4. Lía Rose.

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Maykol. 

Observé al padre de Lía acercarse lentamente, sus pasos eran firmes y fuertes, su semblante recto y la mirada siempre en alto, él era demasiado impactante, a lo lejos, causaba miedo, incluso para mí.

—Buenas noches, señor Adams —saludé apenas llegó.

—Maykol —se limitó a decir y mirarme de pies a cabeza un par de veces—. Me alegro de que hayas venido. Mientras los veía llegar, estuve analizando cómo es que mi hija te tiene tanta confianza.

—¿Lo descubrió? —cuestioné.

—Soy alguien listo —se encogió de hombros orgulloso—. En cuanto Lía me pida disculpas dentro de algunos minutos, extenderé mis brazos y sonreiré para ella, al parecer eso le agrada, debí haberlo sabido, no es muy diferente a su madre.

—¿Para qué me llamó? ¿Tan sólo para alardear de su talento, o es que planea pedirme otro favor? —fruncí el ceño.

—No soy tan malo como crees, Maykol. Tan solo puse las cartas a mi favor —comenzó a dar vueltas a mi alrededor—, ¿quién iba a pensar que el único muchacho que puede influir en mi hija tenía un gran problema que ocultar? —se detuvo y me miró con crueldad—. Maykol Jones, dejaré que mi hija juegue contigo si así lo quieres, a cambio, harás lo que te ordene si quieres mantener guardado ese secreto tuyo.

—Tiene un valor muy alto de su persona —sonreí—. Yo no hago esto por usted, mucho menos por mi, todo esto es y será por Lía.

—Al parecer coincidimos en algo —culminó y caminó hacia la puerta de su casa—. Saluda a tu familia de mi parte, estaré contento de arruinar sus vidas si no cumples con lo que digo.

Metí las manos en los bolsillos y empecé a caminar rumbo a casa.

¿Qué es lo que estás haciendo? Sabes que solo la terminarás lastimando.

Mi conciencia se hizo presente.

Lo sabía, sólo me acercaba a ella para ayudarla, era consciente del final que tendríamos, no tenía intención de que me aprecie. Lía merecía más que una sonrisa falsa.

Iba a ser difícil, iba a sufrir. Pero valía la pena.

El cielo comenzó a caerse, las pequeñas gotas de lluvia mojaron mi cuerpo en poco tiempo, aceleré mis pasos e intenté sombrearme debajo de algunas casas, estaba a media cuadra de casa, miré que la luz era reflejada en el piso, la puerta principal estaba abierta y mi madre me esperaba fuera. Al verme, ella abrió un paraguas y se acercó a mí, me quedé esperando su llegada y le sonreí antes de que me molestara, eso la calmaba.

—¡Maykol! —me incliné hacia ella y jaló un mechón de mi cabello— ¡¿En qué estabas pensando?! Podrías resfriarte —me tomó del brazo y ambos caminamos a casa; no respondí, el imprudente había sido yo—. Te voy a preparar un té caliente —informó y fue a la cocina.

Subí las escaleras hacia mi habitación, cerré la puerta y no me sorprendí en lo absoluto al ver a Diego echado en mi cama.

—Mi madre no me dijo que estabas aquí —pronuncié y abrí el armario junto a la pared, seleccioné un atuendo sencillo y fui a cambiarme sin esperar su respuesta. Al volver, Diego seguía en el mismo lugar, solo que esta vez sentado y apoyando los codos en las rodillas. Así que quería intimidarme, pero... ya estaba bastante grandecito, eso ya no funcionaba conmigo.

—¿Qué crees que haces, Maykol?

Ya iba a empezar.

—Nada —me encogí de hombros.

El Veneno De La Cruel EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora