En otro tiempo, incluso los primeros días que conocí a Ye Jun, podría afirmar que si hubiese visto lo que ahora mis ojos contemplaban es muy probable que no me hubiese afectado en lo absoluto, a lo más un sentimiento de compasión por un alma perdida en vicios. Pero no, esto que sentía era totalmente diferente a lo que jamás imaginé, algo que sobrepasaba todo entendimiento lógico y humano.
Dos chicas cantaban y bailaban siguiendo el ritmo y la pista del karaoke, mientras que sentado al otro lado estaba él, con un montón de botellas de distintos colores y tamaños en la alargada mesa riendo, una chica a cada lado de él a quienes abrazaba con mucha cercanía y les dedicaba esa atractiva sonrisa de "chico conquistador" que le dedica a todas con las que quería pasar la noche, asumí. La escena que le siguió fue la que me hirió el ya roto corazón: se inclinó a la hermosa "chica modelo" que tenía sentada a su lado derecho, le susurró algo al oído sin dejar de sonreírle y, acto seguido, la besó apasionadamente dejándome perpleja.
-¡Ye Jun!
Mi grito hizo que todo el ruido se acallara, excepto la pista del karaoke que continuaba sonando. Ese hombre odioso y casanova volteó a mirarme percatándose de mi presencia, al fin.
Mi corazón sintió un vuelco en el instante que nuestras miradas se conectaron. Aguanté las lágrimas, no iba a llorar ahí y menos en medio de todas esas mujeres que lo único que buscaban era sacarle provecho o, mejor dicho, dinero. Me armé de valor y me adentré en el lugar cerrando la puerta tras de mí.
-¿Qué haces aquí? -preguntó con seriedad, como si mi llegada sólo ocasionó que le fastidiara la diversión- pensé que estarías entre las sábanas de mi hermano.
Oré, solo ocupé mis pensamientos en Dios pidiéndole que me ayudara a contenerme, a frenar mis emociones porque en ese instante sólo quería llorar y darle una bofetada por su insolencia. Respiré profundo y exhalé para calmarme.
-Pues así como vas parece que es otro el que va a amanecer en las sábanas de otra mujer.
Las comisuras de sus labios trazaron una delgada línea hacia arriba, mientras se servía otro "shot" de lo que sea que estaba bebiendo y de un trago lo tomó.
-¿Acaso te quieres unir?
Señor dame paciencia y palabra, porque un hombre en ese estado se vuelve más astuto, aunque parezca increíble.
-Sabes que no. Vamos Ye Jun, salgamos de aquí.
-¡Ah, ahora sí quieres estar conmigo!
-Por favor Ye Jun, no estás en tus cinco sentidos, lo mejor es que vayas a casa y te recuperes, luego hablaremos cuando estés sobrio...
-¡No me iré! ¡Vete de aquí y anda con mi hermano! ¡Tal parece que congenian bastante bien!
-¡Ye Jun! -le grité, hacía un inmenso esfuerzo por no salir de mis cabales, gracias mi Dios porque sé que estabas refrenando mi lengua- quieras o no, te sacaré de aquí.
-Haz lo que quieras. Quédate o vete pero yo no me muevo -una de las chicas le sirvió el trago y él lo tomó, volvió su mirada cautivadora a la chica que hace un momento besaba- ¿en qué estábamos?
Me ignoró, así de simple y de sencillo, pasó de mí e hizo de cuenta que yo no estaba allí. Esto era imposible y yo me sentía dolida pero ¿por qué?... Creo que ya sabía la respuesta pero no lo quise admitir hasta ahora... creo que... estoy empezando a sentir algo por él. Llevé una mano a mi corazón, no podía ser verdad, no puedo sentir esto por alguien como él ¡era un inconverso! ¡No era cristiano! Y bien sé que es imposible lo nuestro, se nos ha enseñado muy bien y la Palabra es muy clara en relación a este punto: no hay que unirse en yugo desigual; no hay tintes grises, o es blanco o es negro, así que el yugo desigual no pinta en mi vida, me niego.
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El Diario de Alicia Melgar
RomanceAlicia es una chica cristiana en la flor de la vida: recién casada, recién graduada, recién mudada de casa para formar un nuevo hogar con quien ella sabe es el amor de su vida, pues Dios mismo le concede ese anhelo. Su hombre para ella era el ser má...