COREA DEL SUR

16 5 0
                                    

La fecha para irme se acercaba, llegaría a ese país un domingo y empezaría a trabajar un lunes, por lo que debía empacar toda mi vida en dos maletas… no es fácil, y ese día llegó. 

     Aunque me sentía mal dejar el país luego de lo sensible que fue la partida de mi Jon, tanto mi mamá como mi suegra me alentaron a ir y me dijeron que era lo mejor para mí, más por todo lo que había pasado. Me despedí de ellas, así como de algunos hermanos de la iglesia que fueron a verme, y mis dos compañeros de trabajo, todos me desearon lo mejor. Las lágrimas no faltaron en esta despedida, me embarcaba a lo desconocido y sí, daba miedo. Los pastores me informaron que se pusieron en contacto con un pastor en Seúl perteneciente al mismo concilio, así que por allá me iban a estar esperando para asistir a su iglesia. Que lindo era tener casa en cualquier lugar del mundo. 

     Una vez que pasé migración, sin ningún problema pues iba con visa de trabajo lista, me senté cerca de la puerta de embarque a esperar el llamado para subir al avión. Contemplaba mi anillo de casada, no me lo quise quitar y nunca me la quitaré, recordaba los momentos hermosos vividos con mi Jonathan, no podía evitar llorar. Y pensar que pudiéramos estar allí los dos juntos, y no únicamente yo. 

     De un momento a otro hicieron el llamado para embarcar y subí, a mi nuevo destino, mi nueva vida…. Aunque esta nueva vida no era la que esperaba sin mi esposo. 

     Ya instalada en el avión, me dispuse a escuchar música y poniéndome cómoda pues sería un largo viaje. Mirando por la ventanilla de aquella aeronave, recordé el día en que nos casamos, fue sencillo pero hermoso, nunca me gustaron las bodas suntuosas; sin embargo la luna de miel fue lo que siempre quisimos, en esa sí no escatimamos gasto, fueron bien merecidas. Recordé su sonrisa, era como una brisa de verano, sus ojos como el calor de la playa y su piel como el agua templada. Una lágrima se deslizó por mi mejilla… solo Dios para fortalecerme porque definitivamente, con mis fuerzas era imposible, no había ni que intentarlo. 

     Recordé también aquel sueño: ese sentimiento de soledad y de querer huir de algo era tal y como me sentía en ese momento, caminar por ese desierto era tal y como me sentía justo ahora… caminando por un desierto. Pero la palabra de mi Dios me confortaba y alentaba, eso me llenaba de gozo y de paz, por contradictorio que suene, así era. Sufría, sí; pero tenía paz. Y pensándolo mejor, tal como veía las cosas, era como si mi Padre estuviera encaminando todo, pues recordé las palabras del predicador: luego de esa prueba, Dios me iba a bendecir aún más y me llevaría a lugares donde yo no imaginaria… al menos una de esas palabras era cierta: me estaba dirigiendo a un país al que nunca por mi mente pasó que podría ir, ni aún en vacaciones. Ahora bien, sin mi esposo, no sé de qué manera me vendría una bendición mayor, mi vida como estaba era bendecida y no pedía más que estar al lado de aquel hombre que Dios había puesto en mi camino, nunca pedí nada más. La verdad, no creo pueda poner mi mirada en nadie más, no me imagino hacer mi vida con alguien más que no sea mi Jonathan. Así estoy bien, así estaré bien… mi único amor será Jonathan, y mi único amor en esta tierra mientras viva será mi Dios. Nadie más, nadie menos. 

     El viaje fue largo, muy largo… casi un día entero. Sólo sé que al llegar estaba agotada, quería una cama caliente para poder descansar y un buen baño de agua tibia. Al salir de migración con mis maletas, empecé a buscar entre la gente, se supone que alguien iría a buscarme, tendría un cartel con mi nombre y apellido, y sería una mujer pero veía en su mayoría hombres. Busqué hasta que vi el cartel, era una chica muy linda y joven; tenía otra percepción de los asiáticos. 

-Hola, mi nombre es Alicia -me le acerqué hablando en inglés- ¿eres… Park Sun Hee? Disculpa mi pronunciación, no estoy acostumbrada. 

-¡Oh! Tu debes ser Alicia, eres igual a la foto -me sonrió enseñándome una foto mía del carnet de mi trabajo, su español era bastante bueno, quedé impresionada- respecto a mi nombre no te preocupes, ya te acostumbraras. 

El Diario de Alicia MelgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora