- Jefe, tiene visita.-
Gabriel alzó la cabeza del escritorio, para encontrar la conocida silueta de Jimena, parada al otro lado del vidrio de su despacho. Salió de detrás de la mesa para caminar a su encuentro.
- Sabes que Jimena siempre es bienvenida.-
El otro hombre sonrió de una manera que a Gabriel no le gustó, pero ya tendría tiempo de aclarar las cosas con él en otro momento.
- Hola.-
- Hola, no te esperaba hasta mañana.-
- Cambié el vuelo.-
- Ya veo. ¿Te apetece tomar algo?.-
- Whisky, ¿tienes algo de más de 10 años?.-
Gabriel alzó la ceja hacia ella. Eran las apenas las 8 de la tarde, y Jimena nunca había pedido algo tan fuerte. Todas las pistas le conducían a algo que no le gustaba.
- Lo tengo. ¿Puedo preguntar qué ha ocurrido?.-
- Puede que te conteste a eso cuando esté borracha. –
- De acuerdo.-
Gabriel sirvió dos vasos de un Whisky de 15 años, y le indicó que se sentara en el sofá junto a él. Bebieron en silencio, hasta que en la segunda copa, la lengua de Jimena pareció soltarse.
- Mi familia es un asco.-
- Ahí te doy la razón. Tus primos y tus tíos son para darles de comer a parte.-
- Esa familia también es un asco.-
¿De qué familia estaba hablando al principio entonces?. Observó como los dedos de Jimena jugaban con su apreciada medalla. ¿Tendría que ver esa medalla con la familia que odiaba?. Ella dio el último trago a su vaso y lo miró con atención, como si en aquel vacío se encontrara la respuesta a sus preguntas.
- ¿Quieres otra?.-
- Me encantaría beber hasta perder el conocimiento, pero creo que será mejor que lo deje ahora y me vaya.-
Jimena se levantó, y su mundo se desestabilizó. Por fortuna, el regazo de Gabriel la recibió, y sus brazos la sostuvieron antes de que cayera más abajo.
- Te tengo.-
Jimena acomodó su nariz bajo la oreja izquierda de Gabriel, y dejó que sus pesados párpados se cerraran.
Gabriel deslizó su mano por la espalda de Jimena, disfrutando el simple hecho de tenerla acorrucada contra su pecho. Se sentía bien, cómo si aquel fuese su sitio. Después del sexo, algunas mujeres habían pedido estar así, acurrucadas contra él. Pero ninguna lo había hecho sin sexo antes, tan solo su madre, dos veces en toda su vida. La primera, en el funeral de su padre, la segunda, cuando le dieron la noticia de que tenía cáncer.
Jimena se revolvió en su regazo, y notó que aquello que estaba bajo aquel tentador trasero, empezaba a despertarse, y no podía permitírselo. Nunca había sido de los que se aprovechaban de chicas borrachas, y aunque Jimena lo tentase más que el chocolate, no podía dar un paso en falso con ella, no si quería conservarla. Así que soltó el aire, aferró el preciado paquete entre sus brazos, y la levantó hasta salir de debajo, y acomodarla en el sofá. Se acercó a un cajón, y sacó la manta con la que se tapaba las noches que se quedaba allí a dormir. Mantenerla caliente con su manta, le puso una estúpida sonrisa en su cara. Sacó el teléfono de su bolsillo, y esperó a que su jefe de seguridad contestara al otro lado.
- Javier, necesito que me saques el coche a la puerta trasera.-
- ¿Algún famoso que quiere pasar desapercibido?.-
El tono jocoso le decía a Gabriel, que su jefe de seguridad, imaginaba que su "visita" prefería salir con discreción de allí.
- No. Tengo un paquete delicado que llevarme.-
- Ok, jefe. En 5 minutos lo tienes ahí.-
- Avísame.-
Gabriel aprovechó el tiempo para hacer algunas llamadas, y así poder dejar las cosas atadas por esa noche. Cuando recibió el aviso, cargó con cuidado el cuerpo de Jimena, y caminó hacia la puerta de emergencia de su despacho. Cuando llegó a la puerta del callejón trasero, Javier estaba atento para abrir la perta trasera del SUV.
- ¡Mierda!.-
Javier cerró con rapidez la puerta, y corrió a abrir la puerta del acompañante.
- Cuando dijiste que tenía un paquete delicado, pensé que era otra cosa.-
- Te dejo al mando esta noche. Si tienes cualquier problema, me llamas.-
Javier sonreía de aquella manera que decía" Sí, claro. Con lo ocupado que vas a estar".
- Salvo que sea un caso de vida o muerte, no pienso llamarte.-
- Bien.-
Gabriel cerró su puerta, y arrancó el vehículo. Había tardado muy poco en decidir qué hacer con Jimena. Sin con las demás nunca dudó en mandarlas de vuelta a su casa, con ella tampoco tuvo dudas. La llevaría al único lugar seguro que se le pasó por la cabeza.
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Un ángel de alas negras
RomanceLa madre de Jimena la dio todo el amor, la protegió, pero solo pudo hacerlo hasta que un desconocido se llevó su vida. A los 14 años, se vio acosada por una familia que la rechazaba por falta de "pedigrí". Nadie la ayudó, hasta que llegó su tía abue...