capítulo treinta y siete.

336 38 1
                                    

—Kaede, ponte un abrigo, afuera hace mucho frío.

—En Suna no sentiremos demasiado, creo que es un desperdicio usar abrigo.

—Sabes que es un viaje de tres días, cariño, hazle caso a tu madre.

—Siento que me están hablando como si tuviera diez años, es molesto.


Kaede cerró su mochila, sus padres esperaban en la puerta de casa de Akimaru a que ella terminara de guardar sus pertenencias. Su departamento había sido vaciado en menos de una semana y más de la mitad de su clan ya no vivía en Konoha. Su familia era una de las últimas en dejar las tierras del país del fuego.

El tiempo había pasado demasiado rápido, más de medio año tomó para hacer realidad lo que seguía considerando su peor pesadilla, y aunque deseaba mantenerse firme a la decisión que había tomado al principio, había una muy buena razón para continuar.

Aunque también había una para quedarse.

Kaede apretó la lona de la mochila con mucha fuerza, recordar a Kakashi era doloroso, una pérdida comparable a la que sintió por Kiniro durante su estancia en el hospital. El Hokage era vital para la aldea, pero estaba segura de que ningún habitante sería capaz de sentir lo que ella en un momento así.

Ellos no volvieron a verse desde el día que discutieron, la pelea no había sido violenta, pero sí que contenía palabras hirientes y sentimientos de culpa, decepción y tristeza, y ninguno había sido capaz de acercarse al otro para aclararlo.

El pecho parecía que estaba siendo oprimido por una fuerza descomunal y el ardor en los ojos se intensificaba con el paso de los segundos. Por un momento se sintió incapaz de moverse de su lugar, no quería hacerlo, porque salir de esa casa implicaba no dar marcha atrás.

¿Valía la pena en verdad? ¿Cuánto deseaba buscar a ese tipo y matarlo? ¿Era más grande la necesidad de venganza que su amor por el Sexto Hokage?

Akimaru se acercó por la espalda en cuanto los sollozos de su hija se manifestaron, los espasmos en su cuerpo eran constantes y el agua salada proveniente de sus ojos caía sin parar sobre la mochila a la que tanto se aferraba. Kiniro transmitió su calor en sus piernas y Kiseki, como siempre, se encargó de mirar desde lejos.


—Kaede...

—Lo siento, lo siento —respondió a través del hipo—. Lo siento... yo... iré pronto... sólo...

—Está bien, cariño, sácalo.

—Voy a extrañarlo tanto, papá...

Kiseki se irguió de inmediato y Akimaru puso una mano frente a ella, indicando que se detuviera. La Inuzuka frunció el ceño y le mostró los colmillos, pero su ex marido no perdió la firmeza.

—Todo es mi culpa —continuó—. Ni siquiera sé si seguimos siendo pareja, no sé si está comiendo bien o si tiene mucho trabajo... yo, no sé, no sé...

—Ese hombre no es para ti, Kaede —respondió su madre. La menor sorbió su nariz y siguió llorando, cabizbaja.

—¡Kiseki! —advirtió Akimaru, pero fue ignorado.

—Te lo dije, Kaede, Kakashi Hatake es un hombre incompetente, inmaduro y desvergonzado. ¿Qué podías esperar de alguien que ha utilizado su poder para defender a un criminal?

Kaede negaba una y otra vez moviendo la cabeza, sin parar de llorar. No quería escuchar eso, su madre no tenía idea de nada y solo hacía lo de siempre, lastimarla.

golden | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora