capítulo nueve.

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—¿De verdad no quieres venir conmigo? —Preguntó Akimaru a su hija mientras subían unas cajas a un carruaje.

Kaede se limpió el sudor de la frente y se acercó a su padre quien se encontraba preparando su mochila de viaje.

—Papá, sabes que no me gusta la miel —la mujer rodó los ojos y Akimaru se rio como respuesta—. Aunque no lo sé, llevas mucho peso, ¿seguro que podrás tú solo?

—Linda, no te haré caminar por tres días cargando esto, tienes una herida.

—Esa herida es de hace casi dos meses —dijo—. Además, aún tengo muy buena resistencia. Podría pedir permiso para acompañarte pero no voy a vender nada de dulce.

El señor Ayashi volvió a reírse de su hija, dejó lo que estaba haciendo y la abrazó ligeramente.

—No te preocupes por eso, el Hokage me ha asignado un equipo para que me acompañe, estaré bien.

—Sólo dime que no te soy útil porque no soy un ninja —murmuró sobre su pecho y el Ayashi se separó de ella.

—Kaede, no, no es eso...

—Confías en un grupo de ninjas y no en mí...

—Sí confío en ti —el hombre acunó la cara de su hija con sus manos, Kaede sintió el tacto calloso y cálido de su padre—. Confío en ti porque eres mi hija, Kaede, y te quiero. No importa si eres ninja o no.

—Yo... yo no quería que esto terminara así —la voz de la Inuzuka se rompió y soltó una lágrima que su padre limpio de inmediato con su pulgar.

—Linda...

—Puedo hacer más todavía, papá...

—Kiniro ya no puede, Kaede. Sé que lo entiendes —un par de lágrimas más brotaron de parte de Kaede—. Es duro, linda, pero vas a aprender a vivir con ello. No te presiones, tómate tu tiempo para sanar. Si no quieres trabajar como maestra está bien, si no quieres trabajar conmigo también está bien, por el dinero no te preocupes, tu madre y yo podemos ayudarte.

—No, no, papá, eso no —la mujer movió la cabeza de un lado a otro a la vez que apartaba las manos grandes que la sostenía—. Tengo treinta años, no puedo simplemente volver a depender de ustedes. Además, mamá no entiende nada, sólo me molesta. Puedo escuchar su voz en mi cabeza diciéndome que no estoy haciendo nada y que no sirvo y...

—Kaede, tranquilízate, Kiseki no piensa nada de eso ¿bien? Ella te quiere mucho...

—Sí claro.

Akimaru estuvo a punto de replicar cuando una muchacha y un perro se acercaron corriendo hasta ellos.

—¡Papá! ¡Kaede! —Tara gritó en el proceso y Hachi ladró fuertemente detrás de ella.

—Continuaremos esta conversación en otro momento —murmuró Akimaru a Kaede. La Inuzuka suspiró y asintió con la cabeza.

—¡Papá! ¿Tú eres el comerciante que irá a la Arena? —preguntó Tara cuando llegó a su destino, se detuvo a un lado de Kaede y descansó del ejercicio físico.

—Así es.

—¡Oh por Dios! ¡Si! ¿Puedes creerlo, Kaede?

—No me digas que tú...

—¡Sí! El Hokage le pidió al maestro Tomoki que nuestro equipo se hiciera cargo, nunca me imaginé que se trataba de papá.

Kaede soltó una risa sin gracia y cruzó los brazos debajo de su pecho.

—Vaya, esto sí que es una coincidencia, ¿no lo crees, linda? —el señor Ayashi se dirigió a su hija mayor.

—Sí, qué casualidad —respondió sin entusiasmo.

golden | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora