Madrugar para tener que ir a trabajar es de lo peor. Mientras me arreglaba y acomodaba mi almuerzo del día de hoy, recordé el sueño que tuve, se me había olvidado comentarle a Jon. Esas palabras dibujadas en oro en el cielo sin duda eran del libro de Josué, una palabra de aliento. De repente me dio escalofrío por toda mi piel, negué con la cabeza para sacar cualquier pensamiento negativo de mi mente: creo en un Dios vivo que me guarda y me guía, confío en su palabra y su amor inagotable por mí y mi familia, no tengo nada que temer. En ese momento se me vino a la mente ese versículo en el Salmos 23:4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Amén.
Salí más tranquila de casa, le dejé el desayuno preparado a mi esposo para cuando despertara, hoy es su día libre así que espero logre descansar y recuperar energías.
Mientras tanto, mi día en la oficina no fue nada relevante. Solo nos enviaron una invitación para una conferencia que se realizaría mañana en un hotel. Parece que viene una delegación coreana para la conferencia y será todo el día. La agencia de publicidad en la que trabajo es una transnacional y tiene sede en varios países, la cartera de clientes es bastante buena y es muy conocida; su casa matriz estaba en Corea del Sur, donde fue fundada. De todas maneras, va a ser de excelencia el evento porque el tema que se va a desarrollar es sobre la implementación de la tecnología y aplicaciones en medios publicitarios.
Al terminar mi jornada, me fui muy puntual pues esa noche no podía faltar al servicio de la iglesia. Cuál fue mi sorpresa al ver a mi esposo en la entrada del edificio esperándome. Sonreí, siempre me sorprende, con él mi vida no era para nada aburrida.
-¿Qué haces aquí? Pensé que nos veríamos en la iglesia.
-¿No puedo venir a buscar a mi esposa?
En ese segundo, me abraza, me besa la mejilla y planta frente a mis ojos una hermosa rosa. Quedé más sorprendida aún al ver semejante regalo.
-¿No te gusta? Si no lo vas a tomar, lo botaré.
-¡No! -se lo arrebaté de las manos- ¡ni te atrevas a botar mi regalo!
-Lo pensé porque no lo querías.
-No pienses mucho. ¿Quién dijo que no lo quería?
Este hombre detallista me demuestra cada día que pasa lo enamorado que está de mí, y sé que él busca mantener viva esa llama. Mi mirada de enamorada era bastante evidente, olía la rosa a cada rato y sonreía algo tonta, mientras caminaba tomada de su mano. Con Jon aprendí a disfrutar cada instante de mi vida y a valorar el tiempo, cada segundo era muy preciado para mí, todo era tan real y hermoso que a veces me daba miedo que algo destruyera esa felicidad. De nuevo vino a mi mente el sueño.
-Jonathan -me miró extrañado, normalmente no lo llamo por su nombre completo a menos que fuese algo serio. Y en efecto, me puse muy seria repentinamente- ayer con tanto jaleo, se me olvidó contarte un sueño que tuve la noche anterior -miré la rosa fijamente.
-¿Fue malo? Por tu seriedad parece que sí.
-En realidad aún no sé qué significa, pero me dejó una sensación rara.
Le conté el sueño completo, sin olvidar ningún detalle. Sentía que Dios me estaba advirtiendo de algo, tanta felicidad y alegría en mi vida parecía que en cualquier momento iba a desaparecer.
Sorpresivamente, nos detuvimos antes de entrar al metro, Jon me tomó de los hombros y me miró con sus profundos ojos avellana, examinándome, estudiándome… una suave brisa hizo que un mechón de su cabello castaño cayera hacia adelante, haciéndole ver mucho más atractivo de lo que ya era.
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El Diario de Alicia Melgar
RomanceAlicia es una chica cristiana en la flor de la vida: recién casada, recién graduada, recién mudada de casa para formar un nuevo hogar con quien ella sabe es el amor de su vida, pues Dios mismo le concede ese anhelo. Su hombre para ella era el ser má...