⁴⁴ | Esta noche es muy fría, para un corazón roto

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El ruido de la fuerte música en el lugar, fue haciendo que Dean abriera los ojos lentamente.

Lo primero que recibió fue una fuerte corriente de luz viniendo de la  ventana que estaba al lado suyo. Por reflejo, cerró los ojos cubriéndose con uno de sus brazos. Pero cuando recobró la visión pudo notar que todo su brazo derecho estaba conectado a una maquina de ECG.

Instantáneamente reaccionó y quiso levantarse pero una voz lo detuvo.

— No te muevas, los vendajes podrían salirse.

Dean recoció esa voz, era imposible no hacerlo. Cuando se colocó los lentes supo que estaba en el hospital, con Castiel en frente suyo. 

— Dónde estoy, ¿dónde está Sam y Lucifer? — fue lo primero que preguntó.

— ¿No quieres saber como estás tú? — Castiel inquirió sentando en frente suyo — Los médicos dijeron que la bala impactó contra tu abdomen y perforó varios de tus órganos.

— Dónde está Sam — volvió a preguntar con insistencia.

— Dos pisos más abajo, cuidando a Lucifer quién no corrió tu misma suerte.

De inmediato sintió la culpa tremenda sobre sus hombros, tenía miedo de preguntar que había pasado.

— ¿Qué... que pasó con él?

— Los médicos realizaron una intervención quirúrgica para quitarle la bala de la cabeza, logró sobrevivir pero ahora está en estado de coma. La bala rebotó sobre su cráneo y no perforó el cerebro. Los cirujanos dijeron que era una posibilidad de una en un millón. Dean...

— Qué.

— Llevas en coma tres semanas.

La sangre del rubio se heló por completo, así como la sangre de un reptil. De inmediato quiso levantarse, y si no fuera porque Castiel lo detuvo lo hubiera logrado.

— ¡Mantente quieto! La maldita bala casi atraviesa tu columna.

— ¡No me importa, quiero ver a Sam!

Castiel tuvo que tomar medidas drásticas. Rodear con sus brazos a Dean podía lograr calmarlo, y lo hizo. Lo abrazó con fuerza tomando por desprevenido al rubio de ojos verdes. De inmediato sus insistencias por zafarse se detuvieron, sus brazos recayeron en los costados de su cuerpo sin energía.

 — Por favor, detente. Hazme caso aunque sea una vez — sollozó Castiel en su hombro. Dean abrió sus ojos sorprendido, nunca había escuchado a Castiel llorar —. Estuve visitándote cada día del maldito mes, los doctores decían que no despertarías. Déjame abrazarte aunque sea una vez.

El ruido de la música proveniente de la radio lleno el ambiente silencioso de la habitación.

Dean sintió su corazón desprenderse de su abdomen, latía con fuerza y sentía que era su culpa. Era su culpa que Cas esté llorando, era su culpa que Lucifer no despierte, y era su culpa si Sam lo odiaba. Los brazos fuertes del pelinegro lo apretaron con más fuerza aún. Dean sintió su hombro mojarse, al igual que los costados de sus ojos.

Con delicadeza, estiró sus brazos y rodeó a Castiel con ellos, sin emitir ningún sonido.

— No te preocupes por mi, estoy bien — murmuró Castiel —. En serio no lo hagas, preocúpate por ti, haz algo por ti y yo estaré bien. Por favor.

— Cas... lo siento, no quería que terminara así — alcanzó a soltar a pesar de que su mente se negaba a aceptar lo que dijo.

— No hables, sólo... sólo descansa ¿si? ¿Tienes hambre? ¿Te gusta la música? ¿no quieres que la cambie?

Cena romántica con un asesino © [Samifer AU.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora