Gabriel escudriñaba los monitores de vigilancia, con la eficacia de quien lo hace con asiduidad. Todo parecía tranquilo en el club. Su pequeño momento de relax había pasado desapercibido, sin incidentes, como siempre. Echó un vistazo de reojo a la rubia de tetas enormes, que recomponía su atuendo junto al sofá. Demasiado delgada para que unas tetas así fueran naturales, y el tacto duro se lo confirmó. Silicona. Pero era lo que había. Si quería un polvo rápido, no buscaba la perfección, solo que estuviese lo bastante buena como para ponérsela dura, y ella había servido esta vez. Cómo todas las demás. A veces se tomaba más tiempo, disfrutando del sexo en sí, del cuerpo de la mujer, pero no aquel día, no los últimos meses. ¿Se estaba cansando?, tal vez necesitaba cambiar un poco de aires. Las modelos escuálidas ya no eran suficiente. ¿Quizás alguna asiática?, si, ojos rasgados, piel clara, cabello liso y negro. Sí, podría resultar interesante. O tal vez una pelirroja de ojos verdes, pecosa. Tendría que echar un vistazo en los clubs, quizás encontrara algo nuevo. Algo que lo estimulase, que lo atrajera.
Un rostro conocido apareció en el monitor, y elevó la comisura de la boca, dibujando una maliciosa sonrisa en su cara, mientras miraba la espalda de la rubia. Había estado dándole vueltas a la manera de sacarla de su despacho lo antes posible, y volver a su trabajo, y ahora tenía algo con que hacerlo.
- Tu novio acaba de llegar.-
La rubia dio un bote, y como un resorte se plantó junto a él, buscando el rostro conocido en el monitor.
- No tenía que estar aquí.-
- Lo entretendré mientras sales del despacho.-
Gabriel cerró la puerta a su espalda. Era difícil adivinar que acababa de darse un revolcón, su camisa azul de vestir, y sus pantalones grises de pinzas, estaban perfectamente planchados. Ventajas de tener ropa de repuesto y un aseo en la oficina. Su pelo estaba peinado hacia atrás, de manera casual, salvo el flequillo, que se erguía rebelde. Si, quizás un poco más largo de lo normal, pero no tenía prisa por cortárselo. Le daba ese aire de indomable que le gustaba.
Caminó entre la gente, hasta que encontró su objetivo. Estaba junto a la barra, esperando su consumición.
- Enrique, me alegro de verte.-
El aludido se giró hacia él, algo incómodo, aunque no sorprendido.
- Hola Gabriel. Hace tiempo que no te veía.-
- Si, cambié los turnos en el gimnasio. –
- Algo me habían comentado.-
Gabriel notó que los miraban fijamente, y se giró a su izquierda. Una castaña de ojos como el whisky los estaba mirando sin ningún pudor, como si formara parte de la conversación.
- Oh, disculpa. Jimena, este es Gabriel.-
Ella le tendió su mano, y él la estrechó por inercia. Quizá la retuvo un par de segundos más de lo normal, tal vez porque se sintió pegado a aquella mirada como si fuese miel.
- Hola, encantado de conocerte.-
- Lo mismo digo.-
Súbitamente recordó el motivo por el que estaba allí.
- Oh, podemos hablar un segundo. Te quería comentar algo. Siento robártelo, será solo un minuto.-
- No hay problema.-
Cuando estuvieron a unos metros, Gabriel se detuvo de frente, para poder vigilarla mientras hablaba con Enrique.
- Tu novia está aquí.-
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Un ángel de alas negras
RomanceLa madre de Jimena la dio todo el amor, la protegió, pero solo pudo hacerlo hasta que un desconocido se llevó su vida. A los 14 años, se vio acosada por una familia que la rechazaba por falta de "pedigrí". Nadie la ayudó, hasta que llegó su tía abue...