Capítulo 7

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Gabriel caminó hacia su despacho, sin notar a penas el ensordecedor ruido de la música. Su cabeza estaba muy lejos de la realidad, analizando lo ocurrido hacía unos minutos.

-          ¡Gabriel!, eh.-

Gabriel notó una mano sobre su hombro, muy pocas personas podían tocarle con aquella confianza e impunidad, no desde hacía bastante tiempo, se había asegurado de ello. Cuando se giró, el rostro achispado de su hermano lo recibió con una sonrisa.

-          ¿Te estás divirtiendo?.-

-          Sí, ayer fue el cumpleaños de Damián, y hoy lo estamos celebrando. Ya sabes, ayer con la familia, y hoy el bueno.-

-          Todos tenemos de esos.-

-          Uh, me preguntaba si ya habías pensado en lo del sábado.-

-          ¿La comida en casa de tu amigo?.-

-          Sí, ya sabes. Van a ir muchas personas importantes, por lo de las bodas de plata y eso. Damián me invitó a ir, aún no sé porqué, pero me dijo que vinieras conmigo, y yo... me gustaría ir, ya sabes, habrá bastantes directivos de equipos de futbol, y...-

Gabriel no necesitaba más explicación. Daniel era bueno en ese deporte, y se centraba en ello, de verdad le gustaba. Pero Gabriel sabía que no podía dedicarse sólo a ello, una lesión, y su futuro estaría perdido. Por eso le obligó a estudiar, a hacerse con una carrera con la que protegerse en caso de no lograr su sueño. Era duro simultanear ambas cosas, consiguiendo las buenas notas que Gabriel le exigía si quería jugar, pero Daniel lo hacía, era un chico con un objetivo, y le respetaba demasiado como para contradecirle. Con 19 años, podía hacer la maleta y hacer lo que quisiese con su vida, pero no lo hacía. No porque su hermano mayor le costeara la carrera, no porque lo protegiese. Estaban juntos porque eran lo único que les quedaba uno al otro. Poco a poco, la vida les había ido golpeando, llevándose a cada miembro de su familia, sólo quedaban ellos. Sacudió la cabeza, intentando alejar los malos recuerdos, no necesitaba ese lastre para avanzar.

-          Allí estaré. Sabes que siempre puedes contar conmigo.-

Daniel dio un salto y agarró el cuello de su hermano con el brazo, feliz. Aunque el auténtico motivo por el que irían a esa celebración no se lo diría, no quería hacerle estallar su burbuja. No le invitaban por amistad, estaba seguro de ello. El padre de Damián tenía varios negocios en marcha, y en aquellos momentos, necesitaba liquidez para afrontar los gastos. Liquidez que Gabriel tenía. No era la primera vez que invertía en negocios como aquellos, había diversificado sus horizontes empresariales hacía tiempo, consiguiendo un buen colchón económico. Tendría que estudiar el terreno antes de presentarse en aquella encerrona, le gustaba ser el que tenía todas las respuestas antes de que llegaran las preguntas.

-          Ya, me apuesto lo que sea, a que la prima de Damián estará encantada de que vengas.-

-          Las chicas te las dejo a ti.-

-          Pues a esta ya le has puesto el ojo encima.-

-          Refréscame la memoria, ¿Cuándo he hecho yo eso?.-

-          Hazte el inocente ahora, pero si quieres mantenerlo en secreto, por mi no hay problema. Pero Damián... él también te vio subir con ella al taxi, y seguro que no puede tener la boca cerrada.-

Daniel jugó con sus cejas mientras hablaba, intentando imprimir algo de picardía a sus palabras. Gabriel tardó unos segundos en relacionar todo. Él no acompañaba a las chicas a los taxis, con la única que había hecho eso era...

-          ¿Jimena, Jimena es la prima de Damián?.-

-          Ups, ¿no lo sabías?.-

-          No. Pero tú me vas a poner al día, ¿verdad?.-

-          Bueno, Damián no habla mucho de ella.  Es sobrina de su madre, y por lo que he oído, es más estirada que ella. –

-          ¿Estirada?.-

-          Sí, ya sabes. Mira al resto por encima del hombro y eso, y Damián la llama Venus de Milo. Porque es como la estatua, de piedra.-

Gabriel podría haber pensado eso de ella, pero se había dado cuenta de que no era nada más que una máscara, algo tras lo que mantenerse alejada del resto, pero no sabía por qué. ¿Qué cómo lo sabía?, había visto detrás de ese muro de hielo. Cuando había perdido aquella reliquia, su vulnerabilidad quedó expuesta. Ella no era tan inalcanzable, tan fría y distante como quería que la vieran los demás, había algo allí escondido. Y Él sabía muy bien que era así, no tenía duda, porque él también escondía sus propios secretos. Había creado una imagen de sí mismo, había escondido su debilidad bajo capas y capas impenetrables.

Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora