Capítulo 40

121 21 5
                                    

MAYKOL JONES

Hubiera sido demasiado fácil que al decir aquellas palabras, Lía me hubiera besado con la misma intensidad a la de antes, con la misma intensidad al igual que hace algunas horas con Cristian. En ese momento, solo sentí verdaderas ganas de golpearlo, más no lo hice por ella.

Quiero tocarla, sé que ella es demasiado orgullosa y que después de todo este tiempo le costará algo de trabajo, pero no puedo resistir si la tengo demasiado cerca. Deseo tocar su cuerpo, sus piernas, su boca, sus pechos; mierda, me estoy volviendo loco.

—Yo, sigo enamorado de ti, Lía —me escucho decir involuntariamente.

A pesar de estar tan cerca, ella se separa repentinamente.

—Creo que ya se fueron, ¿podrías dejarme sola?

Es demasiado cruel, dejarme con estás ganas de besarla. No la culpo, yo también puedo llegar a serlo.

Me pongo de pie, y para despedirme me agacho a su altura y le susurro al oído.

—Nos vemos luego, Stendhal —digo y le doy un beso en la mejilla.

Siento que mi temperatura se eleva y salgo rápidamente de su departamento, vuelvo al mío con desesperación, me dirijo a la cocina y tomo un vaso de agua fría.

Me alegra que dentro de algunas horas la volveré a ver. Calmó mi ansiedad y me alisto para irme primero.

Camino y llego al hospital, lo primero que hago es ir a la sección de niños, les va a gustar el cuento que les compartiré hoy.

Algunos de ellos me miran con temor, era obvio, después de todo golpeé a Cristian. Empiezo con uno y poco a poco se van acercando.

Luego de media hora la veo llegar, con el cabello sujeto y hermosa como siempre. Tal y como planeo, los niños van a acercarse a su ayudante favorita y le cuentan la maravillosa historia que les dí a conocer.

—El día de hoy, Maykol nos contó una historia muy interesante —habla uno.

—¿En serio? ¿De qué se trata? —ella se agacha a escucharlos.

—Él dice que al salir de su habitación, vio a un monstruo en pijama color celeste, tenía el cabello despeinado y estaba medio dormido.

Creo que ella nota la indirecta porque me fulmina con la mirada en el instante. No me molesta ser visto de esa forma si quien lo hace es la hermosa chica de la que estoy enamorado desde hace mucho tiempo.

—Comenzaremos con lo de siempre ¿les parece? —ella cambia de tema.

Ellos se van y aprovecho para acercarme.

—Veo que te agradan los niños.

—No le veo nada de malo.

—No los amarías tanto si hubieras crecido con un hermano menor, si te hubieras visto obligado a ser buena persona con tal de dar el ejemplo. Ser el hermano mayor es complicado, se supone que ellos cometen errores y debemos perdonarlos porque son pequeños, pero si nosotros lo hacemos, siempre va a estar mal.

—Lo dices por Adrien.

—¿Debería perdonarlo?

—No lo sé —suelta un suspiro y me deja solo.

¿Cómo volver a creer?

Sería más fácil si ellos no me habrían hecho dudar.

Pasan las horas y no vuelvo a cruzarme con Lía, es demasiado raro. Me cruzo con la chica con la que conversaba aquella vez.

El Veneno De La Cruel EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora