SIETE DÍAS ANTES: DÍA 2

28 6 0
                                    

     Desperté bruscamente, sobresaltada y agitada. Que sueño tan extraño fue ese… No sé si era bueno o malo, pero era como si Dios mismo me estuviera advirtiendo que algo se acercaba. No puedo negarlo, me sentí inquieta por un momento. 

     Llegó el día más odiado por todos: el lunes. No hay mucho que decir o contar, más allá de ser una jornada laboral extenuante en la mañana y relajada en la tarde. Hoy el día estuvo nublado pero ni rastro de la lluvia ligera de ayer, al menos ayudó a refrescar un poco más el clima. 

     Al salir de la oficina decidí dar un paseo por el boulevard y algunas calles antes de irme a casa, solo para ver si se me ocurría algo para hacer en el aniversario de bodas. Encontré una tienda que vendían artículos varios, entre ellos, cosas para enamorados y novios. Se me ocurrió una idea sencilla pero linda: hacer una cena romántica a la luz de las velas, podría comprar unos pétalos y decorar la habitación, quizás algunos globos en forma de corazón. Sería íntimo y sencillo… Aunque pensándolo bien algo cursi, pero muy propio de mí. 

     Terminé comprando unas velas aromáticas y unos globos lindos, los pétalos tendrían que esperar al viernes, sino se marchitarían muy rápido. Mientras me dirigía al metro, suena mi celular: era una hermana de la iglesia, que por demás está decir, éramos muy unidas. 

-Aló, ¿Alicia? 

-Hola Naty, Dios te bendiga ¿cómo estás? 

-Amén, Dios te bendiga mucho más. Yo bien ¿y tú? Oye, te llamaba para encontrarnos en el café de siempre ¿estás cerca? ¿O estás ocupada? 

-No, ya voy para allá. Tardaré un poco porque no estoy en casa. 

-Esta bien, no hay problema. Yo te espero. 

-Genial, nos vemos. 

     No sabía bien si era algo urgente, pero al menos no parecía ser grave. Pese a las dificultades del metro, la gente, los empujones, y el caos citadino, logré llegar a buena hora al café donde nos juntábamos Natalia y yo muy frecuentemente. Solíamos hablar, reír, llorar, y hasta discutir (sí, nadie es perfecto, nos hemos herido, pero como niños nos hemos perdonado también). Me atrevería a decir que ese café conocía todas nuestras historias y vivencias juntas. 

     Siempre oraba por ella, era como la hermana de sangre que nunca tuve y siempre quise, crecimos juntas así que teníamos una historia. Era una niña linda, pero también muy ingenua, de corazón noble y sobretodo: enamoradiza; eso ha traído como consecuencia que le rompieran el corazón un par de veces. Eso sí, no se enamoraba del primero que se le paraba enfrente, sino de aquellos que de forma amistosa le habrían su corazón. 

-Naty ¿qué sucede? Parecía urgente. 

     Me hizo una seña para que hiciera silencio y bajara la voz, la miré extrañada por su actitud, no entendía nada de lo que pasaba realmente. Tiró de mi mano haciendo que me sentara rápidamente… a veces no la entendía. 

-¿Qué…? 

-¡Sht! -me cortó tajantemente- que no te escuche Joseph -susurró mirando a un costado de la cafetería. 

     Arrugué la cara pues no entendía de qué hablaba y mucho menos de quién. Intenté voltearme para ver a donde dirigía ella sus nerviosos y profundos ojos grises oscuros, pero enseguida me apretó la mano. 

-Ni te atrevas a mirar así. Voltea a la mesa que está en el rincón disimuladamente, como si fueras a ver por la ventana algo, sin ser descarada. 

     Parecía chiste, la descarada era ella que no despegaba la vista de la “ventana”. Le seguí el juego y me hice la tonta, como si hablara con ella animadamente y reí volteando la cabeza mirando hacia la ventana. Había un grupo de chicos más o menos de nuestra edad, eran tres y hablaban amigablemente. He de reconocer que eran bastante guapos, hasta parecían no ser de esta parte del globo terráqueo. Volví la mirada a Natalia sin entender nada ¿de dónde los conocía? ¿Acaso estaba tan desesperada como para empezar a fijarse en cualquier tipo de hombres?. Ella me miró seria y pareció entender las preguntas que se formulaban en mi cabeza, porque instantáneamente negó con la cabeza bruscamente, y luego con las manos las batió de un lado a otro para negar rotundamente mis pensamientos. 

El Diario de Alicia MelgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora