³² | Luces, cámara, ¡acción!

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— Bienvenido al centro de ayuda médica para criminales; la lujosa, exitosa y deslumbrante...

— ¿Por qué parece matadero? — cuestionó Dean siguiendo a Chuck desde la enorme entrada de la penitenciaria hasta el interior espacioso y terrorífico.

Cada espacio de esa penitenciaria se veía descuidada, no parecía ser lujosa y de hecho... daba bastante miedo. Dean pensó entonces si era adecuado decir algo al respecto sobre su área de trabajo. Lute era todo menos un lugar de "ayuda médica".

— Dean Winchester, ¿cuánto aprecias tu vida?

— Menos de ayer, más que mañana — contestó con la cabeza cabizbaja. Sus ojos estaban hinchados y dolorosos de haber pasado dos semanas de luto por su padre. Claramente no estaba listo para trabajar ¿pero quién más lo haría si no era él?

— Me encanta la gente optimista — se burló Chuck deteniéndose frente a una oficina al fondo del pasillo. Las luces parpadeaban encima de ellos, Dean no se sorprendería que Chuck lo apuñale en ese lugar —. Verás Winchester, nuestro establecimiento no es un lugar a lo que la gente llamaría... normal.

Dean soltó una risita — No hay nada normal en mi mundo, no se preocupe no me molestaré, siempre y cuando usted pague mis deudas, cómo prometió.

— Bien, entonces firma — le extendió un contrato que sacó de su traje misteriosamente. Dean miró el contrato y luego dijo:

— Necesito leer esto antes de firmarlo.

— Pues léelo entonces — probó Chuck, la sonrisa que esbozaba era espeluznante.

Dean apoyó el contrato sobre el escritorio de la oficina y con una enorme lampara encima, empezó a leer. Era un contrato completo y simple, pero al final tenía tres reglas:

1. No traer a trabajar a familiares y/o conocidos, a la penitenciaria.

2. Mantener en secreto los sucesos acontecidos dentro del establecimiento.

3. No nos hacemos responsables de los daños psicológicos , muerte, daños corporales ocurridos dentro.

Dean enserió el rostro y miró a Chuck, quien fumaba un cigarrillo y exhalaba el humo de vez en cuando llenando la habitación del olor putrefacto del tabaco. No preguntaría sobre las reglas, le convenía no abrir la boca al respecto. Pero hubo una regla que si debía cuestionar.

— ¿Por qué no pueden trabajar familiares?

— Bueno, hay ciertas cosas que no están estipuladas en el contrato, pero son algo así como reglas pasadas de boca en boca. Cómo decirlo sin intimidar... bueno, me gusta crear experimentos. ¿Conoces los experimentos de criminales? 

Dean negó temeroso.

— En 1978 un científico británico utilizó el cuerpo de una persona viva quién dio su consentimiento para realizar múltiples cambios en su genética. El proyecto hecho a base de células madre de fetos no solo creó a un espécimen de ser humano inmortal, indoloro y estéticamente horrible sino qué, también creó una maquina asesina. Ya que su cerebro fue...

— Acostumbrado al dolor — completó Dean mirando a un costado en la habitación —. Estudié ese experimento por años ¿pero que tiene que ver con usted?

— Es fácil, pues... la idea de una maquina hecha para matar me interesó mucho en ese entonces. Por eso, tomó criminales que de todos modos serán asesinados y los convierto en maquinas asesinas, cada mes realizó un concurso en dónde ellos se matan entre si — sonrió — ¿No es genial?

Cena romántica con un asesino © [Samifer AU.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora