Capítulo 36

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LÍA ROSE ADAMS

Despierto en una habitación del hospital, la cabeza me duele un poco, no estoy del todo bien.

Es de noche, ¿cuánto tiempo estuve dormida?

Me dedico a observar la habitación hasta que logro ver una caja junto a mi, la misma que traía Adrien.

Los recuerdos de Maykol vienen a mi mente, verlo luchando por sobrevivir, y recordando las últimas palabras de su hermano.

«Él, no pudo lograrlo».

Fue un sueño.

Gracias al cielo, por un momento pensé que en realidad había pasado, estaba asustada, seguramente Maykol fue a buscar algo que tomar, tendrá que pagar por el sueño horrible que tuve por su culpa, le pediré que vayamos a pasear juntos. Me apoyo con las manos y me siento sobre la cama a esperarlo.

Pero, ¿cómo terminé aquí?

Creo que iba a casa de Maykol conversando con mi padre hasta que me caí, seguramente fue a causa del cansancio.

Pasan algunos minutos, escucho a algunas enfermeras conversar fuera de mi habitación. Ahora que lo pienso, es como si Maykol y yo hubiéramos invertido papeles, no es muy divertido estar en un hospital.

Empiezo a aburrirme, me inclino un poco y tomo la caja, la coloco sobre mis piernas y la abro.

Lo primero que encuentro es un sobre.

—Rous —soy interrumpida por la voz de Eri.

Dejo la caja a un lado mientras ella ingresa.

—¿Cómo te sientes?

—Bien, estoy esperando a Maykol...

—Primero... quiero que lo dejes pasar ¿si?

—¿A quién? —pregunto con intriga.

Ella gira la cabeza en dirección hacia la puerta y ambas vemos ingresar a Cristian.

—¿Qué haces aquí?

—Rous, vino a apoyarte, es nuestro amigo... —dice Eri.

—No, él no es mi amigo, yo solo quiero el apoyo de Maykol ¿en dónde está? —empiezo a buscarlo.

—Rous, si estamos aquí es porque tú padre nos contactó.

—No me interesa, no quiero verlo.

Bajo de la cama y camino para salir de la habitación hasta que Cris me detiene.

—Déjame pasar.

—No puedo hacerlo, Rous, deberías descansar.

—¡No!

En eso, veo que mi padre llega. Cristian se quita y él ingresa.

—Hija, tardé en contactar a tus amigos, no deberías tratarlos así.

—No lo quiero a ellos, solo quiero ver a Maykol.

—Él ya no está, y nunca lo volverás a ver, tienes que aceptarlo.

¿Por qué?

—Es mentira.

«Lía, no quiero morir».

—Él no está muerto —los miro aguantando derramar lágrimas—, no me interesa si perdió la memoria o si olvidó quién soy, no importa si dejó de quererme, pero él no está muerto ¿verdad?

Se quedan en silencio, veo a mi padre y el me extiende un celular, lo tomo y lo pongo cerca a mi oído para escuchar.

—Roo.

El Veneno De La Cruel EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora