Sam regresó a la mansión de Castiel con la cinta de vídeo y la carta negra en sus manos. Al entrar no podía pensar en otra cosa que no fuera Dean, la penitenciaría Lute, y su propia imagen siendo experimento de unos científicos. Tenía tantas preguntas, dudas, miedos, llámenlo como quieran, pero su único su cabeza dolía como el infierno y cuando lloraba ya no expulsaba lágrimas.
— Quién demonios eres — no hizo falta añadir un tono de pregunta, porque no lo era, Sam no le estaba preguntando, le estaba exigiendo que le diga quien era realmente Castiel.
— Tú compañero de trabajo, Sam — sonrió con cinismo, fingiendo que no entendía.
Eso solo hizo enfurecer aún mas al menor. Estampó sus dos manos contra su escritorio sin importar que hicieran ruido y luego le dolieran las palmas.
— ¡Quién demonios eres, Castiel Novak! ¡¿Por qué conoces a mi hermano?! ¡¿Y por qué conoces a mi novio?! ¡¡Dónde están!!
Castiel pareció analizarlo de pies a cabeza, con su cara metida en su taza de café. Los mechones de cabello del castaño estaban desarreglados, de cierta manera verlo así le daba un sentimiento extraño de disconformidad, tanto que quería encender un cigarrillo allí mismo.
La habitación de Castiel estaba iluminada por velas de a dos, ya que era de noche era muy difícil ver a través de la oscuridad, por lo que una luz adicional no venía nada mal. Sam tenía el rostro colerizado, el ceño fruncido con enojo. Jugar con alguien así podría traerle problemas.
— Te lo advierto, si no me dices llamaré al oficial Kline.
— ¿Kline, hablas del niño Jack? Yo lo mandé contigo — admitió luego de mucho tiempo. Haciendo que Sam mirara atónito con los labios temblorosos.
— Por qué... ¿Por qué no me dejan en paz? ¿Por qué me hicieron esto?
— ¿No puedes ver la razón con tus propios ojos incluso aunque te mostré la cinta?
— ¡Deja de responder con malditas preguntas! — Sam golpeó la cinta lanzándola contra la pared, aún sin despegar su vista de Castiel —. ¡Quién demonios eres!
— Castiel, me llamo Castiel. Trabajaba como psiquiatra en una penitenciaria con un jefe que me prometió convertirme en doctor profesional y me engaño dándome riquezas y... drogas.
Sam podía ver como Castiel se levantaba y caminaba hacía él lentamente.
— La morfina era una de las veinte drogas que Charles Shurley nos hacía ingerir para soportar las cosas que teníamos que hacer. Gente sin partes de su cuerpo, sangre seca por todas partes, gritos desaforados, personas sin rostros. Todo eso, solo era una mínima parte de lo que Chuck nos hacía. Las "armas homicidas" fueron su mejor creación.
Escuchaba sin embargo, no estaba listo para entender. Sam sólo pensaba en las grabaciones, Dean riéndose y torturando a Lucifer. El origen de la verdadera naturaleza impulsiva de su novio, se debía a la tortura que su hermano le dio.
De tan sólo pensar que Lucifer no era un criminal antes, se le revolvía el estomago.
— Mentiras, sólo mientes igual que todos para conseguir algo a cambio. ¡Dime que demonios quieres de mi!
— La carta que te di — Castiel apuntó a su otra mano. Sam se había olvidado que apretaba una carta negra en ella —. Es la invitación a la fiesta en dónde asistirán los miembros de la realeza, o la nobleza del palacio. La reina y su esposo realizan este evento de literatura este año, como te comenté antes, solo miembros importantes asisten.
A medida que la voz de Castiel iba bajando de tono, Sam miraba insisten las velas a su alrededor.
— Dean nunca me hizo caso, incluso cuando lo traicioné, nunca se detuvo a escucharme. Su cabeza sólo gira alrededor de la idea de escapar de Charles en cuanto pueda, pero esperar a que eso ocurra es imposible. Yo si pude, pero él... él esta jodido.
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Cena romántica con un asesino © [Samifer AU.]
FanfictionUna reciente serie de asesinatos comienza a asustar a los inquilinos de un edificio, sin embargo, no a Sam Winchester, él no parece asustarse por los cuerpos sin vida que aparecían. Vive su vida encerrado en su apartamento escribiendo novelas que no...