Capítulo 13

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Despierto de mi profundo sueño, bostezo y veo que Maykol está allí dormido, pensé que se marcharía pero aún sigue aquí.

No lo había visto antes así, profundamente dormido respirando en bocanadas largas, sus cejas se pueden distinguir muy bien, la forma de su cabello, su nariz, sus largas pestañas largas, sus labios definidos, su boca está semiabierta como si fuera un niño pequeño. Toco sus mejillas y su piel es suave, acaricio su cabeza, a pesar del rayo de sol leve que ingresa por la ventana su cabello es completamente negro. No había notado que trae una camisa blanca y pantalones negros, parece que iba ir a una obra de teatro. Luce tan bien, pero me preocupa su respuesta.

El amor juvenil puede ser lo más ingenuo que podemos llegar a sentir, muchas veces es confundido con simple admiración, ilusiones o el respeto mismo, una etapa complicada que te hace sentir alegría, dolor, tristezas, temor y todo tipo de emociones, pero ¿Qué sucede si te enamoras? No estoy segura, muchos dicen que es la sensación más hermosa que pueden vivir, otros dicen que es la más dolorosa. Solo se que quiero a Maykol, tenerlo aquí me reconforta.

Permanecí encerrada en el pasado pidiendo la única llave se ese lugar hasta que tú la trajiste Maykol, eres como las hojas de otoño, frágiles pero bellas si las observamos a detalle. ¿Sabes? De niña solía coleccionar hojas de otoño, fue una tarea difícil porque siempre se rompían si las llevaba a casa en mi mochila o las aplastaba por casualidad, pero me di cuenta de que si son tratadas bien, si las llevas lento y sin desesperar, estás no se fracturan. Es lo que espero, que lo nuestro no se fracture.

Él empieza a moverse, se frota los ojos y toma conciencia de la situación.

—Lía, lo lamento, me quedé dormido —ríe a carcajadas. Debo fingir que no dije nada.

—Eres un dormilón, será mejor que vayas a casa, no le menciones nada de esto a nadie.

—Por supuesto, palabra de protector —se levanta y estira sus brazos.

—Te mandaré un mensaje más tarde por si algo sucede —me informo.

—De acuerdo —asoma su cabeza.

—Por cierto, limpia la baba que traes en la cara, pareces una niña —me sugiere y me tapo la cara—. No hay necesidad de sonrojarse —añade y sale.

Siento mi rostro arder, no lo había experimentado antes para ser sincera. Corro a la entrada para volver a verlo.

—¡Maykol! —le grito y voltea—, vamos a comer, hoy invito yo —le muestro una sonrisa cálida.

—Acepto con gusto, me debes un almuerzo.

—Espera unos minutos —lo vuelvo a dejar, me cambio rápidamente, tomo algunas de mis objetos, y el dinero, mi padre me lo da cada mes, aunque exagera en eso, dejo mi cabello suelto y salgo, no soy de arreglarme mucho o maquillarme, es algo que me caracteriza.

Vuelvo a salir y él pone ambas manos es sus bolsillos.

—Y ¿A dónde iremos? —indaga él.

—Creo que me apetece cualquier cosa, solo quiero divertirme.

—¿Abigail?

—¿Me estás ofreciendo ir a molestar a Abigail? —le digo como si luciera atendida.

—Puede ser, pero solo por esta vez.

—Entonces vamos, tu puedes comer una pizza y yo pediré cualquier cosa.

—Me parece excelente.

Caminamos y la brisa del viento es muy fría, el invierno está por comenzar, tengo puesto un polo, un suéter y un abrigo, creo que exageré. Maykol, al parecer si tiene frío, está solo con una camisa, debería ayudarlo. Él está tan distraído y no se da cuenta de que me voy quedando unos pasos atrás para quitarme el abrigo.

El Veneno De La Cruel EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora