Gabriel observaba embobado la boca de Jimena, mientras ella lamía con deleite la pequeña bola rosada.
- Veo que te gusta.-
Ella se giró y le regaló una pequeña sonrisa.
- Es difícil encontrar perlas como esta. Me encantaría conseguir este sabor y esta textura.-
Gabriel dio un lametón a su bola de chocolate.
- A veces basta con disfrutar de lo que otros hacen.-
Los ojos de Gabriel brillaban de tal manera, que Jimena sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. ¿Estaba él hablando del helado, o de verla a ella comerlo?. Cuando la miraba de aquella manera, no sabía si había alguna intención sexual detrás de sus palabras o pensamientos.
- ¿Qué tal está tu chocolate?.-
Gabriel se encogió de hombros y siguió mirando su boca con atención.
- Es chocolate, siempre está bueno.-
Ella sonrió, y se acercó a su oído, como si quisiera susurrarle un gran secreto.
- Entonces no has probado los suficientes, o tal vez no has descubierto el realmente bueno.-
- Suena más a sexo que ha chocolate.-
- ¿Insinúas que no sé apreciar la diferencia entre ambas cosas?.-
- Ummm, deja de ir por ese camino, o vas a matarme.-
- Has empezado tu.-
- ¿Y?, tal vez. Pero eso no te hace menos peligrosa.-
- ¿Yo peligrosa?.-
- Eres una chica lista. Seguro que te has dado cuenta de que no puedo dejar de mirar tu boca.-
- Lo he notado.-
- Entonces ya te podrás imaginar lo que se está cocinando en mi cabeza.-
Ella sonrió con picardía.
- Te preguntas si soy igual de perfeccionista en la cama.-
- Directa, sí señor. Pero es cierto.-
- No sabía que eras un fetichista de los helados.-
- De los helados, no. De los zapatos....tal vez.- ladeó la cabeza, repasando aquella pieza que acariciaba los pies de Jimena.
- Estás obsesionado.-
- Sólo contigo.-
- Ya, eso se lo dirás a todas.-
- Sólo si es verdad.-
- Entonces ¿qué planes tienes?. Llevarme a uno de tus locales, emborracharme y luego fo...
- ¡Para!.No digas eso. –
- ¿Por qué, acaso no es verdad?.-
- ¿Eso es lo que piensas que quiero de ti?. ¿Un polvo rápido y ya está?.-
- Es lo que sueles hacer con las demás, ¿no?.-
- Pero tu...-
- Sí, ya sé, soy distinta, soy especial y todo eso.-
- Será mejor que te lleve a casa.-
Gabriel tiró su helado en una papelera cercana, y se volvió de regreso hacia el coche. Estaba enfadado, y no porque le hubiese calado tan bien. Él actuaba así con todas, las usaba y listo. Pero él nunca mentía o engatusaba con falsas expectativas. Le gustaba ser claro desde el principio, así se ahorraba muchos mal entendidos. Sintió de nuevo la presencia de Jimena a su lado.
- Te ofendes con facilidad.-
- Más bien enojado. No me gusta que me juzguen tan a la liguera. Y menos tu.-
- ¿Por qué?, ¿Por qué soy una farsante?.- él se paró en seco y la confrontó.
- No. Porque desde un principio he sido claro y honesto contigo, y tu no haces más que decir que voy a tratarte como una mierda.-
- Pues es lo que parece, que me quieres echar un polvo.-
- Porque quiero hacerlo, ¡demonios!, desde el momento en que te vi. Pero eso no quieres decir que vaya a hacerlo.-
- No... no te entiendo.- Jimena tuvo que tragar saliva, tenía una enorme pelota en la garganta y no podía hacerla pasar.
Las manos de Gabriel aferraron los brazos de ella, quizás con un poco de demasiada fuerza.
- En este momento me come por dentro la necesidad de besarte hasta dejarte sin aire, pero no voy a hacerlo porque me gusta estar contigo. –
- ¿Por... por qué?.- la mano de Gabriel se deslizó hasta acunar su mejilla.
- Porque en mi mundo, es difícil encontrar a alguien que me diga lo que realmente piensa, sin buscar segundas intenciones. Eres directa, a veces abrasiva, pero no te andas con rodeos.-
- Dar vueltas solo hace que te marees.-
¿Una broma?, ¿en serio había intentado hacer una broma?. Dios, ella era sorprendente. Tuvo que sujetar su rostro con ambas manos, porque no quería perder el contacto con sus ojos.
- Quiero que tengas clara una cosa. Soy una persona muy física, para mí el contacto y sobre todo el sexo, son parte importante en mi vida. Pero sé que para ti no lo es, así que no quiero cruzar ese puente contigo. Y no es porque no me gustes, que lo haces. Es porque no quiero acostarme contigo y después apartarte de mi vida.-
- ¿Eso es lo que haces con las demás?.-
- Es lo que la vida me ha enseñado a hacer.-
¿Qué es lo que le había ocurrido a aquel hombre?, pensó Jimena. Parecía tan fuerte, tan poderoso, tan seguro de sí mismo. Pero la vida también había sido dura con ella, no era quién para juzgar el método de escape de los demás.
- La vida es una maestra cruel.-
- Algún día, puede que te sientas lo bastante segura como para contarme lo que te hizo así.-
Jimena elevó la comisura de uno de sus labios, en un intento de sonrisa que supo amarga.
- Quizás, cuando tú me cuentes lo tuyo.-
Gabriel soltó el aire y la soltó, acabando con el contacto.
- No es algo de lo que me guste hablar.-
- Entonces ya somos dos.-
- Te propongo algo.-
- Tú dirás.-
- Cuando uno de los dos revele un trocito de esas malas experiencias, el otro está obligado a hacer lo mismo. ¿Qué te parece?.-
- Ya veremos, pero no prometo nada.-
- Con eso me vale. Y ahora ¿dónde quieres ir?.-
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Un ángel de alas negras
RomanceLa madre de Jimena la dio todo el amor, la protegió, pero solo pudo hacerlo hasta que un desconocido se llevó su vida. A los 14 años, se vio acosada por una familia que la rechazaba por falta de "pedigrí". Nadie la ayudó, hasta que llegó su tía abue...