5. Lo que nos hace humanos.

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Lía. 

Era completamente egoísta, estaba consciente de que Erika estaba enamorada de mi amigo, pese a ello, me declaré sabiendo que él me rechazaría.

—Yo... solo vine a decir que he estado enamorada de ti durante mucho tiempo —lo dije cerrando los ojos para no mirar su expresión.

—Escúchame, Lía. Acabas de decir que te irás en unos días, ¿y quieres que salga contigo? —Ale sonrió de forma burlona.

—Solo quería decírtelo.

—Lo que sientes no es lo que necesito, las relaciones a distancia no funcionan y mucho menos si es con alguien que duda al expresar sus sentimientos —comenzó a reírse—. Piénsalo, merezco mucho más que a ti y tú mereces a alguien... como tú. No confundas las cosas conmigo —estaba resistiendo mi dolor y vergüenza—, fui amable porque somos amigos, debí haber sido precavido, aunque tu linda cara no esta ma... —no medí mis impulsos y al darme cuenta Alexis tenía la mirada en otra dirección con el rostro rojo.

—Ya lo entendí, así que no necesitas menospreciar mis sentimientos, ¡idiota! —le pateé la pierna y me marché con lágrimas en el rostro.

Luego de ello, fingir no haber hecho nada, actué como si nada hubiera pasado y me fui semanas después. Nunca volví a tocar el tema, todo quedó en el olvido, al menos hasta ese momento.

***

—Lía, no tienes que sentir culpa y lo sabes —habló Maykol frunciendo el ceño—, nosotros no elegimos de quién nos enamoramos, simplemente... un día lo sabemos y ya. Tan solo despertamos, cruzamos la mirada con esa persona —me miró fijamente— y algo nos presiona el pecho, como si fueras a morir de amor, cuando sus ojos se encuentran... no puedes dejar de pensar en lo maravillosa que es, dejas a un lado la cordura y amas cada defecto que esa persona tenga, piensas en ella a cada hora del día y te preguntas si estás loco o demente por tenerla en tu mente, quieres tocarla o por lo menos tener el mínimo roce y sentir su calor —tomó mi mano con suavidad y entrelazó nuestros dedos—, luego... quieres pasar todas tus horas con ella, deseas probar sus labios, la deseas —se agachó a tal punto de que me sentí indefensa, como si pudiera leer mis pensamientos—. Pero sobre todo... deseas que sea feliz, sin importar si es contigo o con alguien más. Aunque preferiría que fuera conmigo —me sonrió estando demasiado cerca.

Me solté y aparté al instante, traté de no mostrar mi incomodidad, pero me fue imposible.

—No me mires como si hubiera hecho algo malo —frunció el ceño, por sus expresiones, pude deducir que Maykol estaba enfadado, aunque yo también lo estaba.

—Hiciste algo malo —afirmé furiosa.

—El contacto físico es natural, es lo que nos hace humanos, Lía —intentó acercarse, nuevamente retrocedí.

—Sinceramente, creo que el contacto físico es un asco, mucho peor si se trata de un hombre.

—Así que actúas así por culpa del flacucho ese —soltó un suspiro.

—Alexis no tiene nada que ver en esto.

—Entonces deberías dejar de pensar en él cuando estés conmigo —retrocedió un par de pasos— Y perdóname por tocar tus delicadas manos —pronunció ofendido.

—¡Eres un...!

—No necesitas decirlo. Lo sé —interrumpió, se encogió de hombros y dió la vuelta—, no tengo la más mínima idea del por qué estoy aquí. Me equivoqué al venir a verte.

—Maykol... —ahora me sentía culpable.

—Pese a todo esto —continuó hablando—, mis piernas no son capaces de moverse... —agachó la cabeza y observó el piso—. No quiero estar solo, Lía.

El Veneno De La Cruel EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora