Capítulo 23

23.9K 3.8K 98
                                    

Jimena abrió los ojos con lentitud. Podía sentir el calor de Gabriel envolviéndola, protegiéndola en un férreo y tierno abrazo. Dio la bienvenida a aquella reconfortante calidez, aquella sensación de sentirse arropada, querida, protegida. Sabía que estaba sonriendo, y era muy consciente de por qué. Su dolorido cuerpo aún le recordaba todo lo ocurrido la noche anterior, y la otra, y parte del día. Gabriel la había mantenido tan cerca como podía, desde hacía más de 36 horas. Dos noches y un día, que salvo por el viaje en avión y los traslados, básicamente habían pasado manteniendo relaciones más que sexuales. Ese hombre era un dios o lo que fuera, seguro que tenía hasta medallas, porque tenía que haber alguna manera de calificar todo aquel... derroche de todo.

Sintió un pequeño movimiento, y un suave beso encima de su hombro izquierdo.

- Buenos días.-

Algo duro y caliente se apretó contra su trasero, y no pudo evitar sonreír y gemir al mismo tiempo.

- No eres humano. Es imposible que un hombre normal pueda despertar así después de... ummm, deja de hacer eso.-

- Me gusta saborearte por las mañanas. Tienes un cuello muy apetitoso.-

- No puedo con mi alma.-

- Puedo hacerlo yo todo, ya sabes.-

- Sí, lo recuerdo. Pero en serio, necesito una tregua.-

Gabriel se detuvo en seco de su exploración, que empezaba a ser descendente, y apoyó la barbilla en el esternón de Jimena, pero sin apartar las manos de sus caderas. Parecía terriblemente cómodo entre sus piernas, y sin ninguna prisa de irse a ningún otro lado.

- Mañana tengo una cena en el club de campo, ¿vendrás conmigo?.-

- ¿Quieres que te acompañe a una cena de negocios?.-

- Quiero llevarte conmigo a todas partes. –

- O eres demasiado posesivo, o tienes ganas de presumir de chica en todo momento.-

- O puede que te necesite cerca para calmar esta permanente lujuria que has despertado en mi.-

Gabriel la envolvió en sus brazos con fuerza, apretando sus caderas contra ella, para que notara lo caliente y despierte que estaba su "lujuria" en aquel preciso momento. Jimena sonrió, al tiempo que alzó una ceja de manera apreciativa.

- Quizás deberías hacer que te viera un médico.-

- Tú eres toda la medicina que necesito.-

Después de besuquearse un buen rato, Gabriel despejó su mente lo suficiente como darse cuenta de algo importante.

- ¡Mierda!.-

- ¿Qué sucede?.-

- Probablemente tus tíos esté allí.-

Ella tomó una profunda respiración, e intentó encajar una forzada sonrisa en su cara.

- No importa, en algún momento tendría que ocurrir.-

- Eso también me recuerda... tú tía me llamó para invitarme a una fiesta que iba a organizar, y quería que me acompañaras. Fue antes de saber que acababan de echarte de su casa. Y ahora entiendo mejor sus comentarios.-

Jimena se puso seria. Al final su tía había mostrado su cara. Quería a Jimena a su lado, mostrándola como el trofeo que era. ¿Gabriel también quería aprovecharse de ella, de las puertas que podría abrirle?.

- A la porra. No pienso llevarte. Me quedaré allí un par de horas, y después volveré a casa. Prefiero calentarte los pies en la cama, que ser adorable con un viejo banquero con úlceras de estómago y halitosis.-

- Puag, suena repugnante. ¿Y ese banquero sería importante para tus negocios?.-

- En esas reuniones se fraguan el 80% de los negocios importantes de este país. Si no es ese banquero, será un empresario, o un político, o cualquier otro negocio que mueva dinero.-

- ¿Cuánto dinero?.-

- Las cifras son en millones.-

- ¡Vaya!.-

- Si, vaya.-

- Te juntas con los peces gordos.-

- Voy a ser uno de esos peces gordos un día de estos.-

- Lo serás.-

- Así me gusta, que confíes en mi.-

- Tengo una ligera idea de lo que eres capaz.-

- Entonces tendré que seguir ilustrándote.-

- Hey, para.-

- ¿Por qué?.-

Jimena sostenía los hombros de un adulto, haciendo los pucheros de un niño, al que no le dejan salir a jugar.

- Porque tienes que decirme más sobre esa fiesta.-

- No, es aburrido. Prefiero hacerte gritar de placer cuando esté dentro de ti.-

- No. Vas a hablarme de esa fiesta, porque no pienso presentarme allí sin ser menos que el centro de toda la atención.-

- ¡Qué!.-

- Ya me oíste. Voy a llevar el mejor vestido, el mejor peinado, y los mejores zapatos que el dinero pueda comprar. Y voy a aparecer del brazo, del más sexy futuro pez gordo de esta ciudad. Quiero ser la envidia de todas esas estiradas damas ricas.-

- ¿En serio?.-

- Prepárate, porque cuando acabe la noche, te dolerá la mano de tanto saludar a gente importante.-

- Ahora sí que me das miedo.-

Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora