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¿Quiénes somos realmente?


Cuando un peón cruza una determinada línea en el cuadriculado tablero de ajedrez deja de ser una pieza subordinada y frágil para convertirse en un arma letal. Esas son las reglas; sin embargo, este es sólo un juego de estrategias y aunque comparte similitudes con la vida real, esta última tiene sus propias normas, unas que se repiten en un inestable algoritmo y otras que surcan nuevos destinos.

Oswaldo Brown; el general de hierro, había tenido el poder en sus manos, contempló su imagen e hizo que le adoraran como a un Dios, sus deseos se convirtieron en necesidad para otros y sus crueles y desarmadas acciones le llevaron a la gloria militar y empresarial, las sucias palabras que escupían sus inquebrantables labios eran una verdad irrefutable que nadie se atrevería a desmentir. Era poderoso, pero había hecho tanto para serlo que terminó por sobrepasar la línea al final del tablero; y similar como sucedía con el peón en el ajedrez, debía concebir una metamorfosis.

No ganó, sólo rebasó el juego. Ya no era una pieza hábil.

Su expresión dura se desplomó, el poco cabello que aún cubría su cráneo se le tornó de un desagradable color grisáceo y sus amenazantes ojos se habían convertido en un suplico de lástima despreciable, sus músculos se consumieron dejando una masa de carne arrugada que arropaba con desgana sus débiles huesos, la dentadura se le había podrido a plenitud y al final de sus días aunque estaba presentando mejorías apenas podía murmurar ahogados monosílabos sin coherencia alguna. Ya no era el rey, ni la torre ni el caballo o el alfil, sus hazañas de grandeza habían quedado en el pasado y su cuerpo descomponiéndose yacía encerrado en un gélido féretro opaco con una corona de flores encima, de colores diversos que estratégicamente ordenadas formaban la bandera de Inglaterra.

Toda Londres y la fuerza armada fué sacudida con la sorprendente noticia de que había muerto el estratega, el más fuerte y valiente hombre de guerra, el gran general de hierro de un supuesto paro cardio respiratorio. No repararon en gastos para ofrecerle el que se consideró el mejor tributo militar de la década. La fuerza armada de Inglaterra decidió que lo merecía por su gran colaboración en la segunda guerra mundial y sus contundentes servicios a la corona británica y a la nación en general.

Fue majestuoso todo lo sucedido en la ceremonia fúnebre que se llevó a cabo en el cuartel general de la fuerza armada, personas de todas partes del mundo y de diversas clases sociales estuvieron presentes. Incluso la reina Isabel ll, conmovida por la muerte del general envió una carta con sus condolencias para que fuera leída en su nombre por el vigente General en jefe.

Owen nunca había escuchado tantas detonaciones de armas, ni previstos tantos desfiles de honores. La situación le parecía irónica, para la mayoría de aquellos que se encontraban allí había fallecido un héroe que debía servir de ejemplo e inspiración a los jóvenes que se estaban formando en las artes militares; sin embargo, para él sólo había muerto el hombre que marcó su infancia y vida de la peor manera. No era ni la sombra de un modelo a seguir. Aún así no podía dejar de sentir un vacío en su pecho, como si con aquella muerte se le hubiese arrebatado una parte de su propia vida.

No lloró, ni una sola vez, en algunos momentos sintió que su mirada se cristalizaba pero no llegó a concretar lágrimas. Y no porque creía que Oswaldo no merecía su llanto sino porque a pesar de todo sentía que había hecho lo correcto, estaba en paz con la situación. Perdonarlo y estar a su lado en aquellos últimos días sin duda alguna fué lo correcto.

—Espero puedas encontrar tu paz —murmuró junto al féretro, y depositando una rosa blanca sobre su regazo se marchó.

Una de las cosas que nunca olvidaría de aquellos dos días del funerario de Oswaldo fué cuando llegó el general Reese y se encontró con Asher, a pesar de la energía del entorno nunca los había visto así de sintonizados, se habían regalado su primer abrazo, sin represalia o rencor, como dos grandes amigos después de mucho tiempo sin verse. Charlaron mucho más que de costumbre y una que otra vez rieron a carcajadas, lástima que debido al escaso tiempo del general tuvieron que despedirse demasiado pronto, no sin antes que el mayor prometiera ir a visitarles.

Noches de Penumbra y Melodía [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora