capítulo dos.

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Kakashi miró el reloj que colgaba en la pared frente al escritorio, justo encima de la puerta y en medio de las fotos de todos los Hokages. Eran las siete en punto, la hora de salida de todos los empleados. Shikamaru atravesó la entrada para notificar su salida y Kakashi asintió sin dirigirle una mirada.

—Debería ir a descansar usted también, Sexto —sugirió Shikamaru dirigiéndose a la puerta.

—Está bien, Shikamaru, tengo cosas que arreglar todavía.

El chico suspiró con pesadez y se giró nuevamente. —Puedo ayudarle en lo que haga falta.

Shikamaru se rascó la nuca mientras esperaba una respuesta. Kakashi levantó la vista de sus documentos para mirarlo.

—No es necesario, ve a descansar, tu esposa debe estar esperándote. No querrás hacer enojar a Temari, ¿o sí?

Shikamaru se ruborizó, no esperó una respuesta así de su superior. ¿Su relación era tan obvia al ojo público como para que el Hokage estuviera enterado del carácter que tenía su pareja?

—Anda, en una hora estoy fuera. Además, yo no tengo que hacer esperar a alguien.

El consejero de Kakashi pasó de sentirse avergonzado a incómodo. Últimamente había estado escuchando comentarios parecidos de su parte, sobre la soledad y como si estuviera comparando su vida con la de sus ex alumnos u otras personas. Shikamaru no era ningún tonto, desde el primer momento se había percatado de que el Hokage no estaba en su mejor racha y, por lo que su esposa y otros compañeros y amigos le habían dicho, no era el único que lo había notado.

Después del funeral del ninja, Kakashi se había mostrado más deprimido, aunque su consejero podía jurar que no era por la muerte de ese hombre en sí, sino, por la cantidad de cosas que se ha estado guardando por años.

Con lo que respectaba a aquella misión, Kakashi decidió que no volvería a cometer un error como ese y prefirió mandar a Sasuke a investigar lo que se supone que buscaría aquel equipo. El Uchiha corría peligro, pero sus habilidades eran muchísimo mejores que las de aquellos shinobi, incluso mejores que las de él. Odiaba admitir eso.

—Bien, entonces me voy.

Kakashi respondió con un asentimiento de cabeza y volvió a sus asuntos. Shikamaru por fin salió de la oficina y cerró la puerta detrás de sí, dejándolo solo.

—¿Sigues aquí? —Sai lo llamó. Él estaba justo a su lado, recargado en la pared. Tenía un semblante tranquilo pero Shikamaru se asustó por su repentina aparición.

—Diablos, Sai, ¿cuánto tiempo llevas ahí?

—No mucho. ¿Tú también piensas que el Hokage está deprimido? —Sai ladeó un poco su cabeza y Shikamaru torció la boca.

—¿E-escuchaste lo que ha dicho?

—Sí, bueno, igual no es un secreto. El señor Hokage piensa que nadie se da cuenta pero sé que tú lo has visto. Ya sabes, esas ojeras, su forma de caminar y la excesiva carga de trabajo que se da.

—¿Ahora eres un experto? —Shikamaru se cruzó de brazos y sonrió burlesco.

—He leído libros sobre lenguaje corporal y emociones.

—Claro. Bueno, me iré ahora. —Volvió a poner sus brazos a los costados y caminó pasándole por un lado.

—Salúdame a Temari, espero que no sea muy ruda contigo —Sai vociferó mientras meneaba una de sus manos en forma de despedida.

Shikamaru se detuvo en seco y volvió a sentirse avergonzado. No dijo nada y siguió caminando. Agradecía que la mayoría del personal no estuviera ahí para escuchar eso.

golden | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora