LIGEROS CAMBIOS. PARTE 1

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En otro tiempo, incluso los primeros días que conocí a Ye Jun, podría afirmar que si hubiese visto lo que ahora mis ojos contemplaban es muy probable que no me hubiese afectado en lo absoluto, a lo más un sentimiento de compasión por un alma perdida en vicios. Pero no, esto que sentía era totalmente diferente a lo que jamás imaginé, algo que sobrepasaba todo entendimiento lógico y humano.

Dos chicas cantaban y bailaban siguiendo el ritmo y la pista del karaoke, mientras que sentado al otro lado estaba él, con un montón de botellas de distintos colores y tamaños en la alargada mesa riendo, una chica a cada lado de él a quienes abrazaba con mucha cercanía y les dedicaba esa atractiva sonrisa de "chico conquistador" que le dedica a todas con las que quería pasar la noche, asumí. La escena que le siguió fue la que me hirió el ya roto corazón: se inclinó a la hermosa "chica modelo" que tenía sentada a su lado derecho, le susurró algo al oído sin dejar de sonreírle y, acto seguido, la besó apasionadamente dejándome perpleja.

-¡Ye Jun!

Mi grito hizo que todo el ruido se acallara, excepto la pista del karaoke que continuaba sonando. Ese hombre odioso y casanova volteó a mirarme percatándose de mi presencia, al fin.

Mi corazón sintió un vuelco en el instante que nuestras miradas se conectaron. Aguanté las lágrimas, no iba a llorar ahí y menos en medio de todas esas mujeres que lo único que buscaban era sacarle provecho o, mejor dicho, dinero. Me armé de valor y me adentré en el lugar cerrando la puerta tras de mí.

-¿Qué haces aquí? -preguntó con seriedad, como si mi llegada sólo ocasionó que le fastidiara la diversión- pensé que estarías entre las sábanas de mi hermano.

Oré, solo ocupé mis pensamientos en Dios pidiéndole que me ayudara a contenerme, a frenar mis emociones porque en ese instante sólo quería llorar y darle una bofetada por su insolencia. Respiré profundo y exhalé para calmarme.

-Pues así como vas parece que es otro el que va a amanecer en las sábanas de otra mujer.

Las comisuras de sus labios trazaron una delgada línea hacia arriba, mientras se servía otro "shot" de lo que sea que estaba bebiendo y de un trago lo tomó.

-¿Acaso te quieres unir?

Señor dame paciencia y palabra, porque un hombre en ese estado se vuelve más astuto, aunque parezca increíble.

-Sabes que no. Vamos Ye Jun, salgamos de aquí.

-¡Ah, ahora sí quieres estar conmigo!

-Por favor Ye Jun, no estás en tus cinco sentidos, lo mejor es que vayas a casa y te recuperes, luego hablaremos cuando estés sobrio...

-¡No me iré! ¡Vete de aquí y anda con mi hermano! ¡Tal parece que congenian bastante bien!

-¡Ye Jun! -le grité, hacía un inmenso esfuerzo por no salir de mis cabales, gracias mi Dios porque sé que estabas refrenando mi lengua- quieras o no, te sacaré de aquí.

-Haz lo que quieras. Quédate o vete pero yo no me muevo -una de las chicas le sirvió el trago y él lo tomó, volvió su mirada cautivadora a la chica que hace un momento besaba- ¿en qué estábamos?

Me ignoró, así de simple y de sencillo, pasó de mí e hizo de cuenta que yo no estaba allí. Esto era imposible y yo me sentía dolida pero ¿por qué?... Creo que ya sabía la respuesta pero no lo quise admitir hasta ahora... creo que... estoy empezando a sentir algo por él. Llevé una mano a mi corazón, no podía ser verdad, no puedo sentir esto por alguien como él ¡era un inconverso! ¡No era cristiano! Y bien sé que es imposible lo nuestro, se nos ha enseñado muy bien y la Palabra es muy clara en relación a este punto: no hay que unirse en yugo desigual; no hay tintes grises, o es blanco o es negro, así que el yugo desigual no pinta en mi vida, me niego.

El Diario de Alicia MelgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora