Capítulo 6

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Gabriel se deleitó viendo comer a Jimena. No era ni de las que se contentaba con dos hojas de lechuga mal aliñada, ni de las que se atiborraba hasta reventar. Ella parecía degustar cada bocado. Cuando el manjar merecía su aprobación, sus ojos se cerraban, como intentando ver dentro de sus párpados el sabor que paladeaba. Masticaba despacio, como si estuviese diseccionando cada sensación gustativa. Pero cuando algo la desagradaba, no tenía ningún reparo en apartar el plato.

-           ¿No te gusta el postre?.-

-           Llámame estirada, pero no quiero mancillar el recuerdo del perfecto pansotti con esta imitación de tiramisú.-

-           Eres exigente.-

-           Me gustan las cosas bien hechas, como a todos.- Gabriel tomó un trozo del tiramisú del plato de Jimena, y lo llevó a su boca.

-           Ummm, para mí no está mal.-

-           Todo depende con qué lo compares.-

-           Y tú has comido uno mejor que éste antes, ¿me equivoco?.-

-           Yo lo hago mejor.- Gabriel se inclinó sobre la mesa, con una sonrisa en la boca.

-           Así que tenemos a una experta repostera aquí.-

-           Experta...no, perfeccionista, sí.-

-           Explícame eso.-

-           Mi libro de recetas es limitado, pero insuperable.-

-           Vaya, tu ego no tiene nada que envidiar al mío.-

-           Si tu lo dices.-

Gabriel volvió a recostar su cuerpo en el respaldo de la silla, fijando su penetrante mirada en ella.

-           ¿Algún día probaré alguna de tus recetas?.-

-           Si algún día monto un restaurante, te avisaré.-

-           ¿Y para un amigo, cocinarías?.-

-           Sólo tengo dos amigas, y ya he cocinado para ellas.-

-           ¿Y para un amigo nuevo?.-

-           No voy a hacer más amigos, ya no.-

-           Ug, eso duele.-

-           Seguramente te ofenda, pero estoy segura de que no quieres ser mi amigo.-

-           Tienes razón, me gustaría ser otra cosa.-

-           ¿Y qué exactamente?.-

-           Dímelo tu, que parece que todo lo sabes.-

Jimena dejó la copa de vino, y entrecerró los ojos. Gabriel sintió como si sus pensamientos estuviesen pasando debajo de un escáner. ¿Existía algo así?.

-           Puedo esbozar una teoría.-

-           Hazlo.- le desafió.

-           Eres joven, atractivo y estás cargado de testosterona. Bajo esa apariencia calmada, hay un depredador en busca de presa. Buscas sexo.-

-           ¿Puedes oler mis hormonas?.-

-           No, pero he notado como tus ojos se pierden con demasiada frecuencia sobre mis pechos, y miras mi boca mientras te humedeces los labios. Te muestras atento a mis necesidades, te esfuerzas por complacerme. Evitas contrariarme. Si sumamos esas cosas, todo apunta una atracción sexual por tu parte.-

-           Si fuera otro, me darías miedo.-

-           ¿No te parezco demasiado agresiva?.-

-           Puede ser, pero no me asustas.-

-           Vaya, entonces tendré que cambiar de táctica.-

-           ¿Por qué quieres espantarme?. ¿No soy lo suficiente bueno para ti?.—

Aquella pregunta hizo que la expresión de Jimena cambiara. Hasta ahora había sido divertido, hasta que tocó su punto vulnerable.

-           Puede que yo no sea buena para ti.-

-           Eso tendría que decidirlo yo.-

-           No me gusta que me evalúen. No soy un caballo de carreras.-

-           No te estaba midiendo.-

-           Me gustaría irme a casa.-

-           Por supuesto.-

Gabriel hizo un gesto al camarero para que le trajera la cuenta. Acompañó a Jimena hasta la puerta, y paró un taxi para ella, como pidió. Pero él no estaba dispuesto a rendirse. Como ella había dicho, era un depredador, y estaba acostumbrado a conseguir su presa, corriese lo que corriese.

-           Puedo llamarte.-

-           No es buena idea.-

Jimena se permitió respirar, pero no tranquilizarse. Algo le decía que ese hombre no era de los que se rendían fácilmente. Y había cometido el error de convertirse en un desafío para él.

Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora