Fantasmas del pasado.
Asher acariciaba con las yemas de sus dedos el dorso desnudo de su amado, contemplando aquella suave piel que quedaba expuesta gracias a la tenue luz que emitía la lámpara de gasoil, esa que se había convertido en cómplice de sus encuentros clandestinos.
El mayor hubiese querido hacer el amor al aire libre, sobre la cálida tierra o el gélido césped, iluminados por las estrellas o sosegados por la niebla, destilando sudor o hilados por la lluvia, tan mágico y fantasioso como la primera vez. Pero Owen no lo quería así, es que en aquella ocasión fué cosa del momento, unas cuantas risas, una dosis de caricias y un arranque de besos ardientes que le llevó a la locura. Cautivado por el deseo y cayendo en los artilugios de la satisfacción lo hizo, se entregó. Todavía recordaba ese día, luego miró al cielo y creyó haber hecho una barbaridad, mientras cubría su intimidad gritó horrorizado a todo pulmón que Cayden los había visto desde el cielo. Asher no paró de reír en toda la noche, aún así aceptó que nunca más se repitiese.
Fué por eso que eligió un cuarto inutilizado del cuartel general para sus venideros encuentros, el más alejado, el que por alguna razón se encontraba más nauseabundo y frío. Con el dolor insostenible que vivía en su pierna y se le extendía por todo el muslo ambientó el lugar, con dificultades pero lo hizo, porque sabía que Owen merecía lo mejor, merecía aquel cuarto lleno de olorosas flores silvestres, merecía sonreír siempre y él haría todo para que en su rostro nunca faltase una sonrisa.
Y allí estaba, acostado a su lado sobre la débil manta que apenas cubría el suelo, acariciándole con la mayor de las ternuras mientras aquel yacía allí, mirando la nada en un silencio rotundo.
—¿Sucede algo? —inquirió Asher, sin dejar de trastear su curvada cintura. Acercándose más a él para trazar una línea de besos sobre su espalda.
Owen no respondió, al menos no al instante. Luego simplemente negó, en una mentira que ni él llegaría a creer. Se inclinó un poco y depositó en sus labios un beso que aseveró culminaría la conversación, y siguió sumido en sus pensamientos. Ya había pasado una semana y un par de días desde que se había enterado de lo enfermo que se encontraba Oswaldo, y no dejaba de darles vueltas al asunto, por más que quisiese ignorar la situación siempre terminaba sumergiéndose en ella.
—El general Reese se comunicó conmigo esta mañana, el comandante Grinberg me cedió unos minutos en el teléfono de su oficina —comentó el mayor, tratando de alejar aquel silencio que le parecía abrumador—. Dijo que un hombre fué a buscarte al colegio militar —Owen volteó su cuello para mirarle, dándole toda atención—, sólo le comentó que necesitaba hablar contigo con urgencia así que Reese le dijo que estabas aquí, pensé vendría o ¿acaso vino?
El menor solo pudo pensar en que aquel hombre seguro lo había estado buscando por enmienda de su padre. Sí era así realmente necesitaba que fuese a verlo.
—No, no vino nadie a verme. Nunca nadie lo hace —contestó el menor, apartando la mano de Asher de su cuerpo.—. ¿Por qué no me lo dijiste antes, ah?
Owen unió sus cejas e incorporó su dorso para sentarse sobre la manta. Agradecía que tenía puesto unos jeans al igual que Asher, por alguna razón le incomodaba aún estar por mucho tiempo desnudo ante los ojos de su novio.
—Mi mañana fué algo ajetreada, luego simplemente lo olvidé hasta ahorita. Creo que se llama Pedro Reever, o algo así. Pedro o era Tedros, no recuerdo muy bien —Asher le miró fijamente a los ojos al tiempo que también tomaba asiento, aunque con mayor dificultad para no lastimar su pierna. Le conocía muy bien, sabía que él algo ocultaba. Lo había sabido desde antes—. ¿Acaso no confías en mí, Owen?
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Noches de Penumbra y Melodía [BL]
Mystery / ThrillerÉl y yo estábamos destinados a estar juntos... más que destinados estábamos maldecidos ♪