Antecedentes

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¿Por dónde comenzar?

Esto es... abrumador.

Una vez más me tengo que repetir que esto es lo que quiero.

O...

O no.

A la mierda.

Yo no quiero esto.

No quiero. Excepto que decir eso es mentira. Sí quiero.

Mis ojos iban a parar a donde no debían, a los cuerpos de las chicas pasando, a las manos de parejas entrelazadas, a niños pequeños que se sentían atacados con mi mirada. Nunca me fue tan difícil no prestar atención a todos estos detalles. Me pregunto en qué era lo que pensaba o lo que veía cada que venía a un centro comercial. Supongo que ropa o comida. Creo que acabo de escuchar mi estomago rugir, tengo hambre. Debería comer antes de esto.

¿Y si como y después vuelvo?

Esa opción es tan atractiva, pero recuperar el valor que ahora tengo no va a ser fácil.

La mirada asesina de una chica me hizo darme cuenta de que mantenía los ojos en su novio y de inmediato volví la vista al frente.

Tal vez sería mejor si pudiera disimular.

Volteo a ver mi mochila y sí, sigue donde la había dejado.

La atraigo hacia mí y comienzo a esculcar, no tengo mucho, solo "la libreta", una botella de agua que compré en el metro y la cámara instantánea que le había robado a Alisen. Serviría para disimular.

Primero comencé con unas cuantas plantas que estaban alrededor de los barandales de cristal que rodeaban la segunda planta con vista a la primera. Las fotos de las plantas se volvían aburridas. Qué bueno que no me quiero dedicar a la fotografía, soy pésima.

Suficientes plantas, necesito hacer esto rápido. Volteo la cámara a la planta baja y comienzo a observar. Me siento muy superficial por buscar a alguien solo por su apariencia. Sin embargo tampoco es que esté en busca del chico más atractivo, solo uno que esté guapo, pero a un nivel moderado -lo suficientemente bajo para que pueda fijarse en mí-. Por obvias razones, entre las cuales está que elegí la plaza más pretenciosa de la ciudad y las personas atractivas suelen ser un tanto pretenciosas, encontré muchos chicos guapos, muy guapos, de todo tipo de gustos. Lo difícil está en encontrar a alguno solo.

Solo un raro viene solo a un centro comercial.

Ejemplos: tú.

Mi paciencia comienza a caer poco a poco y luego: lo increíble, un chico guapo, mas no inalcanzable, solo, caminando, lo sigo con la cámara esperando que entre a una tienda e interceptarlo afuera sin embargo a medio camino, a lado de un Starbucks se encuentra a una chica con dos bebidas y toman el camino juntos.

Soy patética.

Todavía con la cámara allí, en el punto en que mi objetivo encontró a una dama, aparece algo. No algo, alguien. Sin duda no es un probable objetivo, pero dios... qué guapo es. Alguien tan guapo que incluso hipnotiza. Las personas a su lado desvían la vista para observarlo, y ni siquiera parece notarlo. No sé cuánto he durado viéndolo, pero al momento que él sube su mirada para toparse con la mía una culpa me invade y provoca que me trate de ocultar agachándome para ser tapada por el barandal.

Flashback de hace unos instantes: barandales de cristal.

Lo peor es que aún siendo consciente de mi error prefiero quedarme quieta y esperar a que desaparezca, que levantarme aún sintiendo su mirada y sentarme en la mesita en la que estaba.

Han pasado minutos y aún no soy capaz de ver si aún sigue allí.

Miro, primero de reojo para no hacer el ridículo y, después de asegurarme que no sigue allí, con un suspiro me levanto y me vuelvo a sentar en la mesa.

Esto fue un pequeño paso para Adrián un gran paso para mí.

—¿Hola?

Prácticamente brinqué al escuchar aquella voz. De inmediato giro y mi rostro se torna carmesí al mirar al chico frente a mí.

   —¿Me tomabas fotos?

   —¡¡¡Dios no!!!, juro por mi vida que...

   —Tranquila, ¿estás bien? —su tono preocupado, hermoso, casi demasiado; solo vuelve las cosas peor. 

Tal vez si me limito a mirar el piso, se irá.

Sigo esperando a que se marche, pero sigue mirando fijamente. 

Oh, vamos... ¿Qué más da?

Remojo mis labios y trato de decir las cosas lo más rápido que me permiten mis cuerda vocales. 

Sin espacio a arrepentimientos.

   —¿Comer-quieres? —sí eso fue lo que dije.

El desconocido ríe suavemente y después pronuncia un "¿qué?" misma palabra que se vuelve un comienzo. Un comienzo que no creo volver a tener. El comienzo de la nada y del todo.

Quiero pronunciar un placer conocerte desconocido, pero mi voz solo me da para repetir la palabra comer y caminar con la esperanza de que me siga.

Solo una firmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora