⁴³ | Sólo te ahogas en ellas

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Estricnina.

Una sustancia altamente venenosa extraída de la corteza de un árbol, en pequeñas dosis sirve como estimulante, pero ingerido en grandes cantidades causa parálisis de los nervios, contracciones musculares severas y finalmente asfixia.

— Oh pobres guardias de seguridad, deben estar sedientos de tanto mantenerse en pie. ¿No quieren un delicioso jugo de limón? — Lucifer preguntó, sacado dos vasos de limonada de detrás de su espalda.

— No, gracias — negaron al unísono.

— Es completamente refrescante, además no comerán nada por el resto de la noche — se inclinó susurrando —. Escuché que hasta la reina ha tomado esta deliciosa limonada.

Ésta vez se lo pensaron dos veces, y mirándose luego de asentir, aceptaron. Ese fue el preciso momento en el que Lucifer sonrió macabramente entregándoles los vasos con limonada. 

Diez...

Once...

Doce...

Una dosis letal es alrededor de 1 a 2 mg por 1 kg de peso corporal. Considerando que Lucifer preparó 150 mg, son suficientes para matar a dos hombres de 65 kg.

Deberían morir en no mas de 2 minutos.

Cuarenta y dos...

Cuarenta y cinco...

Y finalmente esos dos guardias empezaron a retorcerse, y con delirio cayeron al suelo sin poder respirar ni emitir sonido de queja alguno. Lucifer se colocó dos guantes negros antes de robarles sus credenciales del cuello. Eran dos tarjetas sin fotos, solo nombres. Eran fáciles de robar.

— Lo siento muchachos no fue mi intención, lamento haberles hecho esto — se excusaba a la vez que les arrebataba sus armas reglamentarias y las guardaba dentro de su abrigo —. Pero verán... esto es una pelea entre mi querido padre y yo, y es de mala educación acompañarnos. Nos vemos, deséenme suerte.

Se despidió caminando en dirección recta, hacía la habitación que Lucifer sabía, estaba reservada únicamente para Charles Shurley: el tejado.

Quizás fue muy cruel con Sam antes, pero eso valdría la pena cuando viera la cabeza de Chuck colgando en sus manos. Aún recordaba los pequeños ojos del castaño apagarse cuando se fue. En parte, aún no dejaba de culparse.

— ¿Por qué tardaste tanto? — encontró a Dean en la entrada del tejado, de brazos cruzados y mirada amenazadora.

Lucifer lo miró detalladamente encontrando dos chupetones en su cuello y sus labios hinchados y rojizos. No tardó en reír con sarcasmo.

— Al parecer llegamos casi igual, tan sólo mírate.

— No vinimos a hablar de mi, ¿Ya te encargaste de los guardias? ¿no vendrán?

— Lo prometo, están más muertos que tú — bromeó apartando a Dean para abrir la puerta —. ¿Ya están aquí?

— Aún no.

Abrió la puerta dejándola chirrear y notando el fresco aire de la madrugada. Ya era muy tarde para estar despierto. El cielo oscuro del anochecer estaba rodeada de nubes grises cargadas de gotas heladas que formarían la lluvia. Dean entró detrás de Lucifer, caminando vacilante ya que su vista se volvía aún más nublosa con la máscara y la poca luz del lugar. 

— Ponte esto — Dean le entregó a Lucifer una correa de perro, la cuál debía ir atada en él cuando vea a Chuck —. No hagas caras raras, sólo póntelo maldición.

Cena romántica con un asesino © [Samifer AU.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora