Capítulo 30

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Gabriel observaba a Jimena mientras dormía. Levaba más de dos horas allí, sentado en la silla al lado de la cama, mirando el relajado rostro de la mujer perfecta para él, no, la única mujer perfecta para él. ¿Un momento de locura?, no, pedirle que se casara con él era lo único que podía hacer. Tenía que hacer todo lo posible por amarrarla bien fuerte a su lado. No había salido corriendo, no había gritado, no le había llamado manipulador, ni monstruo sin alma, y estaba más que seguro que era todas esas cosas, y muchas más. Pero ella veía todo eso, y aún así, lo aceptaba, con todos sus defectos, todo su equipaje. Y ella era la única por la que cambiaría todo, y aún así, no se lo pediría. Tenía que hacer todo para conservarla, por merecerla. De momento, iría a una joyería y le compraría "el anillo", aunque ella no era de las que llevaba ese tipo de joyas. En su día a día, se decantaba por lo sencillo a la vez que elegante, y en sus manos, nunca llevaba anillos. Una vez le preguntó y dijo que la estorbaban cuando estaba en la cocina, y que quitárselos constantemente, hizo que perdiera alguno, así que no se los ponía. ¿Entonces qué podía darla para que llevara siempre y no la molestara?. No quería que le suyo fuera molesto, quería que encajara con ella. Tenía que pensar en ello. De momento, iría adelantando todo el papeleo posible. Iba a casarse con ella, y nada ni nadie se lo iba a impedir, lo demás, podía esperar, eso no.

- Buenos días.-

Su dulce y adormilada voz lo sacó de sus cavilaciones.

- Buenos días.-

Caminó hasta la cama, y se sentó a su lado, tan cerca como para poder retirar un mechón de su pelo hasta detrás de su oreja.

- Ayer hablaba en serio. Quiero que te cases conmigo.-

- Acabamos de conocernos como quien dice.-

- Yo estoy seguro, pero puedo esperar hasta que tu lo estés.-

- Puede que salgas perdiendo si lo haces.-

- Sé lo que tienes, te he investigado, así que sé a lo que me enfrento.-

- Vaya, seguro que investigas a todas las chicas con las que sales.-

- No, solo lo hago con todo el círculo de Emilio, y tú estabas allí.-

- Ah, eso es malo para mi ego. Empezaba a creer que yo era especial.-

Gabriel se inclinó sobre Jimena, atrapándola entre sus bíceps, para que su cara estuviese bien cerca, y centrada sobre la suya.

- No te equivocas, eres especial. –

- ¿Tanto como para que me hagas el desayuno?.-

- Lo haré mientras tomas una ducha, pero no cambies de tema.-

- De acuerdo.-

- ¿Entonces?.-

- De acuerdo.-

- ¿De acuerdo te casarás conmigo o de acuerdo no cambias de tema?.-

- Ambos.-

- Bien.-

La besó rápido y se alejó de ella.

- Eh, ¿Dónde vas?.¿No merezco una celebración o algo por decir que sí?.-

- Tu ve a la ducha mientras preparo el desayuno. Y frótate bien, porque voy a ir allí a volver a pedírtelo de rodillas.-

- ¿Qué...-

Las cejas de Gabriel se elevaron un par de veces mientras caminaba de espaldas hacia la puerta. Si, estaba claro, ese hombre le acababa de soltar, así por las buenas, que iba a recibir sexo oral en la ducha. Así que salió de entre las sábanas, y corrió a la ducha. Lo conocía, si había sexo de por medio, él se daría prisa por hacer el desayuno lo antes posible, así que no tenía mucho tiempo para "limpiarse a fondo".


Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora