capítulo dieciséis.

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El camino de vuelta a la aldea fue pesado e incómodo. Sasuke Uchiha arrastraba los pies en la tierra, su semblante era inexpresivo pero esa actividad hizo que el Hokage interpretara el fastidio y cansancio que poseía.

A su derecha, Kiseki Inuzuka avanzaba más tranquila que su alumno, llevaba en sus brazos el cuerpo sucio, agotado e inconsciente de su hija más chica y detrás de ella caminaban los ninken, uno más acabado que el otro.

Todos estaban callados.

Kakashi no era bueno sosteniendo conversaciones, no le gustaba, sobre todo con gente con la que no tenía una muy buena relación, como con Kiseki. Así que no hizo preguntas de índole personal, no cuestionó sus actos impulsivos y que iban contra las normas fronterizas, y mucho menos habló de Kaede; Kiseki no la había mencionado en ningún momento, así que Kakashi tampoco mostró señales que revelaran que la conocía. Sasuke era silencioso por naturaleza, él estaba molesto por la osadía de la señora y su perra y este enojo aumentó por lo blando que había sido su maestro con ella. Por supuesto, la Inuzuka evitaba mirarlo a los ojos pero no bajaba la guardia, Sasuke sabía que ella no confiaba en el Uchiha, así que tomó su distancia.

Esto había vuelto loco a Kakashi, quien pensó que pasaría una misión pacífica y centrada. Desafortunadamente, se equivocó.

Los tres habían intentado emprender una búsqueda rigurosa por todo el perímetro abarcado por las fronteras de Konohagakure y Amegakure, pero Kiseki casi nunca estuvo de acuerdo con las decisiones de Sasuke y de Kakashi, lo que los llevaba a tener conflictos que no siempre se solucionaban y sólo los retrasaban. Cuando por fin habían logrado coincidir en seguir una ruta en común con un plan bien armado por si era necesario ingresar a la Aldea de la Lluvia, un rastro de chakra había aparecido de golpe y Kiseki, quien reconocía perfectamente el olor, partió sin pensarlo detrás de él, con Himeko, Kakashi y Sasuke pisándole los talones.

Finalmente, la habían encontrado a ella y su perro ocultos en una cueva abandonada, afectados por la inanición, pero no heridos de gravedad.

El plan se había ido a la mierda. Sasuke y Kakashi se dieron cuenta de cómo habían vuelto sobre sus pasos. El Uchiha le transmitió con la mirada el descontento por haber hecho un esfuerzo de dos días, todo para que la niña Inuzuka hubiera estado escondiendo su chakra y el del perro en una cueva sucia. No había sido secuestrada, ni asesinada. Si acaso se había raspado las extremidades y ensuciado la ropa, pero nada más.

Kakashi entendía a su alumno, de cierta forma, él se sentía igual, pero no tenía permitido pensar si lo que habían hecho había sido inútil o no, la hermana de Kaede estaba viva e iba a regresarla a casa. Era lo único que le importaba y le aliviaba saber que, de una u otra manera, había completado su misión.

Kotetsu recibió a Kakashi y a su escolta la madrugada del domingo, el sol no tardaba en salir. Kiseki sabía que estaba en problemas pero no le importaba, ella necesitaba concentrarse en los cuidados de su hija.

Kakashi le permitió marcharse al hospital y le prometió que arreglaría su papeleo. La mujer asintió y ella y los dos ninken los dejaron en la entrada.


—Está bien, Sasuke, puedes ir a casa.

—Entregaré mi reporte.

—Hazlo después —dijo Kakashi. Kotetsu escuchaba del otro lado de la caseta, mientras registraba los datos pertinentes—. Es tarde, Sakura debe estar preocupada.


Sasuke chasqueó la lengua, tomó sus papeles y desapareció por el camino.

Kakashi terminó sus asuntos. Su intención era alcanzar a Kiseki en el hospital y cerciorarse de que su hija estaba bien, pero reconocía que no podía llegar ahí él solo, su conciencia no se lo permitía. Quería avisarle a Kaede personalmente, decirle que podía estar tranquila porque su hermana y su padre estaban vivos. Eran cerca de las cinco de la mañana, podía arriesgarse a ir a su casa a buscarla pero dudaba demasiado.

golden | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora