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Valentía.

Las heridas apenas habían cicatrizado. Pero solo las superficiales, aquellas que no fueron producto del impacto frívolo del cinturón de cuero contra su piel simplemente seguían sangrando, ardiendo en el alma de un niño que no entendía porque tanto maltrato.

Esa noche chilló que decía la verdad, pero cada vez que lo repetía seguía recibiendo golpes, así que prefirió ahogar sus palabras y su verdad en el amargo llanto. Tirado en el helado suelo, sangrando por la comisura de su labio inferior y cegado por las tenues lágrimas, no dejaba de pedirle silenciosamente ayuda a su madre, con la mirada le rogaba que interviniera pero la mujer se mantuvo al margen de la situación. Le dolía tanto como a su hijo, pero pensó que quizás su esposo tenía razón, talvez Owen sí necesitaba mano dura y aunque se le partiera el alma no iba a intervenir.

A primeras horas del día siguiente la mujer se encargó de vestir a su hijo, ignorando lo adolorido que se encontraba le vistió con un suéter largo para que nadie observara aquellas marcas que tenía en sus brazos y un tapaboca desechable para que no fuera evidente su labio hinchado. Por órdenes de su esposo lo llevó nuevamente al consultorio del psicólogo Spencer, un gran conocido de la familia.

Y no, Owen aunque detestaba aquellas secciones de incómodas preguntas no se resistió, quería aceptar que había algo malo en él para poder solucionarlo y que su padre pudiera estar orgulloso. Respondió toda las preguntas y accedió con facilidad a tomarse aquella píldora verde que le fué recetada. Era increíble, el psicólogo parecía más preocupado por la actitud del chico que por las señales que presentaba de haber sido violentado.

Las noches se fueron destilando en el tiempo, y aunque el pequeño se resistía siempre terminaba abriendo los ojos a medianoche, encontrándose despierto en la compañía de la oscuridad y aquella melodía del violín. Trataba de engañarse, debajo de su cobija murmuraba en pequeños susurros que no estaba oyendo nada y aunque el sueño lo despreciaba hasta las tres de la madrugada no hacía más que esperar en su cama a que las horas pasaran.

No fué el cinturón que marcó a Owen, fueron las crudas palabras de su padre. Y aunque poco sabía de resentimiento igual no quería verle, no por odio o resiliencia, era más por temor a ser rechazado.

Su mayor sueño era que su padre se sintiese orgulloso de él, como solía recordar cuando él era apenas un pimpollo de cinco años, el General no paraba de presentárselo a sus amigos del ejército como a un trofeo, pero todo eso había cambiado por una razón que él desconocía. Quería que todo fuese como antes, era por eso que sin titubear se tomaba esas pastillas que su madre estaba pendiente de darle todos los días.

El niño que no paraba de hablar mientras almorzaban o cenaban se desvaneció, y aunque su madre no paraba de hacerle preguntas sobre cualquier tema para hacerlo conversar igual no lograba que el chiquillo contestara más que un par de respuestas monosílabos.

Fueron días realmente dolorosos para Owen, lanzado en un rincón de su cuarto con sus mejillas cubiertas en tibias lágrimas escuchó otra pelea de sus padres. Deseaba desaparecer, porque pensó que si él era la causa de aquellas discusiones si desaparecía todo se iba a solucionar. No estaba ni cerca ni lejos de la realidad.

La soledad y la triste le estaban consumiendo. Ya nada le emocionaba, al menos no esas cosas que le sucedían en el día;  aunque no fué su intensión se había aferrado a esa música nocturna de tal manera que le esperaba ansioso. La señora Francys hacía todo lo posible para sacarle una sonrisa al jovencito pero sus intentos no fueron más que fallidos.

Owen no quería nada, exepto alejar esa idea tonta que se le había metido entre ceja y ceja. Todas las noches era lo mismo, aunque se repetía con constancia que el sonido y el chico que había visto en el despacho no era real; igual quería aprender a tocar violín y esa noche estaba decidido a empezar sus clases clandestinas. Iba a bajar nuevamente al despacho, ya no creía que se tratase de un ladrón porque no habían robado nada en la casa, pensaba que talvez solo era un pobre chico que no tenía para comprarse un violín y en las noches no hacía más que escabullirse en la mansión a tocar el instrumento.

Noches de Penumbra y Melodía [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora