¿QUIÉN ES EL VERDADERO IMBÉCIL?
Mi infortunio se hace más grande cada vez. El estúpido taxi en el que estaba se quedó sin gasolina a tres calles de mi casa.
Situación que no fuera tan desagradable si no fuera por las 4 maletas que llevo conmigo.
Con los ánimos por el suelo y el atardecer aproximándose comienzo a caminar con mis maletas mientras el taxista llama un taxi para ir por gasolina, que irónico.
Mientras camino un sentimiento de tristeza me invade y no es por el hecho de que mi maleta se cae cada dos segundos por no tomarla bien.
Sigo mi camino y mi estúpida maleta se vuelve a caer, esta vez es inevitable maldecir en voz alta y dar un grito de frustración.
Intento levantarla y mis otras maletas se caen juntas al soltarlas. Mi paciencia es tan poca que temo a explotar.
—Necesitas ayuda —afirma una voz masculina.
—¿Tú crees? —bramo molesta—. Creo que no me di cuenta.
Volteo a ver como desaparece de mi vista o sigue con su camino ya que eso haría cualquier desconocido ante mi actitud. Veo su rostro y automáticamente doy un paso atrás provocando un torpe tropezón por culpa de mis maletas.
—Siempre nos topamos en malas circunstancias —afirma de nuevo ignorando mi actitud y señala mi mano—. ¿Está bien?
—Yo debería hacerte esa pregunta ¿no? —cuestiono intrigada por las miles de formas que tiene el destino para sorprenderme.
—Te debo una disculpa —lo miro confundida mientras el empieza a levantar mis maletas—. No quise asustarte. Ni que creyeras que te iba a hacer algo.
—Hubieras cometido asesinato de no ser por mí —bromeo.
—No... no lo creo —se lo toma en serio—. No sería... bueno entonces también te doy las gracias.
Detallo su rostro, tiene ojos color gris, cejas espesas, cabello negro azabache, veo los rastros algunos moretones en sus mejillas. Ninguno, creo yo, es el que yo provoque, seguramente fueron hechos antes de que yo lo agrediera.
—Bueno yo también te agradezco por... —lo veo levantar mi maleta y me callo al ver lo que cae de uno de los bolsos abiertos.
No sé como llego eso ahí, es una foto de mi cámara instantánea, ni siquiera sé que es, pero de inmediato el recuerdo del desconocido, de la noche anterior, del que me haya dejado sola, todo, llega a mi cabeza.
—¿Estás bien? —pregunta sacándome de mis pensamientos el chico al que herí.
—Sí, estoy perfecta, gracias por la ayuda.
Digo y tomo mis maletas. Doy dos pasos y vuelve a caer una de ellas.
—Te ayudo —ofrece el chico y lo miro agradecida cuando toma dos de mis maletas —. Me llamo Fernando.
—Anne —me presento y camino con él a mi lado.
—¿Por qué cargas tantas maletas?
—Vengo de un viaje.
—Te gusta señalar lo obvio.
—A ti te gusta preguntarlo —sonrío con astucia —. ¿Por qué golpeabas a Daniel?
—Larga historia y se termino el tiempo para contarla —señala mi casa y asiento con la cabeza caminando a la entrada.
¿Donde guardaste las llaves?
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Solo una firma
RomanceQué se siente estar enamorado? Es una pregunta que Anne se hace continuamente, solo se puede cuestionar las tonterías que las personas hacen por amor y llegar a la conclusión de que quiere lo mismo. Anne vive con una idea del romanticismo perfecto y...