Capítulo 34

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Avanzamos por el amplio terreno siendo observados por decenas de guardias de seguridad y algún que otro francotirador. Luego de unos minutos llegamos a la entrada del edificio y nuevamente hacemos uso de las tarjetas. Al entrar, dos guardias nos detienen y revisan nuestra identidad y si tenemos algún arma.

Deben ir al último piso, allí encontrarán al primer ministro. Pero deben tener cuidado, están en la zona del enemigo; quizás el primer ministro no esté al tanto del proyecto, pero lo más probable es que muchos de los que trabajan ahí sí lo estén. —Dice mi tío por el auricular transparente que nos entregó.

Hacemos lo que él dice sin responder, pues estamos rodeados de guardias. Caminamos directo al ascensor, pero la voz de mi tío nos detiene.

No se les ocurra tomar el ascensor. —Mark y yo nos miramos y aguantamos la risa, ya íbamos directo hacia allá. —Pueden saber que están dentro y retenerlos con una fingida ruptura del ascensor.

—De acuerdo. —Susurro en respuesta mientras vamos a tomar las escaleras.

¡Dios, dame fuerzas, son cincuenta pisos!

Comenzamos a subir con rapidez cada escalón. Luego de diez minutos sin parar ya estamos exhaustos, Mark me toma de la mano y me impulsa a seguir hasta subir al siguiente piso.

Piso cuarenta y tres.

¡¿Por qué rayos hay tantos pisos?!

—Vamos bichito, no te detengas, ya falta poco. —Me anima Mark a mi lado en el suelo, está tan cansado como yo.

—Me tiemblan las piernas. —Digo y al ver su expresión pícara me arrepiento.

—De seguro así te dejé cuando follamos. —Trago saliva y una corriente de placer me recorre al escucharlo hablar en tono grave.

—¿Quién dice que follamos? —Su rostro se contrae en confusión.

—¿No lo hicimos? —Pregunta incrédulo y yo niego. —¡¿Y por qué no?!

—Tú querías esperar hasta luego de la boda. —Abre los ojos de par en par y yo debo contener la risa.

—¿B-b-boda? —Tartamudea nervioso. —¡¿Yo te pedí matrimonio?! ¡Si ni éramos novios!

—Dijiste que me ambas tanto que no podías esperar más para que fuera tu esposa. —Se queda callado unos segundo en los que no entiendo su expresión, evitando mi mirada en todo momento.

No puedo más y rompo en carcajadas. Él me mira confundido por mi ataque de risa y luego entorna los ojos.

—¿Es mentira, cierto? —Dice y yo asiento. —¿Entonces no te pedí matrimonio?

—No, sanguijuela. —Su cara de alivio provoca un mal sabor en mi boca. —¿Qué pasa? ¿Qué soy muy poca cosa para casarme contigo?

—¿Qué? ¡No! Es solo que... Sería muy triste haberte pedido que seas mi esposa y no recordar tu expresión en ese momento. —Siento que mi corazón se detiene al escuchar sus palabras.

¿Por qué eres tan perfecto?

—Ah... —Sonrío embobada al ver su sonrisa. —No me habrás pedido matrimonio ¿Pero sabes qué?

—¿Qué? —Me acerco a su oído y susurro lentamente.

—Sí follamos, y fue delicioso. —Muerdo su lóbulo y lo escucho jadear. Me alejo un poco y veo sus pupilas dilatadas de excitación. Se levanta a la par que yo lo hago y me toma del brazo para acercarme a centímetros de sus labios.

Atrapada Con Mi Enemigo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora