²⁴ | Por favor, tráelo de vuelta

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— ¿Cómo has estado?

— Mal.

— Lamento escucharlo.

— No me habías visitado, por eso me sentía mal.

— Prometo jamás volver a dejarte, ¿promesa de meñique?

— Promesa.

Ya había pasado tres semanas desde que Sam no regresó. En su lugar, dejó cebollas y libros para leer, cosas que a Lucifer no le interesaban, no tanto cómo volver a verlo de nuevo. 

Sam se había ido. No más cebollas, ni libros por leer. Su mundo entero se ha ido.

Cometió un error y estaba siendo castigado. ¿En qué se equivocó? ¿Era porque se acercó demasiado a pesar de que Sam ponía distancia? ¿O es porque nunca le dijo que sus piernas rotas estaban curadas? 

Eso dolía, Sam sólo quería estar con la versión lesionada de Lucifer. 

Por eso jamás debió recuperarse.

Sam no hizo nada malo. Todo fue culpa de Lucifer.

¿Qué pasa si moría sin verlo de nuevo?

— Nick cariño, tienes que tomar la medicación — Charlie estaba arrodillada junto a él. Llevaba media hora intentando que comiera algo, o tomara sus analgésicos. Pero Lucifer no reaccionaba — ¿Nick?

El rubio no se movía ni un  centímetro del lugar, en dónde solía sentarse Sam. Junto a la puerta de metal, en una esquina, dónde los ladrillos se cubrían con moho y las paredes se enfriaban de humedad. Permanecía en ese lugar dispuesto a esperar a su dueño, cómo un buen perro lo hace. Cómo alguien lo hace.

— Por favor, tienes que comer — la pelirroja le extendió una bandeja repleta de comida.

— Déjelo doctora, ¿no ve que éste idiota estuvo recibiendo demasiados buenos tratos? ¡Mejor deme la comida a mi! — habló Meg, una mujer experimentada igual que Lucifer, a diferencia de qué Meg no cerraba la boca ni un minuto.

Charlie se encogió de hombros dejando la bandeja frente a los pies del rubio, ella  se desilusionaba cada vez más de su paciente. Al principio Nick se veía motivado por alguna extraña razón y estaba dispuesto a cooperar con ella. Pero desde hace semanas tuvo un declive que causó que incluso no quisiera tomar su medicación.

— Hey, si tú, te estoy hablando a ti — la venenosa voz de Meg se escuchó en la habitación. Normalmente se solía atender a dos pacientes por doctor al mismo tiempo — ¿No vas a comerte eso?

Lucifer bajó quitó la mirada de sus brazos y empujó la bandeja hasta la rubia, quien lo tomó complacida entre sus dos manos, devorándolo al instante. Con su rostro cubierto de sangre de cordero, ella le sonrió complacida por su buena acción.

— No eres tan malo cómo pensaba, hasta puedo decir que eres guapo — decía Meg mientras comía — ¿No hablas o el ratón comió tu lengua? Puedo creer que eso pase, sinceramente todos nos morimos de hambre aquí. ¿Y tú? Escuche que eras un paciente reconocido, el famoso no.6, uno de los más letales.

— Meg por favor no le hables — pidió Charlie notando que no surtía efecto en Lucifer.

— Si no habla al menos debería servir para escuchar ¿o es sordo mudo también? ¿Hey hombre, eres sordo mudo? — preguntó con sarcasmo.

Cena romántica con un asesino © [Samifer AU.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora