Epílogo

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Para aquellas que leyeron esta historia la primera vez, para aquellas  que decidieron que merecía la pena recordar, les dejo esta parte completamente nueva.

Jimena escuchó unos suaves golpes en la puerta del baño, no necesitaba preguntar quién era, porque solo podía ser Gabriel, no había nadie más en aquella habitación de hotel.

—¿Te encuentras bien? Llevas mucho tiempo ahí dentro.

—Cosas de chicas. – Sabía que diciendo eso él no insistiría más, y mucho menos querría entrar. A todos los hombres les pasaba lo mismo, era mencionar el período, y todos salía corriendo en dirección contraria como si en vez de sangre las mujeres escupieran ácido por su zona íntima.

—De acuerdo, el desayuno llegó hace rato, pero no quiero que la tostada se reblandezca. – Esa era otra, Gabriel había empezado un extraño juego con el desayuno. A otros les daba por cumplir con la tradición de entrar a la recién estrenada esposa en brazos en el hogar conyugal. Después de la primera boda en los juzgados de Madrid, Gabriel había empezado a preparar el desayuno a Jimena, para que cuando ella se sentara a la mesa, estuviese todo listo para ella. La mantequilla untada sobre la tostada, la mermelada perfectamente distribuida como a ella le gustaba, el zumo fresquito... Cuidaba cada detalle con mimo.

—Dame un minuto y enseguida voy. – Jimena volvió a mirar su reflejo en el espejo, respiró profundamente y metió el bastoncito de plástico en el bolsillo de su albornoz.

El sol golpeaba implacable a través de la abertura de la ducha al aire libre, pero era de esperar en un lugar como ese. Aquella había sido la boda numero 6: Madrid, París, Oslo, Las Vegas, Hawái y ahora Bali. Gabriel estaba haciendo su particular gira matrimonial, llevándola por todas y cada una de las ciudades en las que dijo que se casaría con ella. Y todavía quedaba Japón. Solo en pensar en el sashimi su estómago se retorció. No, no podría comer pescado crudo, no porque no quería poner en peligro la vida de su bebé.

Se acarició delicadamente el vientre, como si de alguna manera pudiese transmitir aquella promesa a su pequeño, o pequeña, quién sabia. Tomó aire, y se encaminó hacia la habitación, era el momento de darle a Gabriel la noticia. Si había conseguido un test de embarazo en Hawái sin que él se enterase, podía darle la noticia con la misma sutileza.

—... Eso me habría encantado verlo.... ¿Lo tienes? ... Oh, claro que sí, envíamela..... por supuesto... - Gabriel besó la frente de Jimena cuando esta se sentó a su lado. Ella sonrió cuando acomodó el teléfono entre su hombro y su oreja, para tener las manos libres y empezar a untarle la tostada. Como si ella no pusiese hacerlo... ¡Hombres! Estaba embarazada, no manca. – Todavía nos queda una parada y regresaremos a Madrid... Aquí un par de días, otros 4 o 5 en Tokio... y luego el viaje de vuelta.... ¿Por qué?, ¿ha surgido algún problema en el club o en el restaurante?.... Bien, cualquier cosa me dices. ... Estamos en contacto.

Gabriel centró su atención en cerrar la llamada y rebuscar entre los mensajes que le habían enviado la foto que le habían enviado. Era Emilio saliendo de los juzgados, con una orden de embargo en la mano, que le obligaba a abandonar su residencia en dos días. Estaba solo, enfadado e impotente. Nadie de su familia, ninguno de sus socios, todos huyeron de él como del apestado que era.

—Tienes que ver esto. – Estaba tan centrado en buscar la imagen, convencido de que Jimena estaba mordisqueando su tostada tranquilamente, que no reparó en el test de embarazo que descansaba junto a su taza. Cuando la vio, el teléfono, la imagen que estaba en él, y la noticia que iba a decirle a Jimena, quedaron en el olvido. – Oh, ¡Dios!, esto... ¿Estos es lo que parece?

—Si a ti te parece que es una prueba de embarazo que ha dado positiva, pues sí, lo es.

—Así que estamos...

—Embarazados. —Terminó Jimena por él. La sonrisa de Gabriel siguió creciendo. Ahora sí que podía decir que estaba ligado a Jimena de una manera imposible de romper. No era una firma en un papel, era un hijo, la sangre de ambos en un mismo ser.

—Hemos sido rápidos. – Cogió a Jimena y la sentó en su regazo mientras ella seguía mordisqueando su desayuno.

—No cariño, tus chicos han sido rápidos.

—Bueno, entonces tendremos que ser igual de rápidos cuando busquemos una casa. Quiero chutar balones con mi hijo en el jardín de casa, y que su tío le enseñe a marcar goles.

—Para eso todavía queda mucho tiempo.

—Ya, pero da la casualidad de que sé de cierta casa con jardín que va a quedar disponible en un par de días, y he pensado, que si tu quieres, podemos quedarnos con ella y convertirla en nuestro hogar.

—¿Te refieres a la casa de mis tíos?

—Sé de buena tienta que tiene encima una orden de embargo. – Jimena lo sopesó, aunque eso tendría que ser una decisión meditada, el que Gabriel lo sugiriese tenía una connotación detrás. No solo le había arrebatado a Emilio su prestigio y su poder, sino su casa. Ocupar lo que una vez le perteneció al hombre que le trató así, tenía detrás su parte de simbolismo, y tenía que concederle eso. Pero...

—La casa de mis tíos era lo único bueno que tenían, pero no sé, cada vez que caminara dentro de esos muros vería recuerdos de ellos en todas partes.

—Podemos tirarla a bajo y construir una nueva encima. – Aquella idea parecía que Gabriel la había tenido en la cabeza hacía mucho tiempo. Y visto de esa manera, hacer que en aquella casa los malos recuerdos se borrasen, y llenarla de buenos, era algo que le gustaba. Jimena puso los ojos en blanco teatralmente.

—¿Otra vez de reformas? Soy una empresaria muy ocupada, Gabriel. No puedo estar en todo; el restaurante, la casa nueva, el embarazo.... – Gabriel la estrujó delicadamente contra su pecho.

—Tú solo dime como lo quieres, y yo me encargaré de todo. – Jimena pasó los brazos alrededor del cuello de Gabriel y lo miró directamente a los ojos.

—Nuestro, haz que sea nuestro. 

Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora