Capitulo 24

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NÚMERO 8

—No te preocupes yo estaré deteniendo la bici por si llegarás a tambalearte —le digo al desconocido.

Asiente dejándome en claro que ya fueron suficientes explicaciones y advertencias y comienza a pedalear; no pasan ni dos segundos cuando ya domina por completo la bicicleta.

Idiota.

Se supone que debería estar feliz por él, pero esta era mi venganza por lo del auto y no está funcionando.

—Jackson —gruño.

—Lo siento —frena frente a mí—. ¿Te haría sentir mejor si finjo que me caigo?

Asiento con la cabeza.

—¿En serio?

—Tú te ofreciste.

—Bien —murmura.

Jackson se tumba dramáticamente al piso haciendo que suelte una carcajada.

—Apestas como actor.

—Y tú como maestra.

—Claro que no, rompiste record en aprender a andar en bici —argumento.

—Por que soy el mejor.

Niego la cabeza al escuchar su falso egocentrismo y tomo mi bici.

Adrián nos presto la suya para Jackson así que cada uno puede ir por su cuenta.

Sin necesidad de...

   —Sube conmigo —pide cuando voy a empezar a pedalear.

   —¿Qué?

   —Sube conmigo.

   —Te escuche la primera vez —murmuro—. No voy a subirme Jackson, para eso tengo mi propia bici.

   —Bien subamos a la tuya.

   —Jackson —lo llamo cuando me levanta del asiento de mi bici.—No pretendo morir hoy.

   —Sería una tragedia —comenta—. No te vas a morir, si acaso te rompes una pierna.

   —Si lo que tratas es convencerme, estás fracasando.

   —Me decepcionas —baja la mirada y mira de reojo a la bici. Ve que no tengo intenciones de ceder y me mira con una sonrisa—. Sube conmigo.

Se vuelve a subir a la bici de Adrián que tiene una parrilla atrás.

   —Es una orden.

   —Y tu crees que...

   —OYE ¿TÚ ERES LA CHICA QUE SE ESCO...—le tapo la boca con la mano y Jackson se ríe en ella.

   —Idiota.

   —Puedo terminar la frase —amenaza y señala la parrilla.

Subo dándome por vencida y no me da tiempo ni de agarrarme cuando empieza a avanzar y lo abrazo impulsivamente. Jackson se carcajea y yo pienso en pellizcarlo por un momento, pero me arrepiento al concluir que si se cae él me caigo yo.

Lo descubrí yo solita.

   —¿A dónde vamos? —pregunto.

   —No lo sé.

Recuesto mi cabeza en su espalda y aferro mis manos a él cuando sube la velocidad.

   —Podría acostumbrarme —asegura.

   —¿A qué?

   —A ti aferrada a mí —se queda callado y antes de que diga algo lo escucho corregirse—. Mejor dicho quiero acostumbrarme. Quiero hacerlo tan seguido que se convierta en mi costumbre favorita. Así como el ver cuando te sonrojas. Justo como lo estás ahora.

Solo una firmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora