¹⁹ | El entrenamiento

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Se dice que el invierno es cruel, pero nada comparado con la penitenciaria Lute. Una miserable e inhóspita isla en dónde la mitad de la población se muere de frío y la otra mitad de hambre, en el punto más alejado, al norte del país.


Hace 50 años se construyó una prisión, en ella encerraban a todo tipo de criminales.

— ¡Suéltame, hijo de perra! — vociferó un guardia. — ¡Maldición suéltame, ayuda!

Nick tomó la tarjeta del nombre del guardia y la levantó encima suyo apuñalando al hombre con ella. Los gritos agónicos del guardia aplacaban el sonido de la sangre escurrirse con facilidad por sus manos. 

Otro guardia en busca de retenerlo amenazó con golpearlo con una barrote. Pero antes de que atacara su cuello fue estrangulado por las sangrientas manos del paciente. Nick lo sujetó con fuerza y lo estampó contra la pared arrebatándole el poco aire que le quedaba al guardia.

En esa penitenciaria habían muchas personas, políticos, defraudadores, adúlteros, las famosas "armas homicidas" e incluso personas que no cometieron delitos, pero aún así permanecían cautivas.

— Por f-favor, ten piedad — rogaba el guardia siendo ahogado por el paciente.

De pronto un fuerte gas sedante se liberó causando que Nick soltara al guardia y cayera al suelo tosiendo con fuerza. 

— ¿Está mordiendo de nuevo? — el doctor Winchester estaba parado en frente de la puerta, con un grupo de guardias detrás de él.

Caminó a la par de su paciente, quien yacía intoxicado en el suelo, y presionó su cabeza con la suela de sus zapatos.

— Le gusta morder a quien le da de comer, este perro a matado a cinco personas en el invierno — dijo Ketch detrás del doctor.

Si había algo que todos los prisioneros tenían en común en ese lugar, era que todos morirían encerrados.

— Yo me encargaré de él, disculpen las molestias. Curaré a los afectados luego de darle su merecido, pueden retirarse — dijo Dean de espaldas a los guardias. Ellos se miraron entre si y luego asintieron, sacando a rastras a los dos guardias lastimados.

Nick exhaló con fuerza el gas toxico, a Dean no parecía afectarle debido a la máscara que llevaba. De pronto recibió una patada de su doctor directamente en su estomago haciéndolo jadear con dolor.

— ¿Sabes siquiera el gasto que implicas? Contratar, entrenar y enterrar esos pobres imbéciles guardias ¡Nuestro presupuesto esta muy ajustado y tu te dedicas a matar gente! — gritó sobre él pateándolo. — ¡Maldito perro!

De repente se detuvo cuando Nick atacó y mordió su pie. Dean lo contraatacó golpeándolo con una vara de metal en la cabeza, que logró alejarlo. Furioso, su doctor tomó un grupo de herramientas colocadas en una mesa, entre ellas una barra de metal con una insignia que si se calentaba, quemaba más que el fuego ardiente.

— Quédate quieto, vamos a trabajar — se acercó a él y levantó su rostro con la barra — No muerdas, es hora de tu entrenamiento.

Entonces calentó la barra con fuego ardiente y estampó el metal contra su piel blanca. Nick apretó sus labios contra sus dientes conteniendo el dolor incesable de su propia piel siendo quemada por el metal. Dean no se mostraba vacilante, él quemaba su piel con facilidad y luego curaba sus heridas.

— Un perro siempre debe saber cuando atacar y cuando no — masculló su doctor alejando la barra ardiente y tomando un a caja — Si el señor Chuck nos lo hubiera permitido, ya te habríamos tirado al mar para que los peces se dieran un festín.

Cena romántica con un asesino © [Samifer AU.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora