12 ♪

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No perteneces aquí.

Owen Brown se imaginó muchas cosas cuando en plena oscuridad y en sumiso silencio sintió que dos manos tocaban su dorso y lo meneaba para despertarle, aunque estuviese despierto porque todavía no podía conciliar el sueño. Lo menos que esperó fué que se tratara de Cayden, el chico al que había acompañado a cenar y el primero de sus compañeros en hablarle. No previó que él se encontraba allí junto a su litera para invitarle a escapar a hurtadillas fuera del dormitorio.

Y sin entender de que se trataba aceptó. Salió de su cama con sumo cuidado y le siguió fuera del lugar entre la penumbra y algunos que otros ronquidos de sus compañeros.

El frío les abrazó en su salida pero Owen no dijo nada al respecto y se abrazó sus manos haciendo fricción.

—Ya que serás mi amigo como regalo de bienvenida pienso compartir contigo uno de mis más grandes tesoro. Te conozco muy poco pero sé que te gustará —dijo el jovencito, mientras cruzaban el patio y se dirigían a un salón cerrado que por un costado tenía una escalera de barras de hierro—. Sube. No tengas miedo, tú sube primero y yo te sigo. Nada malo va a pasar.

Owen lo pensó por un segundo pero sin pronunciar palabra alguna y confiando en su acompañante comenzó a subir por la inclinada escalera hasta llegar al techo del salón, seguido con rapidez por Cayden.

Estando allí arriba, Owen dió un par de pasos hacía la orilla para contemplar todo el lugar que para su sorpresa era más grande de lo que había creído. Sintió frío, pero por el embeleso no prestó atención.

—Esta vista está muy bonita —dijo Owen, regresando su mirada hacía su acompañante.

—Sí, lo sé, pero ésto es lo que pienso compartir contigo —Cayden señaló el cielo con su entusiasmada mirada.

—¿Vamos a compartir el cielo? —cuestionó Owen, con una sonrisa.

—Me lo quedaría para mí sólo, pero, voy a compartirlo contigo —asintió Cayden, sin despegar su mirada de las hermosas y relucientes estrellas.

—Muchas gracias, Davies...

—Nada de gracias y nada de Davies —reprochó el pequeño—. Mientras estemos aquí yo soy Cayden y tú Owen. Ahora haz silencio y admira lo que acabo de regalarte, porque hoy está muy hermoso.

Después de aquella conversación bajo las estrellas que estableció con Cayden Davies, el pequeño Owen se sumió en la esperanza de que quizás su estadía en el colegio militar iba a ser buena.

Y quizás no estaba muy lejos de la realidad.

Unos de los aspectos más imponente en el colegio militar eran la disciplina y el esfuerzo tanto mental como físico, por eso los chicos eran levantados por una ruidosa sirena que sonaba justo cuando el reloj marcaba un cuarto para las seis. Apenas tenían quince minutos para ducharse y arreglarse e ir al patio a cumplir con el entrenamiento matutino.

El pequeño Owen sintió mucha vergüenza cuando entró al baño y se dió cuenta que la privacidad no era un privilegio con el contaban, y que si cumplía con la ducha debía exponer su cuerpo ante los ojos de sus compañeros así como ellos lo exponían ante sus ojos.

Se quedó paralizado junto a la pared de porcelana, esperando que al menos la gran mayoría de los chicos que se encontraban bajo las inmensas y potentes regaderas terminaran y fuesen saliendo. Se negaba a desprenderse de su ropa y mostrar su desnudez.

—¿Qué esperas, imbécil? Quítate la ropa y báñate —le ordenó Asher Gale, que acaba de salir de la ducha y se secaba con una toalla color aceituna dejando al descubierto su desnudez.

Noches de Penumbra y Melodía [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora