Capítulo 16

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Jimena respiró profundamente antes de abrir los ojos. Su cabeza parecía estar encajada entre una plancha de acero y otra de hormigón. No volvería a beber, no como la noche anterior. Abrió los ojos y todo comenzó a dar vueltas en su cerebro. No, no eran nauseas, era desconcierto. Aquella no era su habitación, ni siquiera había algo familiar en ella, bueno salvo... él.

Sentado junto a la pared, en una pequeña butaca, Gabriel la observaba en silencio. Los dedos unidos sobre el estómago, los codos apoyados en los brazos de la butaca, y el culo demasiado pegado al borde del asiento. Estaba relajado, demasiado relajado.

- Buenos días.-

Jimena intentó humedecer su boca seca, aprovechando ese tiempo para preparar una respuesta.

- ¿Dónde estoy?.-

- En mi cama.-

- Ah, ¿y tu...?.-

- Dormí en la habitación de invitados.-

- ¿No habría sido más lógico al revés?.-

- Bueno, no esperaba invitados esta noche, así que la cama no tenía sábanas. Te acosté aquí y preparé la otra cama. Pero cuando volví, pensé que ya te había movido lo suficiente por una noche.-

- Seguro que extrañaste tu cama.-

- Un montón.-

- ¿Por eso llevas ahí sentado desde...?.-

- Unos minutos.-

- Vaya, qué oportuno.-

- Eso dicen. ¿Vienes a desayunar?.-

Jimena giró la cabeza buscando su ropa.

- En cuanto me ponga algo.-

- Tienes una muda limpia en el baño. Supongo que te apetece una ducha.-

- Me da miedo pensar, pareces leerme la mente.-

- Estaré en la cocina. –

- ¿Qué está...?.-

- Cuando bajes las escaleras, sólo tienes que guiarte por el olor. Si no la encuentras, grita.-

- Creo que la encontraré, gracias.-

Gabriel salió de la habitación, y cerró la puerta con cuidado tras él. Ni loco iba a confesar que había dormido a su lado, y mucho menos que se había despertado hacía una hora, se había duchado, y vestido, y después se sentó para verla dormir. Tenía todos los síntomas de un acosador, y no quería que ella pensara eso de él.

Bajó las escaleras, y se metió en la cocina, dispuesto a preparar el desayuno más completo.

Jimena encontró una toalla doblada en un taburete, y encima de esta, una camiseta negra y un par de pantalones de baloncesto. Los tomó y los olió. Estaban limpios, pero aún así, aún conservaban el aroma de Gabriel. Se desnudó y se metió en la ducha.

Cuando bajó a la cocina, encontró a Gabriel poniendo las últimas tostadas en el plato. Le sonrió y le señaló la mesa ya dispuesta.

- Siéntate, ya está listo.-

Jimena recorrió la mesa con la vista, y se sentó en una silla.

- Tiene buena pinta. Quizás demasiado.-

- No he querido arriesgarme, porque ¿qué desayuna una sibarita de la cocina?.-

- Zumo de naranja recién exprimido, café puro Colombia con azúcar moreno y leche entera y fresca. Y una tostada con crema de queso fresco, con mermelada de arándanos.-

- Lo ves, imposible de satisfacer. Así que por hoy tendrás que conformarte con lo que tengo.-

Jimena estiró la mano, y robó la tostada que Gabriel estaba untando de mantequilla en aquel momento.

- Haré un esfuerzo.-

- ¡Hey!.-

Pero más allá de estar enfadado, Gabriel estaba sonriendo. Aquella mujer acabaría volviéndolo loco, y eso le encantaba. Se estaba convirtiendo en alguien peligroso para él, más de lo que hubiese pensado, porque cada día le gustaba más.

- ¿Tendrás problemas por haber dormido fuera sin avisar?.-

- En teoría llego hoy, así que no lo creo. Y si tienen algún problema con ello, sencillamente me iría de allí.-

- Si no es inmiscuirme demasiado, ¿por qué estás con ellos?.-

- ¿La verdad?.-

- Sí, por favor.-

- Por tener contenta a la familia de mi padre.-

- Vale, me considero una persona inteligente, pero aún así, la respuesta me resulta un poco... -

- Verás, mis padres eran toda mi familia. Por parte de mi madre, nunca aceptaron que escogiese ser una simple ginecóloga. Y por parte de mi padre, no comprendieron que no quisiera promocionar más en su carrera militar. Ellos eran felices con lo que hacían, y eso no lo entendieron en sus familias. Ambos se convirtieron en las ovejas negras de sus respectivos rebaños.-

- Así que formaron su propio rebaño.-

- Algo así.-

- ¿Y ahora quieren recuperar el tiempo perdido contigo?.-

- No. Simplemente descubrieron que mi linaje puede darle más brillo al suyo.-

- ¿Tu linaje?.-

- Ah, sí. Por si no lo sabes aún, cosa rara si has estado en una de las "reuniones de mi tía", te informo de que soy nieta de un duque inglés, emparentado de alguna manera con la casa de Alba española.-

- ¿Te refieres a la Duquesa de Alba?.-

Gabriel tenía los ojos demasiado abiertos como para fingir una indiferencia que a todas luces no sentía.

- Si.-

- Wow, vaya. Entonces tienes sangre noble.-

- Por parte de madre.-

- Interesante. ¿Eso quiere decir, que tendría que llamarte mylady?.-

- Eso, y hacerme una genuflexión.-

- No estás de broma, ¿verdad?.-

- Tranquilo, no se lo diré a nadie.-

- Me matas.-

- ¿Por no hacerme la reverencia,? no, pero puedo buscar un castigo alternativo.-

Gabriel la miró en silencio, y quieto, como si la estudiara. Su cabeza estaba descolocada, y no era para menos. Lejos de ser alguien que presumiera de ello, Jimena asumía lo que era, pero no le daba ninguna importancia. Entonces, como una libélula cruzando un estanque, una estúpida idea cruzó su cabeza. Se acercó a Jimena, tomó su cara entre ambas manos y la besó en los labios. No fue rápido, no fue inocente, pero resultó demasiado corto. Cuando se alejó de su boca, sólo unos centímetros, sus ojos estaban aún anclados en los de Jimena.

- ¿Y por esto?, ¿qué castigo me tocaría?.-

Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora