capítulo treinta y nueve.

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En la cima de un tejado, un hombre yacía con los ojos cerrados, la brisa fresca acompañada de granitos de arena le revolvieron el flequillo y un par de perros se acomodaron junto a él para seguir durmiendo.

Kiseki estaba apunto de marcharse, había espiado el tiempo suficiente como para saber el momento exacto en que Tara estaría sola, sólo faltaban veinticinco minutos.

Tadashi sabía que la madre de Kaede se encontraba tres veces a la semana con el líder, Ikki Inuzuka. No tenía idea del motivo de dichas reuniones, pero lo sospechaba, especialmente porque conocía la gran estafa que habían armado antes, en Konoha. El Inuzuka se sintió culpable desde entonces, estaba avergonzado, tanto cómo para admitirle su error a Kaede, aunque tampoco se había esforzado demasiado por hacerlo. Eso también lo hacía sentirse miserable.

Terius y Taison movieron sus pesadas colas, los golpeteos hicieron reaccionar a Tadashi, por lo que, con rapidez, se incorporó y dirigió su vista a la casa de Kiseki. Tal como lo habían reportado los perros, la señora iba de salida, Himeko la acompañaba. Como todos los jueves, Tara se quedaba con Hachi.

Tadashi esperó a que Kiseki estuviera lo suficientemente lejos para bajar del tejado y comenzar a acercarse sin parecer sospechoso. Cuando el terreno parecía estar calmado, avanzó.

Tocó la puerta de la vivienda y esperó que Tara le abriera. La Inuzuka no se sorprendió al verlo porque percibió su olor a penas pisó la arena del exterior. Hachi se puso en guardia de inmediato.

El hombre estudió sus expresiones, lucía ligeramente molesta, consternada. Su cabello castaño y despeinado cubría los laterales de su rostro y las marcas enrojecidas con forma de colmillo resaltaban de entre este.

—Vaya, eres idéntica a tu hermana —murmuró, Tara frunció aún más el ceño.

—Vaya, tú eres idéntico a una bola de caca.

—Que graciosa —comentó con sarcasmo.

—Mi mamá no está y Kaede no vive aquí —dijo—. Y no voy a decirte donde vive, así que no preguntes.

—Descuida, no estoy buscando a tu mamá, tampoco a tu hermana.

—¿Entonces qué quieres?

—Necesito decirte algo, tiene que ver con Kiseki.

—¿Por qué crees que me importa en lo más mínimo?

—Porque está haciéndole daño a Kaede —tal declaración puso en alerta a Tara, relajó el cuerpo y se enderezó para seguir escuchando—. Verás, sé que no he sido el mejor hombre del mundo, Kaede y yo tuvimos una relación extraña y...

—¿Extraña? Le rompiste el corazón como mil veces, eres un patán.

—Lo sé, lo sé. Puedes insultarme de todas las formas que se te ocurran, me lo merezco —Tadashi se masajeó la nuca y suspiró profundamente. Terius y Taison restregaron sus cabezas en cada una de sus piernas para mostrar apoyo y como si se tratara de magia, Tadashi recobró el aliento—. Quise decirle esto a Kaede hace un tiempo —continuó—, Kiseki armó todo un complot con Ikki y... yo también fui parte de eso, hasta cierto punto.

Tara parpadeó múltiples veces, agachó la cabeza y vio a Hachi, luego a los dos ninken de Tadashi, luego a Tadashi. Intentó imaginar una forma en que lo planteado por él fuera posible, pero no se le ocuría nada. Por años había sido testigo del trato diferente que recibía Kaede por parte de Kiseki, pero un complot le parecía exagerado, sobrepasaba el límite.

Agitó la cabeza de un lado al otro y se atrevió a mirarlo a los ojos. Tadashi se acomodó las gafas en el puente de la nariz y esperó a que ella dijera algo primero.

golden | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora