³⁸ | Despierta, hay mas vidas que la tuya en juego

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« ¿Cómo estuvo tu día, Dean? »

— Perfectamente bien — contestó dejando la taza de té sobre la mesa.

« ¿Qué tiene tú mente, qué te inquieta tanto? »

— Algo sin importancia, no es tan grande — agudizó su mirada mientras limpiaba sus manos —. Algo que puede solucionarse con normalidad.

« Pero olvidas que puedo escucharte Dean, puedo percibir tu ambición y también tus miedos. »

— Estoy... perfectamente bien.

« Lo que digas. Tus palabras son la verdad absoluta. »

— Ya cállate.

« No puedes callarte a ti mismo Dean, ¿o olvidas que tú y yo somos la misma persona? »

— Mantente en silencio, por favor.

« No puedes conocer lo desconocido, si te aferras a lo conocido. »

— ¡Cállate ya! — terminó por gritarle a su taza de té.

« Tu ambición viene de la mente Dean, no del corazón. » 

— Por favor, déjame solo.

« Despierta, hay más vidas que la tuya en juego. »

Con una desesperación casi infernal, Dean buscó en los bolsillos de su abrigo unas píldoras. No importa cuando rebuscó entre su ropa, no las encontró.

Entrar en pánico fue su primera reacción.

— ¡Dónde demonios están! — alzó la voz lanzando las sillas alrededor de la mesa.

En realidad Dean estaba en su casa, luego de meses de viajes por fin estaba en su añorada pero espeluznante casa. Estar solo era su única diversión. Tomar té en su dormitorio mientras revisaba informes médicos era su pasatiempo.

Pero a veces cuándo estaba muy solo, él regresaba.

Él se había vuelto en su única compañía, alguien quién le era fiel. Pero a veces Dean no entendía porque le provocaba miedo escucharlo. Después de todo, era un regalo por años de sacrificio.

Por meses, Dean pensó que se estaba volviendo loco, qué algún paciente lo infectó con sus enfermedades. Pero el pasar del tiempo le hizo entender que todos tienen una voz la cuál habla con ellos. Alguien independiente de nosotros pero a la vez dependiente. Un ente que puede escucharnos cuando hablamos, pensamos o murmuramos. Alguien que vive en nuestra mente, posiblemente una compañía.

Sólo que su voz, era un tanto... despiadado.

Después de todo Dean sabía, que él no le haría daño jamás, ni lo traicionaría, tampoco lo dejaría solo.

— Lo siento — murmuró cayendo rendido sobre las paredes revestidas con cortinas elegantes.

« ¿Sientes qué? »

— Hacerte esto — metió en su boca dos píldoras naranjas. Tragándolas y siento el peso de ellas atravesar su garganta —. Lo lamento.

« Está bien Dean, volveré siempre que me necesites. »

— ¿Nos veremos luego?

Ya no se escuchó la voz de nuevo, sólo una profunda soledad y silencio.

Dean cerró los ojos sintiendo su garganta sedienta.

Absolutamente todo pareció volver a la normalidad. Las paredes ya no daban vueltas. Las sillas nunca estuvieron en el suelo. Dean nunca bebió una gota de su té. De inmediato estiró su mano y alcanzó la taza, bebiendo el liquido caliente y calmando su sed al instante.

Cena romántica con un asesino © [Samifer AU.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora