Gabriel llevó a Jimena hasta su despacho, desde el que tenía una buena vista de la gente allí abajo, y donde no serían molestados. Cerró la puerta a su espalda, y caminó al mini bar.
- ¿Qué te apetece beber?.-
- Agua.-
Gabriel alzó una ceja hacia ella.
- ¿Controlando las calorías?.-
Jimena sonrió hacia él.
- ¿Y qué si así fuera?.-
- Nada. No creí que fueras de esas que controlan lo que comen.-
- Has probado lo que hago. Ya deberías saber que las calorías no me preocupan.-
- Eso pensaba, pero contigo, no estoy seguro de nada.-
- No me ajusto a tu idea, ¿eso es bueno a malo?.-
- Eso es terrible, ¿bueno o malo?, eso aún no lo sé.-
- Me gusta tenerte alerta.-
Jimena tomó la botella de agua que le tendía Gabriel, y dejó que su mirada vagara por el local, sin buscar nada en concreto. Entonces algo llamó su atención.
- Vaya.-
Gabriel se colocó a su costado, quizás demasiado cerca.-
- ¿Qué ocurre?.-
Jimena alzó el dedo y señaló un punto en concreto.
- Zulema.-
- ¿Tu prima?.-
- Sí. No sabía que frecuentaba este local.-
- Y no lo hace.- Gabriel arrugó la frente.
- ¿Estás seguro?. Está ahí.-
- Controlo a todo el personal que entra en mis locales. Créeme, si alguien que conozco entra en mis dominios, yo lo sé.-
- Umm, tus dominios. Suena muy a señor feudal.-
Gabriel se acarició la barbilla con el pulgar, como sopesando la idea.
- Sí, suena bien. Derecho de pernada.-
Ahora era cuando ella soltaba un gritito, o se ofendía, pero no, ella no hizo eso. Se acercó lánguidamente a él, y sin apartar los ojos de su pecho, acarició encima de su corazón, raspando con sus uñas su ahora endurecido pezón izquierdo. ¡Joder!, la chica lo desconcertaba.
- Quizás... otro día... mi señor.-
Y allí estaban esos ojos color whisky, mirándolo directamente, brillando con pícara conciencia. Ella sabía lo que estaba haciendo.
- No juegues conmigo, Jimena. O acabaré tirándote sobre ese sofá y me hundiré tan profundamente en ti que no podrás despegarte del cuero en varios días.-
Y ella sonrió, como si supiese que esa amenaza estaba vacía. Pero que lo matasen si lo estaba.
- Dijiste que no ibas a tocarme. ¿Acaso eres un mentiroso?.-
- Puedo ocultar cosas, pero no miento. No es mi estilo.-
- Entonces aquí estoy segura.-
- No tanto como crees.-
- Sigo enfrentándome a fieras más peligrosas que tú, cada día.-
- ¿Ah, sí?, ¿A quién?.-
Jimena se alejó de él sutilmente, y le dio una sonrisa triste.
- Como diría Yoda, "el lado oscuro poderoso es, oculto permanece".-
- Vaya, una friky de Star Wars.-
La sonrisa de Jimena se dulcificó.
- Un regalo de mi padre. Tenía debilidad por la trilogía original.-
- Así, que te libraste por poco de llamarte Leia.-
- Chewbacca, yo era su Chewie.
- ¿Gruñías mucho?.-
Jimena soltó una profunda risotada.
- Seguramente sí, pero creo que he dejado ese vicio.-
- Ves, es por eso que me gustas.-
- ¿Por qué gruñía de bebé?.-
- Eso también. Pero sobre todo, porque tienes unas contestaciones que no he escuchado nunca antes a nadie. Eres... refrescante.-
- Pues, gracias, supongo.-
- Me gustaría que tuviésemos charlas como estas a menudo.-
- Bueno, no soy buena en estadística, pero creo que para tener buenas charlas, hay que tenerlas también normales, e incluso malas.-
- ¿Lo ves?, es imposible tener una charla aburrida contigo. Tengo que estar atento a las perlas que sueltas por esa boca, seguro que en algún momento me vendrán perfectas a mí.-
- ¿Si tu lo dices?.-
- Lo digo.-
- Entonces tendré que traerte un boli y una libreta para que los vayas apuntando.-
Gabriel alzó el rostro y soltó una gran risotada, mientras negaba con la cabeza. Una joya en bruto, o a lo bruto, no sabía cuál de las dos, pero en definitiva, una joya. Jimena miró su reloj y estiró su espalda.
- Tengo que irme, es tarde.-
Gabriel miró el reloj de la pared, comprobando la hora.
- Son sólo las 10 de la noche de un sábado, no es tan tarde.-
- Sí cuando tienes que levantarte a las 6 de la mañana del domingo.-
- ¡Nadie madruga un domingo!, bueno, salvo que tenga que ir a trabajar, y sé que tu no lo haces.-
- No, no lo hago, pero tengo que coger un avión.-
- ¿Y puedo preguntar a dónde vas?.-
- Puedes, porque ya lo has hecho.-
- ¿Y?.-
- Quieres saber demasiadas cosas.-
- Qué le voy a hacer, soy curioso por naturaleza.-
- Eso no es malo si no eres un gato.-
- ¡Dios!, hoy vas a acabar conmigo.-
- Exagerado.-
Jimena se encaminó hacia la puerta, pero la voz de Gabriel la detuvo.
- Te llevo a casa.-
- Qué caballeroso.-
- Nah, es que todavía quiero saber cuándo vas a volver de tu viaje.-
Jimena le escuchó cerrar la puerta tras ellos.
- El miércoles.-
- Bien.-
- Ahora ya no tienes una excusa para llevarme a casa.-
- Oh, pero tengo más preguntas. El viaje, ¿es de negocios o por placer?.-
Jimena rodó los ojos y caminó hacia la salida. Aquel hombre era como un gato callejero hambriento, mientras llevaras la bolsa de basura en la mano, te perseguiría hasta el contenedor.
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Un ángel de alas negras
RomanceLa madre de Jimena la dio todo el amor, la protegió, pero solo pudo hacerlo hasta que un desconocido se llevó su vida. A los 14 años, se vio acosada por una familia que la rechazaba por falta de "pedigrí". Nadie la ayudó, hasta que llegó su tía abue...