Capítulo 20

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- ¿Londres?.-

- Sí.-

Jimena estaba saboreando su exquisita ensalada Cesar, cuando dejó caer la noticia.

- ¿Y mañana?.-

- Uhumm.-

- ¿Y qué se te ha perdido en Londres?. No, espera. No he preguntado nada.-

- Es sólo una función benéfica.-

- ¿Para recaudar fondos?.-

- Algo así.-

- Sí que te vas lejos. ¿No hay algo más cerca?.-

Jimena tragó con dificultad, pero no tenía nada en la boca.

- Es un homenaje a los que han fallecido prestando sus servicios.-

- Es importante para ti.-

No era una pregunta. Gabriel notó con facilidad que el asunto la golpeaba cerca del corazón.

- Es importante, porque no me gusta que se frivolice con la vida de las personas. No me gusta que la gente se aproveche de los sacrificios de otros, sobre todo...-

- Sobre todo cuando son importantes para ti.-

Terminó Gabriel por ella.

- Sí.-

- Te acompañaré.-

Jimena alzó la cabeza hacia él, buscando el porqué de aquella reacción.-

- ¿Por qué?.-

- No voy a dejarte sola, no cuando necesitas un refuerzo sobre el que apoyarte.-

- No necesito ningún refuerzo. Nunca lo he necesitado.-

- Bueno, pues esta vez lo vas a tener. Y no hay más que hablar. Además, necesito unas vacaciones del club.-

- Créeme, no serán unas vacaciones.-

Jimena bajó el rostro, concentrando su mirada en algún lugar más allá del plato.

- ¿Me estás ofreciendo una aventura de riesgo?, esto se pone interesante.-

Jimena alzó la vista hacia él, sin poder evitar que una pequeña risa escapara de sus labios.

- Eres un caso, ¿lo sabes, verdad?.-

Gabriel acercó su silla a ella, y se inclinó, tan cerca, que Jimena sólo podía ver sus ojos.

- Puedes llamarme loco, te concedo eso. Eres la única que puede hacerlo sin que le haga morder el polvo. Pero ten en cuenta una cosa. No voy a permitir que nadie te haga daño, me des tu permiso o no.-

- Wow, suenas como un macho Alfa protegiendo a su cachorro.-

Gabriel sonrió y palmeó su muslo, alejándose y dándole la espalda.

- ¿Tengo que meter esmoquin en la maleta, o solo un traje de marca?.-

Jimena sonrió. Gabriel no sabía dónde se había metido, pero daba gracias de que lo hiciera. Sí, enfrentarse a la tormenta, siempre era mejor con un buen impermeable puesto.

***

Jimena alzó la mirada sobre la multitud, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo. No conocía a nadie en aquel atestado salón. Bueno, eso no era cierto, le conocía a él, al hombre sentado en aquella cara silla de ruedas, dominando a los que le rodeaban desde su desventajada altura. El duque tenía que ser el centro del mundo, siempre. También conocía a otra persona, a aquella cuyos caídos dedos envolvían su mano temblorosa. Giró su rostro hacia Gabriel, y soltó el aire que atenazaba sus pulmones. No necesitaba mantener su máscara de distante frialdad a su lado, podía mostrar lo que realmente la aterraba, sin tener miedo de hacerlo, porque él no la haría más daño, ni se aprovecharía de ello, él la protegería, sabía eso. Gabriel se había alzado como su defensor, su escudo, su ángel de la guarda, y esa sensación parecía casi nueva, porque la devolvía a la niñez, cuando su madre la protegía de todos. Otros habían intentado ocupar ese lugar, pero no eran más que impostores, pirañas que perseguían un propósito. Gabriel no. Él lo hacía porque se preocupaba por ella, sinceramente, y eso se notaba. En su forma de tranquilizarla, en su forma de mirar al resto, como si estudiara al enemigo, esperando un movimiento para atacar. Y eso podía ser peligroso para ella, porque podía enamorarse de alguien así, y ese era un problema que no quería afrontar, no en ese momento. Respiró profundamente, y empezó a caminar hacia el centro del lugar. Las batallas había que pelearlas de una en una, sino era imposible ganarlas todas.

- ¿Te he dicho que estás preciosa?.-

Jimena deslizó una suave sonrisa en su tenso rostro, él sabía cómo distraerla.

- Sólo unas 38 veces desde que salimos de la habitación del hotel.-

- Bueno, pues vete sumando, esta es la 39, y no pienso parar de decírtelo hasta que llegue por lo menos a las tres cifras.-

- Lady Fitz-James. Pronto llegará su turno, ¿está preparada?.-

- Por supuesto. Cuando me indiquen, subiré al estrado.-

Gabriel notó la tensión de los músculos, apretando las tarjetas que contenían el secreto discurso.

- Vas a dejarlos con la boca abierta, nena.-

- Eso no es lo que me preocupa.-

Jimena deslizó la mirada hacia el hombre en silla de ruedas, y Gabriel enseguida comprendió.

- Estoy aquí. Si necesitas que le rompa la cara, solo tienes que hacerme una señal.-

Jimena sonrió mientras Gabriel hacía el gesto de machacar algo entre su puño y su palma.

- Sólo quiero que esté lejos de mí, nada más.-

- Eso está hecho. Voy a rajarle las ruedas y listo.-

Jimena tuvo que esconder la carcajada con su mano, antes de que un hombre trajeado con una tablet, se acercara a ellos.

- Su turno, Lady Fitz-James.-

Jimena asintió, y caminó tras el hombre.

- Hazles babear, nena.-

La voz de Gabriel la acompañó hasta el atril. Acomodó sus tarjetas, y parpadeó un par de veces, intentando encontrar el ángulo menos molesto bajo el foco de luz proyectado hacia ella. Al alzar la mirada, buscó el sólido cuerpo de Gabriel, y se conectó a su mirada para extraer la fuerza que necesitaba para que sus rodillas dejaran de temblar.

- Buenas noches, bienvenidos.-

Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora