Capítulo 31

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- ¿Qué te parece?.-

Jimena extendió los brazos y giró a su alrededor. La luz estaba a media intensidad, igual a como estaría cuando el local estuviese abierto para la hora de las cenas.

- Increíble. Ese diseñador se ha ganado cada céntimo que le hayas pagado.-

- Te gusta.-

- Mucho.-

- Bien. ¿Todo listo para la inauguración de mañana?.-

- Sí.-

- Bien, entonces vamos a esa cena de celebración que me prometiste.-

Jimena agarró su brazo y lo hizo caminar hacia la parte más privada del local.

- Bueno. Mañana es la inauguración oficial, pero antes, me gustaría hacerlo contigo.-

Una mesa puesta para dos estaba esperando. Jimena había pensado en todo. Había creado un espacio aislado, con la luz esquivando discretamente el lugar, dándole ese aspecto romántico.

- Ummm, inauguración sólo para dos. Eso sí que es exclusivo.-

- Eres la única persona con la que quería hacerlo.-

Gabriel la tomó entre sus brazos y la hizo girar como si bailaran.

- Ambiente acogedor, buena comida, compañía exquisita. Sería un pecado no rematar la noche con algo alocado y especial.-

- Cuando hablas de sexo, lo haces parecer como algo nuevo y excitante.-

- Bueno, ahora no estaba hablando de sexo.-

- ¿Ah, no?.-

Gabriel retiró con delicadeza los brazos de Jimena enredados a su cuello. Lentamente se puso sobre una rodilla, y comenzó a sacar algo de uno de sus bolsillos.

- Había planeado hacerlo después de la cena, pero después de todo esto, no puedo esperar.-

- ¿Qué...?.-

- La primera vez no me tomaste en serio, la segunda fuiste coaccionada por mi mágico toque. Pero quiero que tengas una petición de mano, que puedas contar a nuestros hijos cuando te pregunten.-

- Más romántica.-

- Eh, no, más bien apta para todos los públicos.-

Jimena soltó una risita.

- Vale.-

- Jimena Corona, vas a casarte conmigo, no voy a permitir que sea de otra manera, pero... ¿me harías el honor de llevar esto, para que todo el mundo sepa que me has dicho que sí vas a hacerlo?.-

Abrió el estuche, revelando un colgante  en forma de corazón. Eran dos hermosos hilos de oro y platino entrelazados.

- Es.... Precioso.-

Gabriel se levantó y comenzó a sacarlo de su estuche, deslizando la cadena entre sus dedos. Se acercó a Jimena y esperó su consentimiento para deslizarlo por su cabeza.

- Verás, así no es más que una joya que grita que tu corazón tiene dueño, pero...-

Tiró de la otra cadena, aquella que sostenía el medallón de su madre dentro de su escote.

- Me gustaría ser tan importante para ti, como para merecer estar aquí.-

Hizo que el medallón entrara en el centro del corazón, encajando ambos, como si fuese una única joya.

- Piensas... piensas que la perfección está en mi corazón.-

- Eres perfecta, por fuera, y por dentro. No lo dudes.-

- Vas a hacerme llorar.-

- A no, entonces devuélvemelo.-

- ¡Ja!, eso ni de coña.-


Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora