capítulo cuarenta y siete.

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El repique en la puerta de madera vieja, provocado por el golpe de los dedos de Kakashi, hizo que Kaede girara la cabeza y lo viera atravesar el marco con mucha calma. La Inuzuka volvió a poner atención en el exterior a través de la ventana, al mismo tiempo que Kakashi avanzaba a paso lento hacia ella.

Permaneció de pie un minuto hasta que Kaede se tomó la molestia de verlo.


—No creí que estarías aquí tanto tiempo —murmuró.

—Tu padre me pidió que me quedara, al menos hasta que estuvieras mejor —respondió él, Kaede regresó la vista al frente—. Aunque, a decir verdad, Kaede, quería saber que estás bien.

—No digas eso, Kakashi...

—Es la verdad —suspiró—. Lo que pasó... con tu madre...

—Estará bien, ella e Ikki merecen estar en la cárcel, no son más que vil escoria.

Kakashi respingó ante tal aseveración, inesperada, como era propio en ella.

—¿Por qué no me dices lo que estás pensando realmente, Kaede?

—¿Por qué piensas que lo que digo no es lo que pienso?

—Porque te conozco.


Kaede se removió en su asiento, ¿ese era el momento que tanto había estado evitando y deseando al mismo tiempo?

Habían pasado dos semanas desde el incidente en el calabozo con su madre, Kakashi había estado al pendiente de ella, era como una garrapata adherida a su piel, y Kaede se sentía confundida todo el tiempo. No podía dejar de pensar en la información que tenía y lo culpable que se percibía al no decirle a su padre o a su hermana. También pensaba en el futuro, en qué haría al volver a Suna o cómo tendría una vida medianamente normal después de todo lo que había pasado.

Miró a Kakashi a los ojos y aunque de pronto tuvo ganas de llorar, no lo hizo. Se refugió en sus orbes oscuros, aquellos que pensó que nunca volvería a ver y que la observaban con compasión y ternura.


—¿Qué estás haciendo aquí, Kakashi? —se atrevió a preguntar. Kakashi parpadeó repetidas veces.

—Y-ya te lo dije, Kaede, me preocupo por ti...

—Pero, ¿por qué? No lo entiendo, en realidad, hay tantas cosas que no entiendo. Como la forma en que lo nuestro terminó, ha pasado tanto tiempo desde ello, no sé, no entiendo por qué estás aquí después de lo que pasó. No entiendo lo que siento tampoco porque creo que he esperado mucho para volverte a ver pero tengo la sensación de que algo está mal.

—¿Qué sientes que está mal?

—Esto, todo, no lo sé. ¿Vamos a pretender que nada de lo nuestro sucedió? Lo malo, digo. Apuesto a que mueres de ganas de decirme que todo fue mi culpa y que fui una ilusa que creyó en Ikki.

—¿Ahora crees que sabes lo que pienso? —Preguntó Kakashi en un tono más severo, Kaede sintió una punzada en el pecho pero se mantuvo seria—. Entiendo que estás pasando por un momento difícil, por eso estoy aquí...

—¿Lo entiendes? Mi perro está muerto y mi madre en la cárcel, ¿entiendes eso? —Alzó la voz, harta, Kakashi frunció el ceño como respuesta.

El Hokage se mantuvo callado, no iba a ser de aquello una competencia de quien sufrió más, conocía a Kaede, sabía que estaba enojada.

—¿Está todo bien? —Akimaru se asomó por la puerta, su rostro parecía alarmado.

Kaede suspiró al mismo tiempo que se hacía para atrás el cabello con la mano.

golden | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora