Capítulo 3

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Gabriel se apoyó en la barra, llamando la atención de la explosiva camarera al otro lado.

-           Ponme otro, Beca.-

La aludida sonrió y se apresuró a cumplir con los deseos de su apuesto jefe. Sabía que no se liaba con las camareras, pero tal vez, si se emborrachaba lo suficiente, podría tentarlo para saltarse esa regla no escrita.

Gabriel sintió vibrar el teléfono en su bolsillo. Tenía un mensaje de su equipo de seguridad. Había alguien en la puerta principal que preguntaba por él. Se enderezó y avisó a Beca.

-           Llévamelo al despacho.-

Ella le sonrió y asintió.

Gabriel entró en su oficina, y revisó las imágenes de las cámaras. En la puerta principal, la figura de una escurridiza pija le hizo sonreír, hasta que vio su rostro. ¿Nerviosa, asustada?. Algo la había pasado, y no había sido bueno. Apretó los puños, desbordado por un extraño sentimiento protector. Marcó el número directo de Javier, el miembro de seguridad que le había mandado el aviso, y empezó a darle la orden.

-           Tráela a mi despacho.-

Los tres minutos y medio que tardaron en llamar a su puerta, le parecieron horas. Cuando ella entró y Javier cerró la puerta para dejarlos solos, no esperó a que ella hablara.

-           ¿Qué puedo hacer por ti?.-

-           No encuentro mi medalla.-

Aquello no lo esperaba. Aquella pequeña pieza de oro debía ser demasiado importante para ella.

-           La última vez que la vi fue en tus manos. En el taxi ya no estaba en su sitio.-

-           ¿Insinúas que yo te la he robado?.-

Ella comenzó a caminar nerviosa, agarrando con fuerza la cadena de metal dorado ahora vacía.

-           No insinúo nada. Solo recorro mentalmente el último sitio donde la vi, y el primer lugar en el que noté su ausencia.-

-           Ya, entonces por lógica, debió extraviarse en algún punto intermedio.-

Ella asintió, mientras agarraba y soltaba la cadena, para dejar que sus manos volvieran a sentirse vacías.

-           He buscado en el taxi, he tomado sus datos, le he dejado mi número y le he ofrecido una gratificación si la encuentra y me la devuelve...-

-           Pero al no estar segura, quieres cubrir todas las posibilidades.-

-           Sí.-

Gabriel se levantó de su sillón, y se acercó a ella. Necesitaba hacerla entender que podía contar con su ayuda. Colocó su mano en su hombro, e inclinó la cabeza para que pudiera mirarle los ojos bien de cerca. Quería que creyera en sus palabras, necesitaba que lo hiciera.

-           Si está aquí, la encontraré. Daré aviso a las limpiadoras, a seguridad y al personal de las barras.

Gabriel había desplazado su mano hacia el rostro de Jimena, como esperando que se echara a llorar, y su pulgar acechara la primera lágrima.

-           Gracias.-

Ella rebuscó en su pequeño bolso.

-           Te dejaré mi número.-

Gabriel volvió al despacho, abrió el cajón y la tendió un bolígrafo y un papel. Mientras ella escribía, él realizó unas operaciones en el ordenador.

-           No importa si crees que es muy tarde para llamarme. Tú hazlo. Y, gracias otra vez.-

Jimena vaciló unos dos segundos, observando como él estaba ocupado en algo importante en su ordenador. Quizás revisaba las cámaras de seguridad, o tal vez... lo que fuera. Era una persona ocupada, estaba claro. Mejor le dejaba trabajar, y así no ganarse una animadversión que no necesitaba. Se giró hacia la puerta para irse.

-           Espera.-

Gabriel caminó hacia ella, y le tendió una tarjeta de plástico, como las de los bancos. Era totalmente roja, y tenía el anagrama de la discoteca grabado en negro y dorado en el centro. Sin datos, sin números, solo el anagrama, y una banda magnética al otro lado.

-           La próxima vez que quieras venir, solo enseña la credencial en la entrada.-

Jimena estaba desorientada, ¿a qué venía aquello?.

-           Y antes de que lo digas, no, no es una compensación por la pérdida.-

Unos golpes en la puerta apartaron la atención de Gabriel.

-           Adelante.-

Una sonriente Beca apareció en el umbral. Cuando advirtió la presencia femenina que acompañaba a Gabriel, su sonrisa desapareció unos segundos.

-           Ah, déjalo sobre la mesa.-

-           Yo, tengo que irme.-

-           Te acompaño.-

Como la vez anterior, Gabriel la guió hacia la salida, pero esta ocasión, su mente no estaba desnudándola, quería darle un consuelo que sabía no podía ofrecerle. La ayudó a entrar en el taxi, y volvió al local con una única idea en la cabeza.

-           Javier, quiero que avises a todo el mundo. Se ha extraviado un objeto y tenemos que encontrarlo.-

Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora