susurraba entre dientes todo el odio que podía soltar.

—¿Cómo te sientes, ahora? —cuestionó Cayden, mirándole atentamente. Luchando contra el impulso de querer rodearlo en un abrazo.

No era lástima lo que sentía por él, era frustración al no haber hecho nada para evitarle tanto dolor. Hubiera hecho todo por no ver a su amigo destruyéndose poco a poco, sumido en tanto rencor, tan ausente de su verdadera esencia.

Y es que tenía claro que Owen Brown no era así, no lo era, se negaba a aceptarlo.

El Owen que él conocía no sabía de odio.

—Bien, supongo —contestó el menor, seco, sin subir su mirada.

Aunque quería con todas sus ganas suprimir cada recuerdo desde que entró esa mañana en la oficina del general Reese, lastimosamente recordaba cada detalle, desde la mirada tierna de su medio hermano hasta el frío abrazo de su madre y ese aroma a almendras que seguía latente en sus fosas nasales.

Y le dolía, quemaba dentro de sí.

—¿Supones? —maldijo. No iba a dejar que él hiciera de su noche de cumpleaños un recuerdo miserable—. Oh, Owen, yo podría intentar saber como te sientes pero eres tú quien lo sabes realmente, sólo tú puedes saber que es lo que estás sintiendo ahorita.

Por un momento ninguno de los dos dijo nada, como si las palabras se las hubiese llevado el rugiente viento y el silencio era lo único que los arropaba en aquella fría noche.

—Y no lo sé, Cayden, realmente no tengo ni idea —admitió el joven segundos después, desganado. Levantando su rostro para mirarle, sin importarle que éste notara sus dolorosas lágrimas—. Quizás todo esto que siento es rabia, dolor, impotencia, tristeza... No lo sé, quizás sea un revoltijo de todo sazonado con odio ¡Mierda! No sé, en verdad no lo sé.

Cayden asintió, sin inmutarse ante la desesperación y los sollozos de su acompañante, comprendiendo cada palabra para luego cuestionar de la forma más filme que pudo:

—¿Y qué vas a hacer al respecto?

Esa fué una pregunta que realmente desestabilizó aún más a Owen, es que si ni siquiera tenía claro sus sentimientos mucho menos iba a saber la respuesta de aquella pregunta. Todo le era confuso, estaba cegado por el dolor y sentía la necesidad de ser guiado por la ira. En ese momento ni siquiera él se reconocía.

Era humano, no lo entendía pero era humano. Tan frágil y complejo como uno, tan inocente y perverso como cualquiera, tan sutil y letal; un ser que odia y ama a la misma intensidad.

—Nada —respondió, frunciendo el entrecejo con molestia al tiempo que eliminaba los rastros de lágrimas sobre sus mejillas. Ya no quería seguir llorando, debía recobrar la serenidad aunque en su interior un huracán de sentimientos acababa con todo—. ¿Qué podría hacer?

—No tengo ni la menor idea —contestó Cayden, con toda sinceridad—. Pero, ¿vas a quedarte con todo ese odio dentro de tí? No lo sé, no es sano ni tampoco lo mejor para tí.

Noches de Penumbra y Melodía [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora